A la tercera va la vencida, dicen. En las páginas de este
diario, Cinco Días, tanto a mediados de agosto, como a mitad del mes de
septiembre de 2013, hicimos una apuesta clara porque Janet Yellen fuera
elegida por el presidente Obama para suceder a Ben Bernanke al frente de
la Reserva Federal (FED).
Parece que, por fin, Obama se ha decidido inequivocamente por apoyar a
Yellen, convirtiendo su nombramiento en un hito histórico: será la
primera mujer en presidir el Banco Central Estadounidense, el más
poderoso e influyente del mundo (obvio: Estados Unidos es la primera
economía del planeta), en cien años de Reserva Federal. Repito: ¡la
primera mujer en presidir la FED en un siglo!
Además, desde que Paul Volcker dejó de ser presidente de la FED en
1987, la FED no había sido dirigida por un Demócrata. Tanto Alan
Greenspan como Ben Bernanke son republicanos. Quizá este dato no sea tan
significativo, puesto que los diversos dirigentes de la FED han
trabajado de manera paralela, con presidentes que no siempre eran de su
mismo partido político, y con quienes a veces no se entendían bien.
Paul Volcker era -es demócrata- y su prioridad fue luchar contra la
inflación ("The Triumph of Persistence", septiembre de 2012). Trabajó
con Reagan durante su primer mandato y parte del segundo. Tenían
visiones distintas pero, como suele decirse comunmente, "se apañaron".
Cuando Reagan decidió que, toda vez vencida la inflación, era hora de
poner énfasis en el crecimiento económico y la creación de empleo,
Volcker fue sustituido por el mucho más conservador (él se autodenomina
"libertario") Alan Greenspan.
Greenspan explica en su segundo libro de memorias ("The Age of
Turbulence", 2008) que Ronald Reagan no solo no entendía de economía,
sino que tampoco quería aprender economía. Conclusión: Reagan multiplicó
por tres el déficit público -en contra de sus dos promesas electorales,
de las dos elecciones presidenciales que ganó-, y su sucesor (George
Bush padre) hubo de romper su compromiso de no subir los impuestos (el
famoso "Read my lips: I will not raise taxes" de la convención
republicana de 1992, que le eligió candidato presidencial). Este
incumplimiento de la palabra dada -y, por supuesto, otros muchos
factores, como la aparición en escena de Ross Perot y la magnífica
campaña de Bill Clinton- le costaron la reelección: Bush padre, gran
fracaso, fue presidente de un solo mandato, aunque no fue un mal
presidente.
Greenspan, eso sí, alaba a Clinton "como el mejor presidente en
materia económica de la historia de América". Con Clinton se
desregularon los mercados, el comercio mundial se expandió, conocimos el
fenómeno de la globalización, aparició Internet y el comercio y las
transacciones electrónicas... Estados Unidos creció en ocho años una
media aritmética trimestral, del 3,5%, en Producto Interior Bruto,
creando por el camino 22 millones de puestos de trabajo netos. Más aún,
por vez primera en cuarenta años, Estados Unidos vivió cuatro años
seguidos de superávit fiscal, que heredó George Bush.
Greenspan se llevó las manos a la cabeza cuando escuchó al
vicepresidente Dick Cheney decir que "deficits do not matter", o, los
déficits son inconsecuentes: las guerras de Afganistán e Irak costaron,
cada una, un trillón de dólares americanos, en la década 2002-2012
(Joseph Stiglitz). Y estos déficits los ha heredado el presidente Obama:
no son hechura suya, por tanto. Greenspan, firme creyente en las
tecnologías de la información como aceleradoras de la productividad
empresarial, dejó de presidir la FED en 2006 (19 años en el cargo) y le
sustituyó, el también republicano, Ben Bernanke.
Bernanke es un estudioso de la Gran Depresión de 1929 y en su libro
más reciente ("The FED and the financial crisis", abril, 2013) hace un
repaso de la historia económica de Estados Unidos, correlacionándola con
las decisiones en política monetaria de la Reserva Federal. Bernanke,
republicano, ha trabajado a las órdenes de George Bush hijo, también
republicano, y, más recientemente (2009-2013), con el presidente Obama,
quien es, evidentemente, demócrata.
Obama ha sido el gran impulsor de los paquetes de estímulo ("Recovery
Act" de febrero de 2009, 787 billones de dólares) que salvaron a los
bancos, las aseguradoras y las automovilísticas, entre otros sectores
agonizantes, en momentos en que la economía americana decrecía el 8%
trimestral y, cada mes, el mercado de trabajo expulsaba la friolera de
800.000 empleados. En dos años (agosto de 2007-agosto de 2009) se
destruyeron 8,5 millones de empleos. Sin la intervención decisiva de
Obama en la economía -que tuvo la bendición de la Reserva Federal de
Bernanke-, la economía americana se habría colapsado y, con ella, la de
los países emergentes (China, India, Rusia y Brasil, además de México)
y, por ende, la Unión Europea.
Desde la Reserva Federal, el republicano Bernanke ha optado por poner
foco en estimular el crecimiento económico y la generación de empleo.
Por eso, puso en marcha tres iniciativas de "relajación cuantitativa",
con compras millonarias mensuales de deuda pública. El tercer programa
de "Quantitative Easing" se inició en septiembre de 2012. Consiste en la
compra de bonos del Tesoro y deuda hipotecaria por importe de 85.000
billones de dólares, cada mes. Los mercados de valores han bendecido
esta política en los últimos doce meses. China, primer inversor del
mundo en deuda pública norteamericana, sigue manteniendo un 22,9% del
total de dicha deuda, por importe de casi 1,3 trillones de dólares.
El objetivo de Bernanke ha sido claro: quiere que, en 2016, la
economía crezca el 3% y el desempleo haya bajado al 6,5% de la población
activa. Por tanto, sigue manteniendo una política activa de bajos tipos
de interés a corto plazo -que son los que la FED controla- y, hasta que
no haya señales evidentes de que, crecimiento económico y empleo, van
en la dirección adecuada, la FED va a mantener su relajación cuantitiva,
como también anticipamos en Cinco Días a mediados de septiembre. Otra
cosa es que, si la evolución de ambas variables -crecimiento económico y
empleo- marca una tendencia suficientemente positiva, la FED, conforme
anticipó Bernanke antes de verano, vaya paulatinamente reduciendo la
compra de deuda pública, aunque no la hipotecaria, para no afectar
negativamente al mercado de la vivienda o inmobiliario, que es uno de
los ámbitos que ha dado más alegrías económicas a los norteamericanos.
Es muy probable que, si Janet Yellen es confirmada en el Senado, sea
ella la que tenga que tomar ese tipo de decisiones, a partir de febrero
de 2014. No ha hace falta insistir en sus credenciales. Ya dedicamos un
largo artículo a este menester, en Cinco Días, a mediados de agosto
pasado, cuando vivíamos en vivo y en directo, en Estados Unidos, los
intentos de Larry Summers por mantenerse en la carrera para suceder a
Bernanke. Summers "hizo lobby", intentó lo indecible por defender su
posición. Incluso se decía -al menos, en Washington-, que el presidente
ya había tomado la decisión de elegirle a él, porque le conocía mucho y
le estaba agradecido por los servicios prestados al frente del Consejo
Económico del Presidente, durante 2009 y 2010. Una mayoría de senadores
demócratas y 500 economistas de prestigio, escribieron al presidente
Obama, "exigiéndole" que eligiera a Janet Yellen, y descartara al ("arrogante y misógino") Summers. Yellen, mientras tanto, callaba.
Es judía. Es muy inteligente. Es una intelectual. Ha sido presidenta
de la Reserva Federal de San Francisco. Profesora en Berkeley
(California). Su tesis doctoral -Yale, 1971-, tiene por objeto "los
costes y causas del desempleo", que es su obsesión: acabar con el
desempleo, se entiende; por lo que, es altamente probable, sus políticas
sean coherentes -que no continuistas- con las de Bernanke. Trabajó dos
años en la Casa Blanca, asesorando a Bill Clinton, en el mismo Consejo
Económico Asesor que, dicho sea de paso, creó Clinton y, con miembros
distintos, han mantenido Bush hijo y Barack Obama.
Muchos inteligentes se entienden bien con otras personas
inteligentes. Janet Yellen está casada con un premio Nobel de Economia
(2001, George Akerlof) y su hijo, es también profesor de economía en
Reino Unido. Es hija de una familia humilde, trabajadora, de Brooklyn:
ha ascendido, conforme a lo que el presidente Obama llama "merecida
meritocracia". Nadie le ha regalado nada; todo lo ha conseguido con
esfuerzo, inteligencia, tesón y trabajo. Y puede que nos regale -ella-
una de las presidencias de la Reserva Federal más gloriosas de las
últimas décadas: la que consolide la recuperación económica en Estados
Unidos y, por ende, la del resto del mundo.
Publicado en mi blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes, el 9 de octubre de 2013