martes, 11 de mayo de 2010

Karl Rove o la comunicación al servicio de ganar elecciones

"Los libros del enemigo", dice un pie de foto en el diario El País, del viernes 26 de marzo de 2010. En la fotografía se puede ver al presidente norteamericano, Barack Obama sosteniendo en sus manos un par de libros: "Buscaba libros para sus hijas, Sasha y Malia, pero se encontró con munición ideológica del enemigo. Barack Obama posa en una librería de Iowa con las obras del ex candidato presidencial republicano Mitt Romney y el estratega de George Bush, Karl Rove. La fotografía está firmada por la agencia de noticias Reuters.

En su libro sobre las elecciones presidenciales de 2008, el director de campaña de Obama, David Plouffe ("The audacity to win"), habla con muchísimo respeto de Karl Rove. Sin entrar en controversias ni en juicios sobre la moralidad o inmoralidad de las actuaciones de Rove (siempre objeto de debate), Plouffe admira el genio del principal consejero de George W Bush. Incluso cita a Obama alabando las campañas dirigidas por Rove, especialmente la de 2004, que llevó a la reelección a George Bush, frente al demócrata John Kerry. Una de las grandes hazañas de Karl Rove, según parece dijo Obama, fue conseguir la total unidad del equipo que trabajaba a favor de la reelección del presidente. En la campaña electoral de 2008, las superestrellas del equipo de Hillary Clinton se disputaron entre sí la primacía; en el tándem electoral republicano de John McCain y Sarah Palin, hubo más que disensiones y enfrentamientos, como puso de manifiesto en su propio libro de memorias Sarah Palin ("Going rogue. An American life").

Sabiendo que la desunión es germen de derrotas, Obama dio instrucciones a sus consejeros para que siguieran el ejemplo de la disciplina impuesta por Karl Rove en sus campañas electorales. Y no le faltaba razón al presidente, porque al aplicar la receta al pie de la letra, Obama consiguió la presidencia en noviembre de 2008. Al igual que la alcanzó George Bush en 2000 y 2004. Incluso mucho antes, porque, gracias a Karl Rove, George Bush ganó las elecciones a gobernador del estado de Texas en 1994 y en 1998. Y Texas, tradicionalmente, había sido mayoritariamente, un estado demócrata: el ex presidente Lyndon B. Johnson era tejano y, hasta que ganó Bush hijo sus primeras elecciones a gobernador, en 1994, lo habitual era que los tejanos votaran en clave demócrata. Rove consiguió para Bush sus victorias electorales, al igual que lo hizo para más de setenta senadores y congresistas republicanos para quienes trabajó desde su propia empresa ("Rove + Company") a lo largo de diecinueve años. Debido a tanta victoria electoral a él atribuida, se dice que George Bush hijo le dio el apodo de "El Arquitecto". Otros, más preocupados por las presuntas actuaciones (faltas de ética) de Rove, le han denominado "Maquiavelo" o "Príncipe de las Tinieblas".

No sé si tanto para despejar dudas sobre la moralidad de sus maquinaciones, como teniendo por objetivo dejar claro lo formidable y eficaz de sus actuaciones, Karl Rove publicó en marzo de 2010 sus memorias. Tituladas "Courage and Consequence. My Life as a Conservative in the Fight" ("Coraje y Consecuencias. My Vida como un Conservador en la Lucha", de Threshold Editions), sus 598 páginas -en la versión en inglés de tapas duras- son un manual del perfecto consultor político, experto en marketing electoral, que utiliza todas las herramientas de que dispone, al objeto de que sus clientes ganen elecciones. Frente a quienes se les llena la boca con "la gestión de intangibles", Rove da lecciones prácticas sobre cómo utilizar la comunicación, las relaciones públicas, el marketing electoral, las encuestas políticas, las estadísticas y hasta los conocimientos de historia de la presidencia de Estados Unidos, al servicio de un solo fin: ganar elecciones.

Muchos buscan en este tipo de libros el conocer más cosas sobre el presidente al que sirvieron los autores de las obras. Otros intentan desentrañar "los misterios de la historia". La autobiografía de Karl Rove ciertamente da algunos datos interesantes sobre George W. Bush y aporta datos relevantes sobre la historia de Estados Unidos a lo largo de dos décadas. Sin embargo, esas dos características no son las más importantes del libro, ni mucho menos. Cualquier persona interesada en política y economía de Norteamérica sabrá mucha de la información que, con respecto a esos dos temas, cuenta Karl Rove en su libro. En cambio, cómo ha puesto en marcha de manera exitosa tantas campañas electorales "el Arquitecto", no es moneda de cambio corriente de la sabiduría popular.

¿Cuáles son los pilares de una campaña electoral exitosa? Rove describe la hoja de ruta que hay que seguir al pie de la letra para ganar elecciones. Primero, la campaña debe girar en torno a grandes ideas que reflejen la filosofía del candidato y que, al mismo tiempo, sean percibidas por los votantes como importantes y relevantes.

Segundo, la campaña debe tener clara conciencia de las actitudes del electorado, así como conocer en detalle las fortalezas y debilidades tanto del candidato propio como las de los competidores.

Tercero, la campaña tiene que basarse en datos históricos; Rove afirma que "las campañas electorales del pasado pueden ayudarte a entender lo que podría pasar en las campañas electorales del futuro".

En cuarto lugar, Rove recomienda el uso de sofisticados métodos de modelización, que permitan identificar potenciales votantes, a los que hacer propuestas que les atraigan, y garanticen que van a votar a tu candidato. Esto supone disponer de formidables bases de datos en que estén localizados millones de potenciales votantes, así como tantos rasgos que les definan como sea posible.

La quinta característica de una campaña eficaz y exitosa es el asumir que hay formas correctas y formas incorrectas de criticar a tu oponente. No piense el lector que Rove está refiriéndose a la presunta moralidad o inmoralidad en la manera de atacar al enemigo. A lo largo de todo el libro Rove da a entender que no le preocupa tanto la ética (el deber ser de las cosas) como la eficacia. Cuando tantos le han criticado por -presuntamente- haber llevado a cabo actuaciones ilícitas (contra Mc Cain, por ejemplo, senador por Arizona, contrincante electoral de George Bush en las primarias republicanas del año 2000), Karl Rove parece despreciar tales críticas. No presta atención a la (supuesta) falta de ética de sus actos: a Rove sólo parece preocuparle la eficacia de lo que hace.

Es tanto como decir: "¿Cómo es posible que me acusen de hacer tal o cual cosa inmoral si, en realidad, es una estupidez?". No lo dice abiertamente, pero Rove aparentemente está de acuerdo con aquello de que "el fin justifica los medios". De hecho, y a modo de ejemplo, Rove critica a Nixon -presidente acusado de haber sido el más inmoral y anti ético de todo el siglo XX, en Estados Unidos, y que tuvo que dimitir por el caso Watergate- no por sus inmoralidades, sino por cometer estupideces. Como en una ocasión dijo un historiador: "es como criticar a Hitler no por la inmoralidad de asesinar a seis millones de judíos, sino por la imbecilidad de enfrentarse al mismo tiempo con los soviéticos y los norteamericanos".

El sexto rasgo de la perfecta campaña electoral es que debe tener un plan estratégico, disciplina y la inclinación constante a actuar: "Una campaña roviana fija objetivos y continuamente mide su consecución".

En séptimo lugar, Rove recomienda utilizar las tecnologías de la información de manera intensiva, así como reclutar voluntarios tanto como sea posible.

Por último, el autor destaca que una campaña dirigida por él debe centrarse en tres recursos vitales: conocimiento e información para el candidato; voluntarios dispuestos a salir a la calle a conseguir votos; y el dinero necesario para hacer realidad los dos primeros elementos.

Sabiendo ya cómo lleva a cabo Karl Rove sus campañas electorales, es verdaderamente fascinante leer cómo consiguió que un estado habitualmente demócrata como Texas votara por un candidato republicano como George Bush. Es impresionante comprobar cómo Rove domina las artes demoscópicas: estudia las tendencias de evolución demográfica en Texas (uno de los más grandes estados de la Unión) y llega a la conclusión de que, en 1994 Texas es un estado mucho más conservador de lo que se piensa. Y, al igual que hizo Obama muchos años después, en su campaña presidencial de 2008, Rove "fue a pescar votos" a caladeros distintos de los habitualmente republicanos: Latinos, Afroamericanos, católicos, demócratas conservadores y hasta independientes. Rove sale de las grandes ciudades y busca el voto rural. Identifica los deseos de la población tejana de disponer de una educación mejor, una sanidad distinta, un mayor crecimiento económico, y se lo ofrece en la persona de George Bush hijo. Es apreciable en los relatos de Karl Rove que, en realidad, su candidato es un producto que él tiene que vender a la opinión pública.

En la campaña presidencial del año 2000, Rove, junto a la asesora de comunicación Karen Hughes, encuentra "el Dorado" de los lemas electorales que llevarán a George Bush hijo a la presidencia: "the compassionate conservatism" ("conservadurismo compasivo", sería la traducción literal). Dice Rove que, en una ocasión, el ex presidente demócrata Bill Clinton "le dijo a George Bush hijo que cuando escuchó ese lema por vez primera en sus labios, supo que los demócratas corrían peligro de perder las elecciones presidenciales del año 2000".

Un libro tan extenso es prolijo en anécdotas, experiencias y ejemplos. De ahí que, junto al hecho de estar muy bien escrito -al menos en su versión original, en inglés- sea un libro que recomiendo leer despacio, para saborearlo y tomar notas.

En otro orden de cosas, la propia experiencia vital del autor muestra que no es cierta la tan manida y tradicional visión conservadora de América que muestra uniformidad en el perfil de la sociedad americana. El autor reconoce que la gran mayoría de la sociedad americana es conservadora, lo cual no significa que no haya una enorme diversidad. Karl Rove cuenta en su libro, que aún a día de hoy no tiene claro si su padre fue o no homosexual; dice que no entiende cómo es posible "la falta de perspectiva vital de mi madre, que decidió abandonarse, y acabó suicidándose"; él mismo ha sido protagonista de dos matrimonios fracasados: sus dos esposas, la segunda muy recientemente, le han abandonado. La historia personal de Karl Rove, en sus propias carnes, muestra que no todas las familias americanas -al menos no el 100 por cien, como pretenden hacer creer ciertos políticos y políticas americanos, conservadores y conservadoras- viven el Sueño Americano en sus vidas personales.

Rove, que fue principal asesor del presidente del 2000 al 2007 ("Senior Advisor") y "Deputy Chief of Staff" del 2004 al 2007 ("Subdirector de Personal" de la Casa Blanca, literalmente), repasa con detalle las primarias y las presidenciales del 2000 y del 2004, dando lecciones magistrales sobre cómo ganar elecciones. Ya en la Casa Blanca, Rove cuenta la intrahistoria -que diría Unamuno- de las jornadas que siguieron al 11 de Septiembre de 2001; explica las decisiones de ir a la guerra en Afganistán y en Irak -por las cuales, lejos de pedir perdón a lo que él denomina "la progresía liberal", muy al contrario, saca pecho, con orgullo-; da razón de la actuación de la Administración para la que trabajó, en la solución del desastre del Huracán Katrina de agosto de 2005; y, por último, da su versión de los hechos a propósito de la filtración a la prensa de la identidad de la agente de la CIA, Valerie Plame debido a la afirmación del marido de ésta -embajador Wilson- de que la Administración Bush había inventado las pruebas que demostraban la existencia de armas de destrucción masiva ("WMD", en sus siglas inglesas), que fueron la justificación utilizada por George Bush para invadir Iraq.

Ciertamente, la versión de los hechos de Karl Rove contrasta enormemente con la del ex Director de la CIA por aquellos años, George Tenet ("At the center of the Storm", "En el centro de la Tormenta", que es el título de su libro de memorias) y del ex jefe de prensa de Bush, Scott McClellan ("What happened", biografía en que da su versión de los hechos): ambos ex colaboradores de Bush dicen - de manera complicada, como quien no tiene certeza, ni el cien por cien de la información disponible- que el organizador del entuerto, fue el propio Karl Rove.

Más allá de disputas, y de las ideas políticas de cada uno, este libro es una lectura obligada para cualquier experto en marketing electoral que quiera aprender cómo poner en marcha una campaña eficaz y dar un buen uso a los recursos demoscópicos y de comunicación.

En la actualidad, Rove escribe en The Wall Street Journal, en el semanario político Newsweek y participa en las tertulias -y es entrevistado con frecuencia- de la cadena de televisión Fox, donde también colabora Sarah Palin.

martes, 4 de mayo de 2010

Obama: reformas y elecciones de noviembre de 2010

“Eso es, echemos a los inmigrantes ilegales de Norteamérica. Pero no nos olvidemos de decirles, antes de que se vayan, que recojan la basura de las calles y rieguen nuestros jardines”. Con palabras como éstas, el fallecido senador demócrata Ted Kennedy solía ridiculizar la postura de quienes se negaban –entonces y ahora- a regularizar la situación de millones de inmigrantes de origen hispano, en Estados Unidos.

El último intento de llevar a cabo una regularización –de derecho- de una situación –de hecho-, que afecta a millones de latinos que viven al norte del Río Bravo, se llevó a cabo en 2006; la iniciativa partió del entonces Presidente, George Bush hijo, y contaba con el apoyo de John Mc Cain (senador por Arizona, estado epicentro de la polémica, hoy, en lo referido a la reforma de la inmigración, en Estados Unidos) y de Ted Kennedy (senador demócrata por Massachussets). Pero aquel año fue electoral, el presidente perdió el control de las dos Cámaras, que fueron a manos demócratas, y la reforma quedó aparcada.

Cuatro años después, en mayo de 2010, la situación (en limbo legal) de 10 millones de hispanos, pende de un hilo. Millones de latinos miran a Obama: los que le votaron en 2008 (12% del electorado, a nivel nacional; 15% en estados fronterizos con México, como Arizona o Texas) le preguntan ahora el tan manido “¿qué hay de lo mío?”.

Y de esta manera terminó Obama el primer trimestre del año e inicia el segundo, de 2010, camino a las elecciones legislativas de noviembre de este año. Obama encara su carrera hacia las legislativas de noviembre de 2010 habiendo conseguido sacar adelante una parte importante de su programa electoral: habiendo cumplido con un buen número de sus promesas electorales, por un lado, empezando a encauzar ahora el resto de políticas “que le llevaron a querer ser presidente, en primer lugar”, como el propio Obama suele recordar.

A pesar de la oposición del partido republicano y de una parte muy importante de la sociedad americana, Obama y el partido demócrata aprobaron en el Congreso y en el Senado la reforma sanitaria. En un ejercicio de realismo práctico, Obama prefirió que saliera adelante una ley que no era tan ambiciosa como la que él había prometido, que dejaba fuera la opción pública de cobertura médica, pero que garantizaba la cobertura a 31 millones de americanos. A finales de marzo de 2010, tras año y tres meses de debates, enfrentamientos, encuestas a favor y en contra, se aprobaba la ley más importante en materia social desde la puesta en marcha de Medicare y Medicaid (en 1965, con Lyndon B. Johnson, como presidente) y la creación de la Seguridad Social, por Roosevelt, en los años treinta del siglo pasado.

Para aprobar su reforma sanitaria, Obama tuvo que consumir mucho capital político y llegar a muchos compromisos, tanto con miembros de su propio partido (demócratas católicos opuestos a la financiación pública de los abortos, por ejemplo) como con legisladores republicanos. Hoy, a principios de mayo de 2010, hasta el gobernador republicano del estado de California, Arnold Schwarzenegger, apoya la reforma sanitaria federal de Obama.

Una parecida capacidad de alcanzar compromisos y acuerdos va a necesitar Obama para impulsar tanto la reforma de la inmigración como la reforma reguladora del sistema financiero. Tanto a favor como en contra de Obama se cuenta lo muy predecible de su comportamiento. En la medida en que ambas reformas estaban presentes en sus discursos de 2006 y 2007, así como en su programa electoral (“Change we can believe in. Barack Obama’s plan to renew America’s promise”, “El cambio en que podemos creer. El plan de Barack Obama para renovar la promesa americana” de 2008), es fácil prever que el presidente hará todo lo posible para sacar las reformas adelante.

Las reformas de la inmigración y de la regulación del sistema financiero presentan diferencias esenciales, cara a su aprobación, frente a la reforma sanitaria que salió adelante en marzo de 2010. En el caso de la reforma de la inmigración, aún cuando demócratas y republicanos –por motivos electorales, fundamentalmente, aunque no solamente por eso- no se pongan de acuerdo, todos ven la necesidad de hacer algo al respecto. Ya hemos dicho que el presidente Bush, en 2006, quiso impulsar una reforma similar a la de Obama. Tener en la ilegalidad a 10 millones de latinos que viven en Estados Unidos, muchos de ellos trabajando de facto y están cobrando un salario por el que no pagan impuestos, no parece tener mucho sentido, desde el punto de vista económico. Para los republicanos, hay cuestiones ideológicas de por medio; para los demócratas, son muy importantes los derechos civiles de las minorías.

Reconociendo su existencia legal, seguramente se recaudaría más por afiliaciones a la Seguridad Social, y se aumentaría la recaudación de impuestos. Además, atendiendo a consideraciones sociológicas y “electorales”, los hispanos se integran fácilmente en las comunidades en que viven, quieren formar parte del Sueño Americano y desean prosperar, en vez de vivir al margen de la ley y de la sociedad americana. La ley que ha aprobado en Arizona la gobernadora republicana Jan Brewer, y que permite a la policía detener a cualquier inmigrante sin papeles (frente a la legislación federal que lo permite, siempre y cuando se piense con fundamento que el detenido ha podido cometer un delito), podría arrojar el voto hispano en brazos de Obama, en las elecciones legislativas de noviembre de 2010, si el presidente y su partido se convierten, durante los próximos meses, en los defensores de los derechos de los inmigrantes.

En el caso de la reforma de la regulación del sistema financiero que quiere aprobar Obama, los republicanos están contra las cuerdas. Los dos grandes partidos están básicamente de acuerdo en sacar adelante la reforma, pero los republicanos se oponen a darle la razón al presidente. Actuando así, aparecen ante la opinión pública como los defensores de los bancos de inversión y de los que –el imaginario popular y los medios de comunicación- entienden que fueron causa del desaguisado económico más desastroso para América y el mundo, desde la Gran Depresión de 1929. Muchas encuestas dicen que la mayoría de la población americana está a favor de la reforma reguladora del sistema financiero que quiere impulsar Obama.

Una encuesta publicada por el semanario The Economist (de YouGov, publicada el 1 de mayo de 2010) dice que dos tercios de la sociedad norteamericana están de acuerdo en no volver a rescatar a los bancos con dinero público (con impuestos de los contribuyentes) si tuvieran problemas, como en el 2008. Igualmente, una mayoría de americanos apoyaría que el gobierno federal dejara caer bancos con problemas serios; apoyan que se rebajen por ley los riesgos que los bancos pueden permitirse en sus inversiones; están a favor de que se regulen las inversiones más complejas (derivados, por ejemplo, que Warren Buffet denomina como “armas financieras de destrucción masiva”); creen que hay que poner límites a las remuneraciones de los altos ejecutivos de Wall Street, y quieren que se cree la Agencia de Protección del Consumidor Financiero, impulsada por Obama.

Con un apoyo tan abrumador de la opinión pública a la reforma financiera de Obama, por mucho que los republicanos no quieran dar oxígeno al presidente, tarde o temprano tendrán que apoyar con matices la ley del presidente, si no quieren ser ellos los asfixiados por una opinión pública muy enfadada y resentida con Wall Street. Otra encuesta de las mismas fechas, publicada por ABC News/Washington Post decía que el 65% de los norteamericanos apoyan los actuales esfuerzos por meter en vereda a Wall Street. Más les vale a los republicanos tomar buena nota de lo que piden sus propios electores: según la encuesta de YouGov para The Economist, entre votantes registrados, si las elecciones legislativas de noviembre se celebraran hoy, un 48% votaría demócrata y un 42% votaría republicano. Cierto que las encuestas no son artículos de fe, ni las elecciones se van a celebrar hoy: las encuestas son semáforos de colores (verde, ámbar, rojo), que indican a los políticos “el por dónde van los tiros”, para que –si quieren- puedan tomar decisiones basadas en información.

Tampoco Obama pasa por su mejor momento demoscópico, según las encuestas. Un sondeo de Real Clear Politics (RCP), publicada por Newsweek el 1 de mayo de 2010, muestra que la nación está dividida, con respecto al presidente: un 47,9% aprueban su gestión; el 46% la desaprueban. La encuesta de The Economist da resultados similares en cuanto a la polarización de la sociedad y es aún más negativa para Obama: el 45% de americanos aprueban la gestión del presidente y un 48% la desaprueban. Por quinto mes consecutivo, el tracking político mensual de Pew da al presidente índices de aprobación inferiores al –saludable- 50%. Cosa curiosa: la encuesta de The Economist afirma que el 51% cree que Obama dice lo que realmente cree, y, según el 49%, Obama sólo dice lo que la gente quiere escuchar. Son mayoría los que otorgan credibilidad al presidente, quien en cualquier caso, incluso contra marea, va sacando adelante sus promesas electorales:

Obama prometió ponerse a trabajar para solucionar la crisis económica. Por tercer trimestre consecutivo, la economía norteamericana da signos positivos: en el primer trimestre de 2010, en términos anualizados, el Producto Interior Bruto americano creció el 3,2%, impulsado por el consumo privado, de las familias (y no tanto por la inversión de empresas). Menor al crecimiento experimentado en el último trimestre de 2009 (5,6%) y con una tasa de paro aún en el 9,7%. Pero, con tres trimestres en positivo y con el índice de confianza de ciudadanos y empresas subiendo ligeramente, cabe decir que –desde el punto de vista macroeconómico- Norteamérica ha salido de la recesión y está poniendo las bases para empezar a tener un crecimiento sano, basado en el consumo (dos tercios del producto interior bruto americano) y la inversión.

Obama, que en los últimos meses ha viajado más por el ancho mundo que por dentro de Estados Unidos, ha dado pasos importantes en materia de seguridad nacional y relaciones internacionales. El presidente “empezó” por dejar claro a su principal aliado en Oriente Medio, Israel, que los asentamientos judíos en Jerusalén Este (zona musulmana, palestina) y en Cisjordania, no eran conforme a derecho, constituían una injusticia y, desde un punto de vista práctico, eran un obstáculo para la paz entre árabes y judíos. Hoy, en mayo de 2010, dos meses después de la trifulca, los israelíes han paralizado (de hecho) las construcciones en Jerusalén Este. Obama –si el desastre ecológico y económico que ha causado el colapso de la plataforma petrolera de BP en las costas del Golfo de México lo permite- está en disposición de presentar ahora, en breve, un plan de paz para Oriente Medio. Ha demostrado a los países árabes moderados que Estados Unidos es capaz de enfrentarse a Israel; al mismo tiempo, Obama ha mantenido la presión sobre la principal amenaza para la seguridad de Israel: Irán.

Durante el mes de abril de 2010, Obama firmó con el presidente ruso, Medvédev, un acuerdo para controlar las armas nucleares, reduciendo en un 30% el número de armas nucleares ofensivas de ambos países. Obama, tal y como prometió en Praga en abril de 2009, “committed America to seek the peace and security of a world without nuclear weapons”, “comprometió América a buscar la paz y seguridad que se derivan de un mundo sin armas nucleares”. A mediados de abril de 2010, Obama convocó a docenas de países a una Cumbre en Washington sobre Seguridad Nuclear. El objetivo fue frenar o parar la proliferación nuclear. Estados Unidos se auto impuso normas sobre cómo y cuándo utilizar su arsenal nuclear. Esas normas hacen posible un mundo más seguro entre naciones que –al menos, aparentemente- quieren la paz: Estados Unidos, Rusia, China, etc. Pero excluyen a aquellos países que deciden ir por libre y amenazan la paz mundial, como es el caso de Irán o Corea del Norte.

En mayo de 2010, a punto de celebrarse en el seno de Naciones Unidas, la Conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación, Estados Unidos busca aliados para imponer más sanciones a Irán, si el país persa persiste en su intención de desarrollar su programa nuclear. Con matices y equilibrios, China y Rusia parecen dispuestos a apoyar a Estados Unidos. Si Obama lo consigue, será una gran victoria para él en política internacional.

Mientras tanto, en el frente interno, los dos partidos calientan motores cara a las elecciones legislativas de noviembre de 2010. El partido de Obama, que ocupa la Casa Blanca y aún tiene mayoría en el Congreso y el Senado, se muestra unido frente a la opinión pública: es lógico que sea así, porque es el que tiene más que perder. No así los republicanos, que se enfrentan a un potencial y peligroso “split” o división del voto conservador: el movimiento popular auto denominado “Tea Party” (en referencia a los descargadores de té en Boston, que en 1773 iniciaron la revuelta contra los británicos que culminó con la Declaración de Independencia de 1776) podría desgarrar el voto republicano en las elecciones de noviembre de 2010.

Este movimiento popular conservador amenaza con retirar su apoyo a los candidatos republicanos que, bien no sean suficientemente conservadores, bien lleguen a acuerdos con los demócratas y/o con el presidente Obama. Como en las elecciones a presidente de 1992 y 1996, la aparición de un candidato conservador al margen del partido republicano (Ross Perot, entonces), restó posibilidades de ganar a George Bush padre (1992) y al senador por Kansas, Bob Dole (1996), entregando la presidencia, en ambas ocasiones, al demócrata Bill Clinton.

La única persona, líder político, que parece capaz de aunar al partido republicano, a sus bases tradicionales y a las más conservadoras del “Tea Party” es Sara Palin. Ella no se presenta a candidata en noviembre de 2010, pero mantiene alto su perfil público y su popularidad con el electorado conservador, gracias a su participación en mítines organizado por el Tea Party, el éxito de su libro autobiográfico (“Going rogue”) y su programa de televisión en la cadena FOX.

Sara Palin es una incógnita cara al futuro: como abierta está aún la carrera electoral de noviembre de 2010.