jueves, 10 de octubre de 2013

Janet Yellen: ¡por fin, una mujer presidiendo la Reserva Federal!

A la tercera va la vencida, dicen. En las páginas de este diario, Cinco Días, tanto a mediados de agosto, como a mitad del mes de septiembre de 2013, hicimos una apuesta clara porque Janet Yellen fuera elegida por el presidente Obama para suceder a Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal (FED). 

Parece que, por fin, Obama se ha decidido inequivocamente por apoyar a Yellen, convirtiendo su nombramiento en un hito histórico: será la primera mujer en presidir el Banco Central Estadounidense, el más poderoso e influyente del mundo (obvio: Estados Unidos es la primera economía del planeta), en cien años de Reserva Federal. Repito: ¡la primera mujer en presidir la FED en un siglo! 

Además, desde que Paul Volcker dejó de ser presidente de la FED en 1987, la FED no había sido dirigida por un Demócrata. Tanto Alan Greenspan como Ben Bernanke son republicanos. Quizá este dato no sea tan significativo, puesto que los diversos dirigentes de la FED han trabajado de manera paralela, con presidentes que no siempre eran de su mismo partido político, y con quienes a veces no se entendían bien. 

Paul Volcker era -es demócrata- y su prioridad fue luchar contra la inflación ("The Triumph of Persistence", septiembre de 2012). Trabajó con Reagan durante su primer mandato y parte del segundo. Tenían visiones distintas pero, como suele decirse comunmente, "se apañaron". Cuando Reagan decidió que, toda vez vencida la inflación, era hora de poner énfasis en el crecimiento económico y la creación de empleo, Volcker fue sustituido por el mucho más conservador (él se autodenomina "libertario") Alan Greenspan. 

Greenspan explica en su segundo libro de memorias ("The Age of Turbulence", 2008) que Ronald Reagan no solo no entendía de economía, sino que tampoco quería aprender economía. Conclusión: Reagan multiplicó por tres el déficit público -en contra de sus dos promesas electorales, de las dos elecciones presidenciales que ganó-, y su sucesor (George Bush padre) hubo de romper su compromiso de no subir los impuestos (el famoso "Read my lips: I will not raise taxes" de la convención republicana de 1992, que le eligió candidato presidencial). Este incumplimiento de la palabra dada -y, por supuesto, otros muchos factores, como la aparición en escena de Ross Perot y la magnífica campaña de Bill Clinton- le costaron la reelección: Bush padre, gran fracaso, fue presidente de un solo mandato, aunque no fue un mal presidente.

Greenspan, eso sí, alaba a Clinton "como el mejor presidente en materia económica de la historia de América". Con Clinton se desregularon los mercados, el comercio mundial se expandió, conocimos el fenómeno de la globalización, aparició Internet y el comercio y las transacciones electrónicas... Estados Unidos creció en ocho años una media aritmética trimestral, del 3,5%, en Producto Interior Bruto, creando por el camino 22 millones de puestos de trabajo netos. Más aún, por vez primera en cuarenta años, Estados Unidos vivió cuatro años seguidos de superávit fiscal, que heredó George Bush.

Greenspan se llevó las manos a la cabeza cuando escuchó al vicepresidente Dick Cheney decir que "deficits do not matter", o, los déficits son inconsecuentes: las guerras de Afganistán e Irak costaron, cada una, un trillón de dólares americanos, en la década 2002-2012 (Joseph Stiglitz). Y estos déficits los ha heredado el presidente Obama: no son hechura suya, por tanto. Greenspan, firme creyente en las tecnologías de la información como aceleradoras de la productividad empresarial, dejó de presidir la FED en 2006 (19 años en el cargo) y le sustituyó, el también republicano, Ben Bernanke.

Bernanke es un estudioso de la Gran Depresión de 1929 y en su libro más reciente ("The FED and the financial crisis", abril, 2013) hace un repaso de la historia económica de Estados Unidos, correlacionándola con las decisiones en política monetaria de la Reserva Federal. Bernanke, republicano, ha trabajado a las órdenes de George Bush hijo, también republicano, y, más recientemente (2009-2013), con el presidente Obama, quien es, evidentemente, demócrata. 

Obama ha sido el gran impulsor de los paquetes de estímulo ("Recovery Act" de febrero de 2009, 787 billones de dólares) que salvaron a los bancos, las aseguradoras y las automovilísticas, entre otros sectores agonizantes, en momentos en que la economía americana decrecía el 8% trimestral y, cada mes, el mercado de trabajo expulsaba la friolera de 800.000 empleados. En dos años (agosto de 2007-agosto de 2009) se destruyeron 8,5 millones de empleos. Sin la intervención decisiva de Obama en la economía -que tuvo la bendición de la Reserva Federal de Bernanke-, la economía americana se habría colapsado y, con ella, la de los países emergentes (China, India, Rusia y Brasil, además de México) y, por ende, la Unión Europea.

Desde la Reserva Federal, el republicano Bernanke ha optado por poner foco en estimular el crecimiento económico y la generación de empleo. Por eso, puso en marcha tres iniciativas de "relajación cuantitativa", con compras millonarias mensuales de deuda pública. El tercer programa de "Quantitative Easing" se inició en septiembre de 2012. Consiste en la compra de bonos del Tesoro y deuda hipotecaria por importe de 85.000 billones de dólares, cada mes. Los mercados de valores han bendecido esta política en los últimos doce meses. China, primer inversor del mundo en deuda pública norteamericana, sigue manteniendo un 22,9% del total de dicha deuda, por importe de casi 1,3 trillones de dólares. 

El objetivo de Bernanke ha sido claro: quiere que, en 2016, la economía crezca el 3% y el desempleo haya bajado al 6,5% de la población activa. Por tanto, sigue manteniendo una política activa de bajos tipos de interés a corto plazo -que son los que la FED controla- y, hasta que no haya señales evidentes de que, crecimiento económico y empleo, van en la dirección adecuada, la FED va a mantener su relajación cuantitiva, como también anticipamos en Cinco Días a mediados de septiembre. Otra cosa es que, si la evolución de ambas variables -crecimiento económico y empleo- marca una tendencia suficientemente positiva, la FED, conforme anticipó Bernanke antes de verano, vaya paulatinamente reduciendo la compra de deuda pública, aunque no la hipotecaria, para no afectar negativamente al mercado de la vivienda o inmobiliario, que es uno de los ámbitos que ha dado más alegrías económicas a los norteamericanos.

Es muy probable que, si Janet Yellen es confirmada en el Senado, sea ella la que tenga que tomar ese tipo de decisiones, a partir de febrero de 2014. No ha hace falta insistir en sus credenciales. Ya dedicamos un largo artículo a este menester, en Cinco Días, a mediados de agosto pasado, cuando vivíamos en vivo y en directo, en Estados Unidos, los intentos de Larry Summers por mantenerse en la carrera para suceder a Bernanke. Summers "hizo lobby", intentó lo indecible por defender su posición. Incluso se decía -al menos, en Washington-, que el presidente ya había tomado la decisión de elegirle a él, porque le conocía mucho y le estaba agradecido por los servicios prestados al frente del Consejo Económico del Presidente, durante 2009 y 2010. Una mayoría de senadores demócratas y 500 economistas de prestigio, escribieron al presidente Obama, "exigiéndole" que eligiera a Janet Yellen, y descartara al ("arrogante y misógino") Summers. Yellen, mientras tanto, callaba.
 
Es judía. Es muy inteligente. Es una intelectual. Ha sido presidenta de la Reserva Federal de San Francisco. Profesora en Berkeley (California). Su tesis doctoral -Yale, 1971-, tiene por objeto "los costes y causas del desempleo", que es su obsesión: acabar con el desempleo, se entiende; por lo que, es altamente probable, sus políticas sean coherentes -que no continuistas- con las de Bernanke. Trabajó dos años en la Casa Blanca, asesorando a Bill Clinton, en el mismo Consejo Económico Asesor que, dicho sea de paso, creó Clinton y, con miembros distintos, han mantenido Bush hijo y Barack Obama. 

Muchos inteligentes se entienden bien con otras personas inteligentes. Janet Yellen está casada con un premio Nobel de Economia (2001, George Akerlof) y su hijo, es también profesor de economía en Reino Unido. Es hija de una familia humilde, trabajadora, de Brooklyn: ha ascendido, conforme a lo que el presidente Obama llama "merecida meritocracia". Nadie le ha regalado nada; todo lo ha conseguido con esfuerzo, inteligencia, tesón y trabajo. Y puede que nos regale -ella- una de las presidencias de la Reserva Federal más gloriosas de las últimas décadas: la que consolide la recuperación económica en Estados Unidos y, por ende, la del resto del mundo.

 Publicado en mi blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes, el 9 de octubre de 2013