miércoles, 9 de abril de 2014

España y la nueva economía

Hay consenso en actualizar al alza las previsiones económicas para nuestro país. 2014 es el año de la recuperación. Para que ésta sea sólida, es menester evolucionar hacia la economía digital, un nuevo enfoque motivador hacia los negocios, apostar por la sostenibilidad y lo social, potenciar la industria, apoyar la pyme, aumentar la financiación, e impulsar la internacionalización de la empresa española y las exportaciones. Y, con los datos positivos, promover la esperanza y la confianza en nosotros mismos, los españoles.

Hace menos de un mes, en febrero de 2014, se produjo una prodigiosa convergencia en las previsiones económicas para nuestro país: el consenso de organismos internacionales y de fuentes de información patrias (Banco de España, Gobierno, Funcas, Servicios de Estudios de grandes entidades financieras como La Caixa y BBVA, etc) convenía que España crecería, en términos de Producto Interior Bruto (PIB) un 1%, este año.

Muy poco después, los mismos analistas internacionales (FMI, Comisión Europea, OCDE) coincidían con los servicios de estudios nacionales en actualizar al alza esas previsiones económicas, elevándolas al 1,2% para 2014. Muy recientemente, el Banco de España, en su Boletín Económico de marzo de 2014, pone su firma a dicho crecimiento, en línea con FUNCAS y con la patronal, la CEOE. Todos coinciden, además, en afirmar que, entre este ejercicio y el siguiente, habrá creación neta de empleo: en torno a 400.000 nuevos puestos de trabajo, entre 2014 y 2015, dicen esas fuentes de información. Los datos de desempleados inscritos en los Servicios Públicos de Empleo (SPEE, antiguo INEM) correspondientes a febrero de este año, ya advertían un cambio de tendencia, por el que se empieza a dejar de destruir empleo neto, y se empieza a crear empleo neto. Como se deduce de la anterior frase, lo importante es –perdón por la redundancia-, el “saldo neto”. En ese sentido, descontado el efecto de la estacionalidad, se estaría creando empleo neto en nuestro país desde hace seis meses y, en los últimos doce, ya habría 61.000 cotizantes nuevos a la Seguridad Social. Cierto, son datos exiguos, que se quedan cortos para una sociedad con 4,8 millones de parados inscritos en los servicios públicos de empleo y, 5,9 millones de desempleados, según la Encuesta de Población Activa (EPA), que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE).

A la vista de estos datos y, tras más de seis años de crisis, podemos optar por quedarnos con los datos negativos y caer en el pesimismo o, como fruto de una decisión libérrima, agarrarnos a los incipientes datos positivos, al objeto de potenciar, si no el optimismo, al menos, fomentar la esperanza que deriva en la necesaria confianza, tanto individual como colectiva, que necesitamos para salir de la crisis, abandonar la recesión y volver al crecimiento económico.

Los datos, lo que algunos llaman con desdén “las estadísticas”, nos dicen que España abandonó la recesión en la segunda mitad de 2013: la economía creció el 0,1% en el tercer trimestre y el 0,2% en el cuarto. El Banco de España pone de manifiesto que ya se produjo un repunte del consumo interno y prevé que esta tendencia se consolide suavemente en el primer trimestre de 2014. BBVA Research afirma que España crecerá el 0,4% en los tres primeros meses del año.

Si en 2013 aumentó un tanto el consumo interno, fundamentalmente tiraron de la economía las exportaciones, que en el conjunto del año crecieron el 5,2%, reduciendo a la mitad el déficit comercial. Cada vez más, España necesita menos financiación exterior, lo cual es una excelente noticia. España exportó bienes y servicios por casi 240.000 millones de euros y ya fueron 140.000 las empresas españolas que exportaron, fundamentalmente a la Unión Europea, pero también a otros destinos. El gran reto no es ya que exporten las grandes empresas, sino que lo haga la pyme, que es el 99,88% de nuestro tejido empresarial y el 63% del empleo, según datos del DIRCE que elabora el INE, y que fueron hechos públicos este mismo mes, correspondientes al 1 de enero de 2013.

Como indica un estudio de la aseguradora Mapfre, ahora lo que necesitan las pymes para exportar es asesoramiento, puesto que el 38% de ellas lo intentan sin ningún tipo de ayuda –ni asesoramiento, ni financiación-, y muchas fracasan desgraciadamente en el empeño.

Crecer rápido gracias a la economía digital

Una encuesta reciente del INE ponía de manifiesto que el entorno económico, la crisis, la falta de financiación eran frenos para la expansión de las pyme. Es ahí donde hay que poner énfasis para que la economía española inicie el despegue. César Alierta, presidente de Telefónica, enmarcó muy bien la cuestión cuando, en el Foro Económico celebrado en Bilbao a principios de marzo (Foro Global España 2014), afirmó que, en habiendo ya desaparecido las suspicacias internacionales que despertaba la economía española, ahora el reto es conseguir “un crecimiento rápido”. El presidente de la primera empresa de España no habla solamente de crecimiento, sino de crecimiento rápido: ahí está la esencia de la cuestión, la piedra angular sobre la que fundamentar esa creación de empleo –fuerte y estable- que todos deseamos.

¿Cómo conseguirlo? Con un nuevo modelo de crecimiento, basado en el desarrollo de la economía del conocimiento. Se trata de un nuevo modelo productivo, en el que las nuevas tecnologías de la información juegan un papel esencial, tanto para la población general –ocio, formación, entretenimiento, educación, conectividad, movilidad, etc-, como para las empresas, puesto que pueden incrementar su productividad y su competitividad. Además, estos incrementos de productividad son más sanos que los que –a lo largo de ya seis años- ha dado lugar la devaluación salarial que ha habido en España, como consecuencia del descenso de los salarios y de los costes laborales en general.

Telefónica puede hablar de estos menesteres –nuevos modelos productivos más competitivos-, porque tiene la “autoridad” (ese concepto que se podría equiparar a “preeminencia fruto de la experiencia, el conocimiento y el ejemplo”, versus la “potestas”, el poder a secas) para hacerlo: en 2013 incrementó sus beneficios un 16,9% y está protagonizando una transformación radical de sus estructuras y orientación de negocio, para convertirse “en una telco digital líder en crecimiento y eficiencia”. Algo estará haciendo bien Telefónica cuando aparece entre las empresas más admiradas del mundo, según el prestigioso ranking de la revista norteamericana Fortune, de marzo de 2014. Más aún, Telefónica aparece en ese ranking mundial, no sólo en el listado general de empresas con más reputación, sino que, con una alta puntuación, es la segunda empresa del sector de Telecomunicaciones más admirada del mundo, por encima de otros gigantes como –por estricto orden-, Telenor, ATT, Vodafone, América Móvil, Deustche Telekom y  Nippon Telegraph & Telephone.

Telefónica está abanderando una transformación de su negocio, del sector, de la economía y la sociedad enteras, en línea con lo que ya se ha hecho en la primera economía del planeta, Estados Unidos, que nos sirve como ejemplo exitoso a imitar. Sabemos que Estados Unidos salió de la recesión en junio de 2009 y que, desde entonces, ha generado 8,5 millones de empleos netos, en buena medida gracias a la intervención de las tecnologías de la información en los procesos organizativos de las empresas, y en sus operaciones.

No en vano –la última, la semana pasada-, la mayor parte de las reuniones del presidente Obama con empresarios, tienen lugar con primeros ejecutivos de empresas tecnológicas emblemáticas del Silicon Valley. Asistente habitual a dichas reuniones con Barack Obama es Eric Schmidt, autor, junto con Jared Cohen, de la obra reciente “The new digital age: reshaping the future of people, nations and business” (La nueva era digital: transformando el futuro de la sociedad, los países y los negocios), publicado por Alfred a. Knopf, en 2013. El título lo dice todo y tiene la credibilidad de venir de la mano del presidente de una empresa significativa y pionera del Silicon Valley. Es una transformación que también está llevando a cabo una empresa española, igualmente emblemática, como Telefónica, en nuestro país y en los mercados internacionales en los que opera. Admiro profundamente Estados Unidos y sus negocios, pero creo que los españoles tenemos sobrados motivos para sentirnos orgullosos de nosotros mismos: si no, seguramente, Telefónica no estaría presente en el listado de empresas más admiradas del mundo de la revista Fortune (marzo 2014, aunque también destacó en 2013).

Los norteamericanos, incluso antes de salir de la recesión, ya tenían muy claro el camino para recuperar el crecimiento rápido, del que hablaba muy bien César Alierta. En mis habituales viajes por Estados Unidos entre 2009 y 2013, he podido acumular hasta 300 libros de economía que anticipaban con certeza la hoja de ruta que hay que seguir para tener éxito. Por citar solo algunos (menciono tres obras, solamente, de entre trescientas…, por mero sentido común), “After the music stopped” (Cuando paró la música, de Alan S. Blinder, 2013, The Penguin Press), “Capitalism 4.0” (Anatole Kaletsky, 2010, Public Affairs in paper), “Macrowikinomics” (Don Tapscott y D. Williams, 2010, Altantis Books)…: todos estos libros hablan de la necesaria transformación de los negocios hacia el entorno digital, como la mejor forma de conseguir ese “rápido crecimiento” al que aludía César Alierta. Los norteamericanos, además, optaron –como casi siempre, en su caso-, por ver el lado bueno de las cosas, la botella medio llena, con ese espíritu emprendedor que les caracteriza y que, cuando se convive con ellos, es contagioso.

Por eso, me parece muy oportuno citar aquí el segundo libro autobiográfico del presidente Obama (“The audacity of hope”, 2006, Canongate): porque los españoles –para quienes en un 81%, el paro sigue siendo la primera de nuestras preocupaciones, en marzo de 2014-, estamos muy necesitados de “esa audacia de la esperanza” de que habla Obama: necesitamos creer más en nosotros  mismos y en nuestras posibilidades. Y, esto, en mi opinión, no es engañarse al solitario, sino decidir cambiar de actitud, con fortaleza, con reciedumbre, con esfuerzo, que a todos cuesta.

Nueva actitud hacia los negocios

En ese sentido y a este respecto, es muy adecuada la obra del magnate estadounidense de los negocios, Donald Trump, “Think like a champion: an informal education in business and life”, 2009, Vanguard Press (“Piensa como un campeón: una educación informal para los negocios y la vida). Me consta que, en Europa, y en España, hay prejuicios hacia el enfoque que tienen los norteamericanos sobre los negocios: son agresivos y quieren ganar. Considero esa actitud como una enorme virtud y hasta publiqué un libro económico y empresarial sobre el tema, titulado “Éxito con o sin crisis” (2012, LID): si los negocios van bien –menuda obviedad-, se genera riqueza y empleo: ¿y acaso no es esto lo que todos queremos para España?

Para ello, es necesario un cambio fuerte de actitud hacia el mundo de los negocios, en España: es un cambio psicológico, social y sociológico, que derive en comportamientos nuevos. En agosto de 2011 tuve la ocasión de conocer a Donald Trump, en la torre que lleva su nombre, en Nueva York. Me contó la siguiente anécdota: en un seminario con directivos europeos, pidió que levantaran la mano aquellos que se consideraban “vendedores”; muy pocos elevaron sus brazos. En cambio, un bosque de manos se vio, cuando preguntó quiénes se consideraban “consultores”: prácticamente todos. “En Europa, ser vendedor está mal visto; por eso todos quieren identificarse con la profesión tan prestigiosa de consultor”. Trump hizo la misma pregunta en otra convención de directivos en Estados Unidos: a la pregunta de quiénes se consideraban vendedores, levantaron orgullosos la mano, la práctica totalidad de los asistentes.

Vender es hacer negocios y no solo no hay nada que objetar a ello, sino todo lo contrario. Por eso, me parece tan relevante el profundo cambio que otra empresa española está queriendo llevar a cabo en sus estructuras internas, que afectarán positivamente a toda la sociedad: El Corte Inglés, que es líder en España en financiación al consumo y que se está expandiendo exitosamente al negocio digital del comercio electrónico, sin nada que envidiarle al gigante Amazon, está poniendo en marcha un nuevo sistema de incentivos para sus vendedores. Parece mentira que, a estas alturas del siglo XXI haya que recordar en España que, a mayor motivación, más incentivos tenemos las personas para querer conseguir objetivos. En el caso de El Corte Inglés, a más ventas, los más de 60.000 vendedores que tiene, también cobrarán más dinero. No me puedo imaginar a nadie que tenga algo que objetar ante algo tan manifiestamente bueno como esta política. Quizá alguien pudiera decir: ¡eso es capitalismo! Mi respuesta sería, “bienvenido al mundo de los negocios del siglo XXI”. En la medida en que El Corte Inglés es una de las más importantes empresas de nuestro país, y líder en el sector de Distribución –uno de los que más confianza infunde en la población general, especialmente en ese 51% de la sociedad que conforman las mujeres-, sus actuaciones en este contexto tienen un valor ejemplar esencial.

Qué mejor que incentivar el consumo interno, sin descuidar el ahorro. Algunas buenas noticias recibimos: en enero y febrero, España ha batido récords en la entrada de turistas extranjeros (FRONTUR, encuesta del INE), pero también se ha incrementado el turismo nacional: en total, más de seis millones de turistas o lo que es lo mismo, un incremento del 13%. En AENA, que conoce el tráfico en aeropuertos, nos dicen que en los dos primeros meses del año, el tránsito de viajeros se ha incrementado el 2,4%, tras muchos meses de caídas. El sector del automóvil “tira para arriba” de la economía, desde distintos puntos de vista: aumenta la producción (9%), en febrero; aumentan las matriculaciones (7%) y aumentan las exportaciones. El Plan PIVE 5, sin lugar a dudas, ayuda a incentivar la demanda en la compra de coches.

Otros sectores quieren seguir el mismo patrón de comportamiento, como el tecnológico, que quiere un Plan Renove para remozar el parque tecnológico empresarial en España. Hay que tener en cuenta que, según la consultora IDC, la venta de ordenadores se redujo en España en 2013 un 24,9%: la industria (Intel, HP, Microsoft, etc) quiere poner en manos de los consumidores y las empresas los mejores y nuevos equipos a precios mucho más asequibles. De conseguirlo, se daría un paso de gigante en la construcción de la economía del conocimiento, cuando el INE (marzo de 2014) nos dice que el 68% de los españoles entre 18 y 74 años acceden ya a Internet, según su retrato sociodemográfico del internauta español. Otras empresas tecnológicas, como SAGE, ponen foco en ayudar a la pyme a ser más productiva y competitiva, al incorporar las tecnologías de la información a sus procesos.

Financiación, sostenibilidad y responsabilidad social

Si a las pymes españolas no les va bien, no lograremos el crecimiento económico rápido de que hablaba el presidente de Telefónica. Bien está el componente digital y tecnológico, ya comentado; también, el cambio cultural y sociológico orientado a la consecución de objetivos y resultados. Ahora bien, sin financiación para las pymes, no hay nada que hacer. El expresidente de la Reserva Federal norteamericana, Ben Bernanke, lo deja meridianamente claro en su obra “The Federal Reserve and the financial crisis” (La Reserva Federal y la crisis financiera; Princeton, 2013): Estados Unidos no hubiera remontado su peor recesión desde la Gran Depresión de 1929, de no haber sido gracias a la intervención de dos componentes esenciales: las tecnologías de la información en las empresas y, en otro orden de cosas, la financiación necesaria.

En el caso de España –mucho más que en el resto del mundo desarrollado-, nuestras pyme dependen más de la financiación bancaria que de cualquier otro tipo de financiación (80% en España; 50% en Alemania; 30% en Estados Unidos). Quizá, por eso, estamos viendo cómo todos los bancos españoles importantes (Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Popular,  Bankinter, etc) se vuelcan en ofrecer crédito a las pyme. En su última encuesta trimestral, el Banco de España identificaba varias cuestiones interesantes a este respecto: que, por un lado, aumentaban las peticiones de crédito de las pequeñas y medianas empresas y que, por otro, las grandes entidades financieras estaban dispuestas a relajar los criterios que exigen para conceder crédito nuevo –y, de hecho, éste ya ha aumentado-. De ambas cuestiones se podía concluir que, quizá el crédito bancario a las pymes –tras varios años de caída; el 8% acumulado en 2013- podría por fin incrementarse.

Algunos bancos, en línea con esa nueva necesaria cultura que prima el querer vender rentablemente sin avergonzarse por ello, están enviando miles de vendedores especializados a las pyme para ofrecerles sus servicios. Es el caso de CaixaBank, que combina ese enfoque personalizado en la atención al cliente, con el hecho de haber recibido varios galardones internacionales por ser el banco más innovador, tecnológicamente, del mundo. En una reciente intervención pública en Londres, el consejero delegado de CaixaBank, Juan María Nin, afirmaba que, este ejercicio, 2014, sería un año de transición hacia la consecución de la mejora del margen de intereses, que estimaba, en su caso, podía incrementarse un 5%. Este dato es muy relevante, porque ese margen es el que indica –como un termómetro- cómo evoluciona la marcha del negocio tradicional bancario: se presta dinero cobrando un interés, y se remunera a quien lo deposita en la entidad financiera. La diferencia entre lo uno y lo otro es el llamado margen de intermediación: qué más quiere la banca que dedicarse a su negocio propiamente dicho –conceder créditos a particulares y empresas-, y hacerlo de manera rentable. Si sale bien, es un “win-win”, donde todas las partes salen ganando, ya que quienes reciben los créditos –empresas, familias-, pueden financiar sus operaciones y sus compras, y los bancos ganan dinero, sabiendo que les serán devueltos los créditos, con intereses.

Más allá de esto, con un planteamiento estrictamente capitalista y humanista, es necesaria una nueva forma de hacer banca –al igual que antes hablábamos de una nueva forma de hacer negocios-, que introduce en la ecuación la variable de “lo social”. CaixaBank lo pone en práctica de manera concreta a través de la Obra Social de La Caixa, que en el Estudio ADVICE de éxito empresarial (2014), se identifica con “innovación, creación o mantenimiento del empleo, sostenibilidad, contribución social, proyectos sociales, promoción de la cultura y protección del medioambiente”. La Caixa dedica 500 millones de euros anuales a tales menesteres.

Son características de “la nueva economía” que, también algunos de los mejores economistas norteamericanos descubrieron ya hace años, indicando el camino a seguir: también en este punto tan importante, la bibliografía es muy abundante y llama la atención la identificación de las temáticas de las obras con las actividades de La Caixa: así, en “The Economics of enough: how to run the economy as if the future matters” (La economía de lo suficiente:  dirigir la economía como si el futuro importase; Diane Coyle, 2011, Princeton), se habla de sostenibilidad y cuidar los recursos naturales, al tiempo que se expone cómo, en el siglo XXI y, también desde el mundo de las finanzas, se puede trasladar el crecimiento económico generado por el libre mercado, a la mejora de la calidad de vida de las personas.

En “The Globalization Paradox. Democracy and the future of the world economy” (La paradoja de la globalización. Democracia y el futuro de la economía mundial; Dani Rodrik, 2011, Norton) se trata de cómo conseguir un crecimiento sostenible y equilibrado, que abarca el comercio, las finanzas y el mercado de trabajo. El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz –ex asesor económico de Bill Clinton, como el autor antes mencionado, Alan S. Blinder- en “The Price of inequality” (El precio de la desigualdad, 2012, Penguin Group), expone la necesidad de un crecimiento equilibrado para todos, en que se cierren las brechas sociales abiertas por la crisis económica, no “tirando para abajo a los de arriba”, sino fomentando el emprendimiento y el fortalecimiento de la clase media. Ciertamente, con un enfoque más templado y moderado que su colega Paul Krugman en “End this depression now!” (¡Acabad con esta depresión, ya! 2012, Norton), también nobel en Economía.

Y, en la misma línea de promover el desarrollo económico y social, los economistas Laurence J. Kotlikoff y Scott Burns, explican las recetas de un crecimiento económico que no hipoteque a las generaciones futuras: ni, por un lado, penalice a nuestros mayores, que merecen pensiones dignas en la vejez, ni, por otro, ponga el peso de una enorme deuda sobre los hombros de los jóvenes, evitando por tanto “The Clash of Generations: Saving ourselves, our kids and our economy” (El choque generacional: salvarnos nosotros, nuestros hijos y nuestra economía; 2012, MIT Press). Por último, en “Return to prosperity” (Vuelta a la prosperidad; Arthur B Laffer y Stephen Moore, 2010, Threshold Editions) se pone énfasis en potenciar la industria, para que “América pueda recuperar su posición económica de superpotencia”: por la misma regla de tres, La Caixa muestra su apuesta por España gracias a su cartera de participadas, con empresas importantes como Abertis, Gas Natural Fenosa, AGBAR o Repsol, entre otras, todas ellas compañías líderes en sus sectores de actividad.

Abertis es un caso emblemático: cuando corren ríos de tinta en España sobre el rescate público de las autopistas de peaje, resulta que la compañía menos afectada por esa cuestión, es la empresa líder mundial en gestión de infraestructuras, Abertis, con el mayor número de kilómetros en autopistas de peaje del mundo. Es la ventaja de ser una compañía fuertemente internacionalizada, presente en muchos países, tan dispares como Francia o Chile, pero expandiéndose a nuevos mercados como el australiano. Abertis es paradigma de las empresas del IBEX-35, columna vertebral de nuestra economía, puesto que, las ventas de las compañías que están en ese mercado de valores, se incrementaron un 3% de media el año pasado y, en conjunto, dos tercios del negocio lo hicieron fuera de España. En el caso de las empresas constructoras (OHL, Ferrovial, ACS, FCC, Acciona, Sacyr), se ha llegado a contabilizar que, en 2013, el 84% de sus pedidos vinieron del exterior, según diversas fuentes.

No cabe ninguna duda que queda mucho camino por recorrer. El desánimo en la población, tras muchos años de crisis, es grande. No pueden ignorarse problemas tan grandes como el desempleo. Pero, si no hay esperanza, España no volverá a crecer. Y la esperanza debe apoyarse en hechos concretos, para apalancarse en ellos. Estos hechos son los datos positivos que nos ofrece la economía española. Y el ejemplo de tantas grandes empresas nacionales –hemos mencionado algunas-, que marcan el camino a seguir, como hoja de ruta que ya han aplicado exitosamente, la economía y la empresa norteamericanas.

Publicado previamente en El Confidencial Digital el 28 de marzo de 2014

Obama, Estado de la Unión 2014

“En resumen, es este espíritu el que ha hecho que la Nación Americana haya progresado. Es el espíritu de ciudadanía, de sentido de pertenencia: el reconocimiento de que, mediante el trabajo duro y la responsabilidad personal, podemos perseguir nuestros sueños individuales y, al mismo tiempo, confluir como una gran y única familia norteamericana, que garantice que la siguiente generación también pueda perseguir sus propios sueños”.

Éste es el contexto en el que el presidente Obama dio el 29 de enero de 2014 su Discurso sobre el Estado de la Unión. Es una llamada a la acción para seguir transformando Estados Unidos, no solo para la generación actual, sino también para la siguiente generación. Es un enfoque con ecos “kenedianos” (“not only peace for our time, but peace for all times”). 

Como todos los imperios, el estadounidense tiene vocación, intención de permanencia. Y, como todos los imperios que no desean tener pies de barro, el norteamericano sabe que ha de tener muy sólidos fundamentos económicos. Por eso, el presidente Obama ha empezado su discurso hablando de la economía. Máxime, cuando sabe que a sus conciudadanos lo que más les ocupa y les preocupa es la economía. En la tercera semana de enero, el índice de confianza económica de Gallup mostraba su mejor registro en cinco años, al aumentar 13 puntos.

Obama comenzó su discurso recordando que, tras cinco años de recuperación económica, se han creado más de ocho millones de puestos de trabajo en los últimos cuatro años. El crecimiento del último trimestre de 2013, en términos PIB, fue del 4,1% y la tasa de paro ha descendido al 6,7%. Es mucho el camino que se ha recorrido –en sentido positivo-, desde que Obama tomó posesión por vez primera, en enero de 2009. Pero, para los estándares americanos, todo lo que no sea pleno empleo es poco menos que una hecatombe. Su mentalidad, su modelo productivo, su estilo de vida, el consumismo, la estructura del mercado de trabajo, la ética calvinista y protestante que alaban el trabajo esforzado, hacen que la sociedad americana esté siempre tensionada, estresada y aspirando siempre a algo más, a algo mejor.

Obama reclama la primacía económica mundial para Estados Unidos, destacando que su país es el primer destino de inversión mundial, y no China. El crecimiento económico estadounidense ha de basarse en unas cuantas premisas básicas: énfasis en la manufactura y la producción –especialmente en el sector tecnológico-, ayuda a las pyme, impulso a la exportación, utilización intensiva de las tecnologías de la información en la empresa, apuesta por la energía y aplicación de la reforma de la inmigración. Hay quien ha puesto el acento en que Obama ha dicho que va a gobernar usando sus poderes ejecutivos (por decreto ley); otros han afirmado que el discurso de Obama ha sido genérico, ambiguo y falto de sustancia. Ni lo uno, ni lo otro. 

Desgranar más de hora de discurso supone identificar una hoja de ruta concreta de actuación gubernamental para 2014. Y, cuando Obama ha hecho referencia a sus poderes ejecutivos –sin olvidar que Norteamérica es un país “presidencialista”-, su intención era remover las conciencias de los congresistas y senadores republicanos que han estado boicoteando durante 2013 una buena parte de sus iniciativas políticas: desde la reforma de la inmigración, a la aprobación de un nuevo presupuesto federal, sin el cual, el gobierno tuvo que cerrar sus puertas quince días a mediados de octubre de 2013. Obama quiere liderar con el concurso del resto de la clase política, ya de por sí desprestigiada debido al obstruccionismo político que impide que “las cosas se muevan”. Obama es consciente de que es necesario reconstruir la confianza entre políticos y la población general. Y esto supone acción, más que palabras. Por eso, Obama ha definido 2014 como “un año para la acción”.

La reforma de la inmigración fue promesa electoral no cumplida en su primer mandato. El 78% de los hispanos-latinos (son ya el 13% del electorado, un punto por encima de los afro americanos) votó a Obama en 2008 y en 2012. Cincuenta millones de hispanos “legales” ansían ver cumplida la promesa de Obama, al igual que otros once millones de latinos “ilegales”, que trabajan, pero no pagan impuestos. En junio de 2013, senadores republicanos y demócratas alcanzaron un acuerdo para sacar adelante la reforma, pero los congresistas conservadores pararon la medida en la Cámara de Representantes. Según los cálculos de Obama, los beneficios de conceder un estatus legal a los 11 millones de latinos inmigrantes ilegales “consisten en una aportación de 1 trillón de dólares a lo largo de dos décadas en reducción del déficit público”. El incremento de la recaudación, mediante la actividad económica, pero sin aumentar los impuestos, es uno de los objetivos de Obama y, así, reducir el déficit de manera equilibrada.

Obama insistió mucho en la movilidad social, que ha sido siempre el fundamento del sueño americano. Sin embargo, en los últimos años, tanto los de la recuperación como en los previos de la crisis, se ha ensanchado la brecha de la desigualdad social, “puesto que los beneficios empresariales y la bolsa han subido, pero los salarios de los trabajadores han bajado: la gente, cada vez, tiene que trabajar más para conseguir menos cosas: esto está afectando negativamente a la clase media”. En esto, Obama se apoya mucho en estudios como los realizados por el premio nobel de Economía y ex asesor económico de Bill Clinton (“The Price of inequality” de Joseph Stiglitz). Para reducir diferencias entre ricos y pobres, Obama quiere aumentar el salario mínimo de los trabajadores públicos, por decreto ley, si es necesario.  El presidente quiere “honrar el valor del trabajo”, reconociendo de facto la igualdad de salarios para hombres y mujeres en trabajos de similares condiciones. Obama no es marxista: quiere elevar a la gente de abajo, sacándola de la pobreza, sin tirar por tierra a los que ya están arriba, buscando, eso sí, un cierto equilibrio, que se traduce en el fortalecimiento de la clase media.

Obama es consciente de que el índice de aprobación de su gestión es bajo (43,5%) y el índice de desaprobación es mayor (51,6%). Por estas fechas, su predecesor, George Bush, se encontraba en una situación peor, versus Bill Clinton, que mantuvo hasta que se supieron sus problemas extramaritales, unos muy altos niveles de popularidad. Por eso, Obama ha continuado poniendo énfasis en lo que importa a los americanos, la economía. El presidente ha explicado el papel que cumple la innovación como dinamizador económico. La energía ha de cumplir su papel, también: según Obama, “América, está más cerca que nunca de ser independiente desde el punto de vista energético”; Nixon, ya en 1969, se propuso este objetivo y, hoy, Obama lo ve más cerca gracias al gas natural propio, que reduce la dependencia del petróleo de países del Golfo Pérsico. El gas, además, contamina menos y es, por tanto, un elemento importante en la “lucha contra el cambio climático”.

El resto del discurso de Obama ha sido una declaración de intenciones de lo que quiere conseguir durante los tres próximos años. El presidente apuesta por la educación como instrumento para alcanzar la movilidad social. Obama quiere que los trabajadores puedan ahorrar para la jubilación. Desea una renovación del seguro de desempleo, para que no desincentive la búsqueda de trabajo. Obama otorga una enorme importancia a la formación para la fuerza de trabajo, haciéndola más productiva y competitiva, así como la educación para los jóvenes, como preparación esencial para el futuro: formación y educación no son en Estados Unidos peones de ajedrez de la política con minúsculas, sino puntas de lanza de la competitividad de la economía del conocimiento.

Obama quiere estimular la cooperación entre el gobierno, la universidad y la empresa privada en la generación de empleos de calidad en las tecnologías de la información. Con datos de la Reserva Federal, Obama – como Bill Clinton- puede afirmar que un empleo de manufactura en tecnologías de la información genera otros 16 de apoyo. La OCDE o el Informe de Competitividad de Davos avalan los mismos datos. Obama quiere que América siga siendo la primera potencia investigadora del planeta y que se siga inventando y produciendo tecnologías de la información en suelo americano. Esto lleva consigo un fuerte impulso a la gestión de infraestructuras, que manifiesta el grado de desarrollo de una economía y una sociedad. Y, también, el empuje a las superautopistas de la sociedad de la información, con la ayuda de empresas como Apple, Microsoft, Sprint y Verizon, y otras empresas privadas.

Obama ha dedicado poca atención a la política exterior o internacional. Ha dejado clara la “finalización de la guerra de Afganistán, este año” y la imperiosa necesidad del uso de la diplomacia, y no de la fuerza, con Irán, para impedir que el país persa desarrolle un arma nuclear que amenace tanto a sus aliados árabes (Jordania, Arabia Saudí) como a su principal amigo en Oriente Medio, Israel, cuya seguridad quiere garantizar. Citando a Kennedy, y a Reagan, que “negociaron con potencias muy superiores a Irán” (en referencia a la Unión Soviética), Obama quiere tener las manos libres para llegar a un acuerdo con Irán que impida su consecución de un arma nuclear. El evitar una guerra con Irán no solo será bueno para la economía –las guerras a largo plazo, en América, aumentan exponencialmente el déficit público, como pasó con Vietnam, Irak y Afganistán-, sino también para la estabilidad geopolítica mundial.

Publicado previamente en el Blog de Cinco Días EE.UU y Mercados Emergentes el 29 de enero de 2014

En 2016, pleno empleo en Estados Unidos

Con el actual ritmo de generación de puestos de trabajo, la economía norteamericana alcanzará el deseado objetivo del pleno empleo en 2016. Para ello, la tasa de desempleo deberá ser del 5%, que es la medida estándar que utilizan los economistas. A finales del año que viene -2014- la tasa de paro será del 6,4%, bajando al 5,7% cuando termine 2015. Confiamos mucho en las predicciones de ADVICE Strategic Consultants, que se han demostrado acertadas en los últimos cinco años.

La actual tasa de paro en Estados Unidos es del 7%, la más baja en cinco años. En octubre de 2009, siendo Obama ya presidente, era del 10%. La generación de empleo en los últimos doce meses ha sido notable: una media mensual de 195.000 nuevos puestos de trabajo. En el último cuatrimestre, hubo 200.000  nuevos empleos mensuales en tres de los cuatro meses: noviembre, último mes medido, "produjo" 203.000 nuevos empleos. Todos estos datos son positivos en sí mismos. Y van en la dirección de conseguir los objetivos que se ha propuesto la Reserva Federal de reducir el desempleo al 6,5%, antes de acabar con la compra de bonos (85.000 millones de dólares todos los meses, entre deuda pública e hipotecaria). Los tipos de interés a corto plazo seguirán cercanos al 0% y, la inflación, muy por debajo del 2% (hoy, en el 0,7%).

Pero, hay que vivir en Norteamérica para, metiéndose en la piel de los estadounidenses, comprender por qué, desde el partido demócrata y del republicano y, sobre todo, desde la perspectiva de la ciudadanía, estas mejoras en el mercado de trabajo son claramente insuficientes. Para los americanos, todo lo que no sea pleno empleo es sinónimo de fracaso. Por eso añoran épocas doradas en que sí hubo pleno empleo, como sucedió con Kennedy o, más recientemente, con Bill Clinton.

Además, persisten desequilibrios importantes en el mercado de trabajo norteamericano. La tasa de paro entre los que no tienen estudios es del 10,8%. Entre los afro americanos, el desempleo es del 12,5%, el doble que entre los blancos. Los hispanos viven una situación francamente mejor, motivo por el que los dos grandes partidos estarán dispuestos a llegar a un acuerdo sobre la reforma de la inmigración, dado que hay 11 millones de latinos trabajando en situación ilegal que, de ser "naturalizados", pagarían impuestos y seguridad social, generando ingresos vitales en momentos delicados de reducción del déficit público.

Aunque Estados Unidos tiene una gran capacidad para endeudarse -la historia nos dice que las recuperaciones económicas posteriores a las recesiones, absorben los déficits generados y que la mayor actividad económica produce más ingresos, vía más recaudación de impuestos-, la necesaria reducción del déficit público a largo plazo (una década) ha hecho posible que republicanos y demócratas alcancen un acuerdo sobre el presupuesto de 2014, el primero que se produce en condiciones normales desde agosto de 2011.

Hay que tener en cuenta que 2014 es año electoral, porque se renovarán parcialmente las cámaras de Senado y Cámara de Representantes en noviembre de ese año. Congresistas y Senadores tienen un índice de aprobación del 10%, versus el 42% del presidente Obama. "Nadie" quiere enfrentarse al electorado, si puede ser acusado por el contrincante político de ser el causante de otro cierre del gobierno, por ejemplo, como sucedió en la primera quincena de octubre de este año.

Y, los efectos del llamado "Sequester" en la economía, han sido devastadores: han restado, como ya anticipamos en Cinco Días hace un año, exactamente, un 1,5% de crecimiento anualizado. Aún así, los datos de crecimiento económico del tercer trimestre han sido buenos: el 3,6% en PIB, versus el 2,8% inicialmente estimado. Aunque muchas empresas se han quitado de encima inventario, adelantando ventas que podrían restar crecimiento al cuarto trimestre, hay que tener en cuenta que, éste, coincide con la campaña de Navidad, cuando el consumo es más elevado y que, esto, podría dar sorpresas positivas.

En el tercer trimestre del año, los beneficios de las empresas, después de impuestos, aumentaron el 5,8%, lo que podría presuponer que los empresarios están más dispuestos a contratar e invertir más. Los salarios aumentaron el 2%. El gasto público se incrementó el 1,7% y el consumo doméstico subió el 1,4%.

En Estados Unidos, por mucho que se mejore, siempre habrá motivos para querer que las cosas vayan mejor. Está en su ADN. Por eso, no tiene sentido presuponer o prejuzgar (=ideas preconcebidas o prejuicios) lo que vaya a hacer la FED en sus reuniones del 17 y 18 de diciembre. Los norteamericanos siempre querrán "más y mejor", por lo que la FED mantendrá su política de estímulos hasta conseguir su objetivo. Esto beneficiará al candidato demócrata a las elecciones presidenciales de 2016. La presidencia de Obama, está ya encauzada: su legado será haber puesto la economía en orden tras la dura recesión de 2007-2009. Los réditos los recogerá su sucesor, en forma de ganancia electoral. Podría bien ser Hillary Clinton, si se lanza de nuevo a la carrera electoral, cuando llegue el momento.

Publicado previamente en el Blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes el 16 de diciembre del 2013

EEUU generó 204.000 empleos: moderado optimismo y prudencia

La tasa de paro norteamericana, en el mes de octubre, subió 0,1%, del 7,2% al 7,3%, debido al aumento de desempleados buscando trabajo que se han declarado como tales y a los efectos del cierre parcial del gobierno. En octubre, eran 11,3 millones de personas las que se encontraban en situación de desempleo. De ahí sale la tasa de paro del 7,3%. Si -con un tipo de medición que no utilizamos en España-, se tiene en cuenta a los desempleados desanimados que ya no buscan activamente empleo y, los que trabajando a tiempo parcial, desearían hacerlo a tiempo completo, la tasa de paro subiría al 13,8%.

Y, sin embargo, Estados Unidos, su economía, siguió generando empleo. 204.000 nuevos puestos de trabajo, para ser exactos. Si no hubiera sido por el cierre parcial del gobierno que tuvo lugar durante las dos primeras semanas de octubre, que mandó a sus casas a cientos de miles de funcionarios, cabe prever que la tasa paro se habría reducido y se hubieran creado casi 50.000 empleos más. Nada es suficiente, sin embargo, para la primera economía del planeta, deseosa de volver al pleno empleo.

"La economía se está fortaleciendo y esto se manifestará positivamente en 2014" afirman desde Citigroup, Morgan Stanley o JP Morgan. Se crece a ritmos del 2,5-2,8% en PIB y, de media, se crean 190.000 puestos de trabajo mensuales. Son cifras positivas, sí, pero no lo suficientes como para que la Reserva Federal decida en el corto plazo aumentar los tipos de interés a corto plazo o reducir la compra de bonos mensuales (85.000 millones de dólares, entre deuda pública e hipotecaria). El actual presidente de la FED dice que los estímulos deben mantenerse, hasta disponer de nuevos y más datos. Y la que será su sucesora, Janet Yellen, está de acuerdo. La moda es un moderado optimismo aderezado de altas dosis de prudencia.

Publicado previamente en el blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes el 15 de noviembre de 2013

Empresa española estratégica, para economía y recuperación

El Foro Global España 2014 certificó la defunción de la recesión en España, y declaró el inicio de la recuperación. Dejando claro, eso sí, que será un camino lento, con sacrificios, donde el reto más importante es la reducción del desempleo; condición sine qua non para conseguir este último objetivo, se dijo en Bilbao, sede del encuentro, es seguir haciendo reformas.

Más relevante que aquellas, incluso, para estimular el crecimiento económico, fue esta declaración: “Son las empresas las que generan riqueza y empleo”. Las normas jurídicas, por sí solas, no suscitan, ni lo uno ni lo otro, a no ser que vayan acompañadas de una cultura del emprendimiento, como la norteamericana, donde no solo no se demoniza al empresario y, menos aún, a la empresa, sino que se le conceden todas las facilidades para que consiga esos dos nobles cometidos, de los que tan necesitada está España: crecimiento y empleo.

El papel de la empresa, aquí, es esencial, como pusieron de manifiesto esas instituciones que dijeron que, en 2014, España vuelve al crecimiento: el FMI, la OCDE, la Comisión Europea, el Banco de España, el INE o Servicios de Estudios privados (Caixa, BBVA). Las previsiones convergen hacia un crecimiento del PIB en 2014 del 1%, con tímida creación de empleo.

Puesto que fuentes de información autorizadas han enfatizado el sustancial valor de las empresas para generar riqueza, hemos querido medir qué grandes empresas españolas son estratégicas para la economía de nuestro país y la recuperación económica. El estudio de nuestra compañía sobre el éxito empresarial identifica empíricamente qué empresas son más exitosas, conforme a parámetros objetivos y metodología cuantitativa.

Según el estudio, en el primer trimestre de 2014, los españoles consideran que las empresas españolas más estratégicas para nuestra economía y más relevantes para la recuperación (crecimiento económico y empleo) son Telefónica, en primer lugar, que trasciende su sector; en gran distribución, El Corte Inglés, Inditex, Mercadona y Mango. En bancos, CaixaBank (La Caixa), Santander y BBVA. En energía, Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Endesa y Repsol. En gestión de infraestructuras, Abertis, Ferrovial, OHL, ACS, FCC, Sacyr y Acciona. En automoción, SEAT. En aerolíneas, Iberia. En Seguros, Mapfre.

Hay más sectores y empresas, pero éstas son las primeras. El 73,6% ha citado, al menos, una gran empresa española, que considera estratégica para nuestra economía. Además, hay siete grandes empresas (Telefónica, Santander, El Corte Inglés, La Caixa, Mercadona, BBVA y Mapfre) que están en la mente de más del 99% de los españoles.

En general, la referencia positiva a esas empresas ha sido relativamente mayor entre hombres, personas entre 25 y 54 años, con estudios superiores; profesionales y directivos. Aquellos que trabajan en gran empresa española o tienen familiares. Los residentes en poblaciones entre 10.001 y 50.000 habitantes.
Hay dos sectores vinculados con éxito: telecomunicaciones y gran distribución (el primero, más entre los hombres; el segundo, más entre las mujeres).

Telefónica, que lidera telecomunicaciones, influye positivamente por los enormes volúmenes de inversión, por su contribución directa al PIB (en línea con la OCDE o el World Economic Forum, doblar la fibra óptica supone incrementar el PIB un 0,3% anual); la innovación –principal factor para salir de la crisis–, la generación de empleo y el posibilitar vivencias esenciales para la población general (movilidad, conectividad, educación, diversión, etc) y las pymes (aumentos de productividad y competitividad). Telefónica es el gran campeón nacional, primera empresa española, aunque, adicionalmente, sea gran jugador mundial y primer operador europeo.

Gran distribución inspira confianza en la sociedad, y está presente en la vida de las personas y empresas, tanto en períodos de crisis como de bonanza. En un sentido, destaca primero El Corte Inglés, seguida por Mercadona; en otro ámbito, sobresalen Inditex y Mango. Algo notable: frente a la tradicional identificación de El Corte Inglés con sus centros comerciales, una gran mayoría de españoles ya considera a esa empresa como “un gigante en Internet”.

Otros sectores son considerados “necesarios”: energía, bancos, gestión de infraestructuras.

Sin energía, “las familias no tienen luz ni calor”, “la industria y las empresas no pueden funcionar”: parece obvio, pero la gente es sabia. Los españoles consideran esenciales a Iberdrola y a Gas Natural Fenosa; menos, a Endesa: cada vez pesa más su condición de “italiana”. En otros lares, Repsol.
Sobre los bancos, tres presidentes de la FED americana (Paul Volcker, Alan Greenspan y Ben Bernanke) definieron su actividad como “la sangre de la economía”: son estratégicos. Se reconoce la internacionalización de dos grandes bancos españoles (Santander y BBVA).

Dentro de España, para la sociedad, la población general y la mayoría de nuestro tejido empresarial –pyme– el banco de referencia es CaixaBank (La Caixa). Hay una realidad dual: CaixaBank es banco y, en su actividad nacional propia, es líder. Además, destaca por la Obra Social (La Caixa), reconocida hace décadas y que, desde que empezó la crisis, se entiende como parámetro de éxito, y forma de ayudar a la misma sociedad que le ha encumbrado: empleo, innovación, proyectos sociales, cultura, emprendimiento, medioambiente. La apuesta de La Caixa por España se manifiesta y concreta, también, en su cartera de participadas, a quienes afecta positivamente su relación: (Gas Natural Fenosa, Abertis, Repsol, AGBAR…).
En España, dos bancos siguen la estela de CaixaBank: Banco Sabadell –expandido en Estados Unidos– y Banco Popular, ambos con fuerte penetración en segmentos concretos.

En gestión de infraestructuras se reconoce una fuerte aportación de Abertis, en primer lugar, por ser líder mundial, y también de Ferrovial, OHL y ACS. En otro ámbito quedan Acciona, FCC y Sacyr.

Hay sectores donde sobresale un solo campeón nacional: en aerolíneas, Iberia, pues afecta al negocio turístico. En automoción, SEAT, aunque pertenezca a un grupo multinacional. En Seguros, Mapfre.
Hay más sectores (alimentación, TIC, hoteleras, etc), más empresas y, además, filiales de multinacionales. Hemos puesto foco donde lo han hecho los españoles: la gran empresa española, estratégica para nuestra economía y la recuperación.

Publicado previamente en Cinco Días el 25 de Marzo de 2014

Recuperación Económica: motivos para la esperanza

Hace meses que oímos hablar de recuperación económica, con abundancia de datos que, más adelante, repasaremos con brevedad. Sin embargo, son muchos los  que sostienen que, a pesar de las estadísticas de signo más positivo, la recuperación aún tardará en llegar a la llamada economía real, la de familias y empresas. Ambas cuestiones son ciertas: se ha iniciado la recuperación -la recesión ha llegado a su fin-, pero todavía habrá de pasar cierto tiempo hasta que las personas notemos los efectos positivos de manera tangible.

Hay dos cuestiones esenciales que vale la pena dejar claro desde el principio: primero, por qué está siendo lenta la recuperación; segundo, qué puede hacerse para acelerar la recuperación económica y que el crecimiento sea más sólido, de manera que se genere mucho empleo.

Para resolver ambas cuestiones, acudiré a lo que solía decir un gran maestro en economía y sociología: “la historia lo explica todo”. Las crisis económicas que tienen sus orígenes en problemas financieros tardan mucho más en resolverse. Este es el caso de la actual recuperación, y la tesis que sostienen los economistas Reinhart y Rogoff en su famoso estudio “This time is different” (Esta vez es diferente, Princeton, 2009), que ha inspirado las políticas económicas de la Casa Blanca: recordemos que Estados Unidos abandonó la recesión en junio de 2009 y que, desde entonces, ha crecido al 2,2% en PIB, de media, y creado 8,5 millones de puestos de trabajo. Estados Unidos es un buen ejemplo para España.

En su libro, Reinhart y Rogoff explican –tras un estudio hecho sobre 56 países en un período que abarca ocho siglos de historia económica- que las recuperaciones económicas fruto de crisis cuyo origen es financiero son, históricamente, muy lentas. La crisis que hemos vivido tuvo su origen en Estados Unidos entre 2007 y 2009 y sus raíces fueron financieras. En circunstancias normales, Norteamérica se habría recuperado muy rápidamente, pero el peso del sector financiero en ese país es muy fuerte: tan sólo los activos de los cinco grandes bancos de inversión, equivalen al 56% del Producto Interior Bruto nacional. Para los estándares americanos, su recuperación –de cinco años- ha sido lenta, aunque sostenida, y ahora, en los dos últimos trimestres de 2013, ha empezado a coger velocidad de crucero. En España, también ha habido que llevar a cabo una profunda reforma financiera (2009-2012) y, en los dos últimos trimestres del año pasado, la economía ha vuelto a crecer ligeramente.

Para saber cómo acelerar la recuperación es muy interesante leer la obra “Why nations fail” (Por qué fracasan las naciones, Crown Business, de Acemoglu y Robinson, 2012), que explica “los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza”. Los autores, dos historiadores económicos de Harvard, también estudian economías de los cinco continentes a lo largo de la historia de la humanidad. Acaban concluyendo que las naciones más libres, con instituciones más inclusivas –lo opuesto a los monopolios-, la economía de libre empresa y libre mercado, y que más apuestan por las tecnologías de la información  y la innovación, son las que más prosperan a largo plazo: en ese sentido, los autores conceden a Estados Unidos un largo período de prosperidad, mientras que expresan que China tiene solo recorrido a corto plazo, a no ser que evolucione hacia un sistema político y económico más parecido al capitalismo y democracia de occidente.

Sobre el impacto de las tecnologías de la información en la economía y en la recuperación, diremos que –en lo que a España se refiere-, es menester un cambio esencial de nuestro modelo productivo, en el que la fabricación, la industria y la innovación tecnológicas tengan un enorme peso. En su discurso sobre el Estado de la Unión (29 de enero de 2014), el presidente Barack Obama explicó la apuesta de su administración por fortalecer la manufactura tecnológica y la innovación, como palancas del crecimiento económico que genera empleos, muy especialmente entre la clase media. Estados Unidos es la patria de Microsoft, Apple, Google, IBM, Facebook, Amazon, HP y tantos otros gigantes tecnológicos sin parangón. El tejido empresarial e industrial de España, hoy, no es como el norteamericano, pero ha de tender a parecerse, asemejarse, al estadounidense. Es hora de olvidarse de los tópicos del estilo de “que inventen ellos”. También podemos inventar nosotros. Para ello, hay que apoyar la innovación y el emprendimiento. Hay ejemplos positivos de ello en la economía española.

Casos de éxito españoles

En ese sentido, hemos conocido una iniciativa de Telefónica llamada “Open Future” (“Futuro Abierto”) para detectar más y mejor proyectos innovadores llevados a cabo por emprendedores a los que apoyar. Telefónica es una empresa eminentemente tecnológica y la que más invierte en innovación en España. Esta apuesta por apoyar a emprendedores que innovan, es una forma de generar riqueza directamente a la sociedad española y, dados los muy elevados volúmenes de inversión, es algo que solo pueden hacer grandes empresas como Telefónica que, además, lleven la innovación tecnológica en su ADN. En Estados Unidos, un puesto de trabajo nuevo generado en producción crea otros 4 de apoyo. Pero un nuevo puesto de trabajo de manufactura en tecnologías de la información hace que se creen otros dieciséis empleos de soporte: es lo que en economía se llama un multiplicador de puestos de trabajo. Por eso, iniciativas como la de Telefónica tienen un fuerte impacto positivo en la recuperación económica y en el bienestar social.

La sociedad española no es ajena a las tecnologías de la información. Según el informe “La Sociedad de la Información en España 2013”, elaborado por la Fundación Telefónica, destaca que en España existen 26 millones de móviles con internet, y que un 80% de los dispositivos que se venden son teléfonos inteligentes. La cifra supone la mitad del actual parque español de líneas móviles, que es de 52 millones, según la Comisión Nacional de los Mercados y Competencia. Según este estudio, los españoles cada vez estamos más conectados a Internet: “Casi 19 millones de españoles viven conectados y consultan el móvil unas 150 veces al día”, dice. Y son casi 24,8 millones de españoles los que acceden a Internet en la actualidad, 700.000 más que el año pasado. El 53,8% de la población entre 16 y 74 años accede a Internet a diario. Las famosas redes sociales forman parte de la vida del 64,1% de los usuarios de internet, y muy especialmente, de los jóvenes (el 94,5% de los que tienen entre 16 y 24 años). El estudio resalta que la banda ancha móvil es uno de los motores del avance de la sociedad de la información, con 9,5 millones de nuevos usuarios en 2013.

El Estudio de la Fundación Telefónica rompe con los tópicos que hablan de una España retrasada tecnológicamente. La realidad es muy otra, porque las tecnologías de la información, cada vez más, forman parte de las vidas de las personas en su quehacer diario. Es necesario que esta realidad se traslade al mundo del trabajo y de la empresa. Los estudios nos dicen que nuestras pymes (el 99,88% del tejido empresarial español, según el INE) desean invertir en tecnologías de la información, para ser más productivas y competitivas -Estudio de la Radiografía de la Pyme de SAGE, 2013-. Lo que necesitan las pymes es financiación. 2014 podría ser el año en que se abra el crédito a las empresas, la tan necesaria financiación empresarial.

La reforma financiera se ha culminado con éxito, y hoy hay menos entidades en España que en 2009, pero las que existen, son mucho más fuertes. Los grandes bancos han presentado recientemente sus cuentas correspondientes a 2013 y, por lo general, han obtenido muy buenos números. Que los bancos sean rentables, que ganen dinero, es la condición previa necesaria para que el crédito a empresas y familias vuelva a fluir. Más aún, en un momento en que la sociedad pide a las grandes empresas que hagan una fuerte contribución social, el hecho de que los bancos ganen dinero hace posible esa aportación a la sociedad. Es el caso de La Caixa: CaixaBank ganó un 118,9% más en 2013, gracias a lo cual puede tener una plantilla de 32.000 empleados y una red de 5.730 oficinas, todo en España, lo que le permite atender personalmente a sus clientes, poniendo énfasis en alcanzar la excelencia en la calidad del servicio, y en la atención a las personas. Y, más aún, son beneficios que hacen posible que La Caixa dedique 500 millones a su Obra Social, de los que el 67% irá destinado a fines sociales y, el resto, a ciencia, medioambiente, cultura, educación e investigación.

Nuestra sociedad evoluciona hacia el mundo online y las grandes empresas están adelantándose a los tiempos, en España. El Corte Inglés se está convirtiendo en la primera compañía de gran distribución online de Europa, ofreciendo exitosamente miles de productos en muchas categorías, desde droguería a alimentación. Su plataforma de compraventa online no tiene nada que envidiar a la de los gigantes en Internet estadounidenses, como Amazon, y tampoco sus almacenes y centros de distribución de productos. En mis visitas a Estados Unidos siempre me había maravillado contemplar los inmensos almacenes de Amazon en el estado de Nevada. Los que tiene El Corte Inglés en Coslada para servir a sus millones de clientes que compran por Internet, no tienen nada que envidiar a los americanos.

La internacionalización y las exportaciones, se nos dice desde muchas fuentes de información, son dos de las vías de escape de la economía y las grandes empresas españolas. Quizá Sacyr tenga problemas con el Canal de Panamá, pero los medios de comunicación se han hecho eco de una potencial oferta de Abertis para comprar autopistas en Australia por un importe de 4.000 millones de euros. Abertis ya es, de hecho, la primera compañía del mundo en gestión de infraestructuras.

Si algo tienen en común Telefónica, CaixaBank (La Caixa), El Corte Inglés y Abertis es que son grandes empresas españolas, que triunfan, y que tienen un éxito que redunda en beneficio de la sociedad española, en línea con los parámetros de la incipiente recuperación económica: innovación, tecnologías de la información, financiación, contribución social, internacionalización.

Son motivos de esperanza para una economía que, en los dos últimos trimestres de 2013, volvió a crecer en positivo: el +0,1% y en +0,3%, en el tercer y cuarto trimestre del año pasado, respectivamente. No son el 4,1% y el 3,2% de la economía norteamericana, pero, por seguir estableciendo las analogías del principio sobre la evolución de ambas economías, podría decirse que España empieza a vivir ahora, los síntomas de recuperación que Estados Unidos experimentó en los inicios de la suya, en junio de 2009, cuando su PIB volvió a crecer.

2014 será el punto de inflexión positivo

Los datos disponibles apuntan a una mejora de las previsiones económicas para 2014, en España. El Gobierno, el Banco de España, el INE, Funcas, CEOE y muchos servicios de estudios nacionales e internacionales han mejorado sus expectativas sobre la economía española. El FMI prevé que España crecerá el +0,6%, el consenso de analistas sitúa el crecimiento en el 0,9% y el Gobierno lo eleva al 1% del PIB. Previsiblemente, en 2013 se cumplirá el objetivo de déficit público (6,5%), lo que haría más factible y creíble volver a conseguirlo en 2014.

Los empresarios empiezan a ver el panorama económico con ojos ligeramente más positivos. En enero, mejoró la confianza empresarial: El Indicador de Confianza Empresarial Armonizado (ICEA), cuya publicación corresponde al Instituto Nacional de Estadística (INE), subió un 0,8% en el primer trimestre de este año respecto al trimestre anterior, con lo que registró así su cuarto aumento trimestral consecutivo. Esa mejora relativa de la confianza empresarial en el primer trimestre de 2014, se debe a la mejora de las expectativas y, sobre todo, a una mejor percepción de los empresarios sobre el último trimestre de 2013. 
Concretamente, en el primer trimestre de este año, el balance de expectativas (diferencia entre las opiniones de los empresarios optimistas y los pesimistas) mejoró una décima, hasta situarse en -28,7 puntos.

La economía arroja ya algunos datos positivos, como que la producción de coches ha crecido un 9,3%, hasta 2,1 millones de vehículos, y el turismo vivió en 2013 un año récord al recibir  60,6 millones de turistas extranjeros. Si ahora es menester lograr un equilibrio con la demanda interna, los datos de la patronal del turismo son alentadores, puesto que estima que el turismo nacional remontará en 2014: en el primer trimestre, el 30% de los viajeros españoles ya ha hecho reservas turísticas (medio de transporte, alojamiento, etc) para este año.

Las exportaciones viven un buen momento. Según el INE, el 50% de los exportadores prevé que venderá más este año; teniendo en cuenta que las exportaciones ya han aumentado un 5,4% y, como consecuencia, se ha reducido el déficit comercial en un 50%. El mercado de la vivienda tiende, por fin, a estabilizarse: según Tinsa, 400.000 viviendas serían absorbidas por el mercado en los próximos 4 años, conforme aumente el crecimiento económico y se vaya reduciendo la tasa de paro. Fitch, la agencia de calificación de riesgos norteamericana, estima que los precios de la vivienda seguirán bajando en 2014 para estabilizarse en 2015.

Durante la mayor parte de 2013, se produjo una aceleración de la producción industrial y la inversión extranjera podría alcanzar 40.000 millones en 2014. Hoy, hay 12.000 empresas extranjeras que emplean en España a 1,2 millones de personas. Los precios están bajo control, puesto que la inflación cerró 2013 en el 0,3%, la tasa más baja desde 1961. Y, según el Banco de España, como fruto de la reducción de deuda, ha aumentado el índice de riqueza económico-financiera de las familias españolas, subiendo un 20% (dato de septiembre de 2013), alcanzando niveles previos a los de la crisis.

Queda mucho camino por recorrer, especialmente en el ámbito de la reducción de los elevadísimos niveles de desempleo. Pero, al menos, la economía española empieza a remontar. Y, eso se nota en el exterior: según Financial Times, “La economía española empieza a emerger de la oscuridad”. Y, en uno de sus últimos informes, el banco de inversión norteamericano Morgan Stanley afirmaba que, entre inversores institucionales, "hay miedo de perder la oportunidad de invertir en España". Como dijo su colega JP Morgan, “Spain is back”.

Publicado previamente el 7 de febrero de 2014 en El Confidencial Digital

España y EEUU: recuperación y paralelismos

Los llamados hispanistas –Henry Kamen, Joseph Pérez, J.H. Elliott, Geoffrey Parker, etc–, historiadores anglosajones, fundamentalmente, especializados en la España del siglo XVI, coinciden en varias cuestiones: destacan el sentimiento de pertenencia de los españoles a un gran proyecto, y establecen paralelismos entre la España de los Austrias Mayores (Carlos V y Felipe II) y los Estados Unidos de los siglos XX y XXI, la denominada Norteamérica Imperial, por los historiadores Nigell Hamilton (American Caesars) y Stephen Graubard (The Presidents).

El poderío norteamericano no se basa solo en sus ejércitos, sino, esencialmente, en su fortaleza económica. Cuando Obama llegó a la presidencia, tras las elecciones de 2008, su libro de cabecera era The Post American World, (Fareed Zakaria), la más destacada de las obras que, entre 2007 y 2009, trataron la supuesta decadencia de Estados Unidos a favor de potencias emergentes como China. En enero de 2014, tras una recuperación económica que dura cinco años, Obama lee otras cosas (sobre todo, encuestas, porque es año electoral). Norteamérica ha creado 7,3 millones de puestos de trabajo, desde junio de 2009 y prevé que, en 2014, generará otros 2,3 millones adicionales, con crecimiento en PIB del 3%. La renta per cápita estadounidense (ajustada la inflación y, por tanto, estableciendo paridad con el poder de compra individual) es de 55.000 dólares anuales, versus 11.000 de China, en enero de 2014. A China le queda mucho camino que recorrer para alcanzar a Estados Unidos como primera potencia económica, aunque sea ya el primer exportador del mundo.

Obama ha estrenado el año con un buen balance económico, que se inició con su propia reforma financiera: primero, salvando a los bancos en febrero de 2009, para que no arrastraran con su caída a todo el tejido productivo y, a continuación, con la famosa legislación Dodd-Frank de julio de 2010. Es posible que, si escribieran de ello los hispanistas, establecieran analogías entre la reforma financiera de Obama y las llevadas a cabo en España desde 2009 y, especialmente, en 2012. La tasa de paro estadounidense, en diciembre de 2013, descendió al 6,7%, lo que unido al crecimiento económico (media del 2,2% en los últimos cinco años y el previsto para 2014, del 3% o más) y la estabilidad de precios, llevará a la Reserva Federal a reducir la compra de activos mensual, hipotecarios y de deuda pública, paulatinamente durante este año.

Los estadounidenses se sienten orgullosos de sus grandes empresas. Durante lo más profundo de la crisis, en 2009, parecía que el capitalismo de estado chino era una razonable alternativa al capitalismo de Occidente: cuatro de las diez primeras empresas mundiales eran chinas. En 2013, las aguas volvieron a su cauce y 9 de esas 10 grandes empresas eran norteamericanas. Los hispanistas destacan que, en la España del siglo XVI, cuando se quería iniciar un gran proyecto, se le denominaba “tamaña empresa, o gran empresa”: eran iniciativas de las que los españoles se sentían orgullosos. Y eran épocas en que nuestros principales marinos eran vascos, exitosos diplomáticos eran catalanes, grandes capitanes eran castellanos, extremeños, gallegos y andaluces.

La expresión “gran empresa” se utiliza hoy para denominar a las compañías más grandes y exitosas de España, algunas de las cuales han acompañado al presidente del Gobierno español en su visita a Estados Unidos.

Uno de los grandes logros, y motivos de orgullo, que ha podido mostrar España en su visita a la primera economía mundial, son las grandes empresas, que son vanguardia de nuestra economía: Telefónica, la empresa que más invierte en innovación en nuestro país –el principal acelerador del crecimiento económico y la competitividad empresarial, según estudios de la OCDE y The World Economic Forum- y que, según los medios de comunicación, ha animado a otras grandes empresas a ir a Estados Unidos, para mostrar que se puede salir de la crisis, y volver a crecer, como ya hiciera Norteamérica. También, ha estado CaixaBank, mejor banco de España, y el más innovador tecnológicamente del planeta (The Banker, Euromoney) o la primera compañía mundial de gestión de infraestructuras, Abertis, entre otras.

Poniéndose en los zapatos de los norteamericanos, es lógico que la representación española no haya sido solo política, sino esencialmente empresarial. A los estadounidenses (311 millones de habitantes) les impresiona fundamentalmente el tamaño, en todo. Y, muy especialmente, en el ámbito de los negocios. Es menester tener en mente, que Estados Unidos –gobierne quien gobierne–, es el gran adalid del capitalismo, la economía de libre mercado y la libre empresa. Estados Unidos no se comprende sin Apple, Google, Amazon, General Electric, IBM, HP, Citi o Facebook, entre otras. Como tampoco se entiende el panorama empresarial español sin Telefónica, La Caixa o El Corte Inglés, la más importante cadena de distribución de nuestro país, por ejemplo.

España ha dejado claro a Norteamérica que la crisis ha quedado atrás, la economía vuelve a crecer y, por tanto, podemos ser objeto seguro de su inversión, de la misma manera en que nuestras empresas pueden expandirse exitosamente en Estados Unidos. La futura ratificación del Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea, vendría como anillo al dedo al nuevo patrón de crecimiento de nuestra economía: la brillante trayectoria de internacionalización de la gran empresa española, a la par que las exportaciones como motor del crecimiento económico, son garantía de la confianza que, en 2014, proyecta España.

La economía ha crecido positivamente dos trimestres seguidos: +0,1% y +0,3% en la segunda mitad del 2013. Las agencias de calificación crediticia –Moody’s, Fitch, S&P- han mejorado su perspectiva sobre España. En 2014, el crecimiento podría rondar el 1% (CEOE, Funcas, Servicios de Estudios de los grandes bancos, organismos internacionales, etc) y reducirse la tasa de paro al 25%. Más que el informe de JP Morgan (Spain is back), reformas, consolidación fiscal, aumentos de productividad y competitividad, innovación y la gran empresa española, que empuja todo el tejido empresarial español –compuesto mayoritariamente por pymes–, son el aval del nuevo panorama, que España expresó a Estados Unidos entre las paredes del Despacho Oval.

Publicado previamente en Cinco Días el 15 de enero de 2014