miércoles, 2 de septiembre de 2009

Un mes de agosto lleno de noticias


Inicié mi viaje por el norte, centro y este de Europa, en Berlín. Cómo no, fui a la famosa Puerta de Brandenburgo. Al lado, la embajada de los Estados Unidos y el Museo Kennedy, que rememora la visita de JFK a la capital alemana recién construido el Muro de Berlín, que separó tantos años el sector libre (occidental), del soviético. Su visita, simbólica, en los años sesenta, pretendió dar apoyo y ánimo a los alemanes, que temían una invasión soviética: “Yo también soy Berlinés”, dijo Kennedy.

Ronald Reagan, también acudió a Berlín. Y, con su célebre discurso en que, casi gritando espetó: “Señor Gorbachev, derribe usted ese muro” marcó un antes y un después en las relaciones entre Occidente y el Imperio Soviético, que culminaría, poco después, en la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría. La Unión Soviética no sobrevivió y tampoco los regímenes comunistas de Europa del Este. Este otoño, precisamente, se cumple el vigésimo aniversario de tales acontecimientos.

Barack Obama también estuvo en Berlín, el verano pasado, en plena campaña presidencial: cientos de miles de personas acudieron a escucharle. Tan simbólica fue su visita, que el Museo Kennedy del que hablaba tiene en la entrada desplegada una fotografía de Obama, y no de JFK, como cabría esperar.

Dado el enorme interés que despierta Obama, su formidable atractivo y lo mucho que protagoniza la actualidad periodística, no es de extrañar lo que contaba de la fotografía. Gran parte de las noticias de agosto han venido marcadas por la actividad frenética de Obama, incluso cuando ha estado de vacaciones en el exclusivo lugar llamado Martha’s Vineyard, también favorito de los Clinton.

Obama empezó el mes intentando sacar adelante un segundo paquete económico que revitalice la primera economía del mundo: la americana, claro está. Reforma de la sanidad, educación, nueva regulación financiera y energía han sido los pilares de su estímulo económico. No consiguió sacarlo adelante, por la oposición de Congreso y Senado, antes del receso vacacional. Si Niall Fergurson en su formidable historia del capitalismo (“The Ascent of Money, 2008) afirma que los Medicci, de Florencia, inventaron la técnica negociadora del “win-win”, en que todos ganan, Obama está intentando aplicarse el cuento, puesto que quiere que, demócratas y republicanos, por igual, apoyen sus medidas. Loable esfuerzo, tanto por la intención como por el resultado, si lo consigue.

Si consiguió Obama, en la primera semana de agosto el nombramiento de la primera mujer hispana como juez del Tribunal Supremo, en este caso a pesar de la oposición republicana. Motivo de alegría, para los hispanos, un servidor incluido. La primera mujer para el puesto (pero no hispana) la nombró Ronald Reagan (Sandra Day O’Connor, en 1981).

Y, mientras Obama se dedicaba a la política económica (y a celebrar su 48 cumpleaños, a principios de agosto), el Presidente destinaba a los dos Clinton en sendas misiones diplomáticas. A Hillary, Secretaria de Estado, a un tour por países de Africa en que ha predicado acerca de los derechos civiles (ya dijo ella, siendo Primera Dama, en una conferencia en Pekín, aquello de “los derechos de las mujeres, son también derechos humanos”: a los chinos, no les gustó, al resto de mundo, nos encantó).

Al ex Presidente Bill Clinton le encomendó una misión más complicada: ir a Corea del Norte, hablar con su Líder y liberar a dos ciudadanas/periodistas americanas, encarceladas en el país estalinista. Bien por Clinton y sus formidables dotes diplomáticas. Mal por la obsesión de los comunistas de Corea del Norte por las cárceles, los gulags y los campos de concentración. Por cierto, en mi “paseo” por los países del antiguo Bloque Soviético y en la propia Rusia, pude apreciar lo que ya sabía: que en ninguno de esos países gobiernan los comunistas, ahora que hay elecciones libres y, en vez de tanques (Hungría, 1956; Checoslovaquia, 1968), hay papeletas y urnas electorales.

De hecho, para animarme con la temática, decidí releer tanto las memorias, “An American life”, como los diarios presidenciales “The Reagan Diaries” de quien se dice que, junto con Juan Pablo II y Margaret Tatcher, acabó con el comunismo: Ronald Reagan. Leerlas por segunda vez y pasear por la formidable Plaza Roja de Moscú fue toda una experiencia. Y, por cierto, en Rusia, tampoco quieren saber nada del antiguo PCUS: votan mayoritariamente a Putin, o a su sucesor, Medvedev. Tipos fascinantes, ambos dos. Me llamó la atención que, en el segundo número de agosto de Newsweek, su editor internacional, y presentador de CNN, Fareed Zakaria, afirmara que “los republicanos acusan a Obama de querer hacer de los Estados Unidos un país como Rusia, comunista, sin darse cuenta de que Rusia ya no es comunista”. Doy, fe, porque estuve en Rusia y porque, si no me equivoco, Putin ganó dos elecciones con mayoría muy absoluta, sin ser comunista, sino nacionalista.

La economía, protagonista de la actualidad

En agosto, además de un Obama que intenta sacar adelante su reforma sanitaria contra viento y marea, generando un impresionante debate en todo el país (en las televisiones americanas no se hablaba de otra cosa y se han celebrado “town halls” sobre la cuestión en casi todos los pueblos de América), también se habló mucho de economía. Japón anunciaba que salía de la recesión (crecimiento del PIB del 1%), al igual que Francia y Alemania (crecimientos del PIB del 0,3%). Al final del verano, España confirmaba que, en términos interanuales, decrecía un 4,2% y el empleo decrecía un 7%, en el segundo trimestre del año. Como todos sabemos, el mes de agosto ha acabado con un cambio de gobierno, en Japón (de derechas, al centro izquierda) y, en España, con una anunciada subida de impuestos. Por su parte, China confirmaba un crecimiento cercano al 8% de su PIB en el primer semestre del año. Sin subidas de impuestos, creo (estoy seguro).

Sigo absolutamente convencido de que si alguien nos va a sacar de la recesión va a ser Estados Unidos. Una economía de demanda, consumista y capitalista, como la suya, necesariamente “tira” de los demás, cuando se recuperan el consumo y la inversión. Al fin y al cabo, los chinos fabrican y exportan lo que los demás consumimos y, por tanto, compramos.

Me encanta la actitud de Obama hacia el mundo de los negocios: por un lado, rescata y estabiliza el sistema financiero y, con sentido común, culpa a muchos irresponsables de Wall Street. Pero eso no le impide creer en la economía de libre mercado: en declaraciones exclusivas a Business Week, del 29 de julio, Obama afirmaba que cree tanto en la economía de libre mercado como en la necesidad de un gobierno más eficaz y eficiente.

Su actitud ante el mundo de los negocios no parece estar marcada por prejuicios: se reúne semanalmente con líderes empresariales y les escucha y pide opinión: come y cena con presidentes de empresas como Intel, UBS, General Electric, Kodak, etc. Dice que va poner en marcha más políticas antitrust (especialmente en el sector tecnológico), para liberalizar más el mercado, lo cual redundará en beneficios para los ciudadanos.

Ahí no creo que tenga problemas: todavía no se conoce la existencia de presidentes de gobierno socialistas en Estados Unidos. Y algunos de los mejores presidentes norteamericanos (FDR, JFK o Clinton) han sido Demócratas, que no es sinónimo de socialista.

Donde sí se va a encontrar oposición, y fuerte, va a ser en la famosa reforma del sistema sanitario. Coindicí en Gdansk (en la misma ciudad polaca en que el sindicato Solidaridad inició sus huelgas en 1970 y en 1980 contra el régimen comunista, en pro de los derechos de los trabajadores y de un régimen democrático) con una familia californiana: a los cinco minutos de empezar a comer, ya estábamos hablando de la reforma sanitaria: y, a pesar de ser demócratas, decían estar en contra de las políticas de Obama. Estas mismas actitudes las reflejan las encuestas, que muestran una mayoría de norteamericanos (de ambos partidos) contrarios a la cobertura universal de tipo europeo que disfrutamos nosotros. No voy a entrar en el porqué de este debate, porque daría para varios, muchos libros y no es objeto de esta reflexión. Pero nadie podrá negar que el liberalismo corre por las venas de los norteamericanos, que saltan a la primera de cambio cuando oyen de una posible intervención estatal en sus vidas y negocios.

Buenas noticias para Obama, en el frente económico: a mediados de mes, con un Bernanke renovado en su puesto por Obama (le nombró Bush, en 2006), la FED decía que la economía americana se estaba estabilizando; al mismo tiempo, un panel de economistas afirmaba en The Wall Street Journal que la recesión, en USA, se está ya acabando. Desgraciadamente, no es el caso de España, donde el desempleo seguirá creciendo, y el consumo bajando: y, con la combinación de ambos, la confianza de la gente de la calle no despega, sino que se hunde, y así no saldremos de la crisis. Y, con subidas de impuestos, menos.

El 19 de agosto se celebraron dos aniversarios interesantes: el quinto de la salida a Bolsa de Google (todo un fenómeno, no se puede negar) y el vigésimo del “picnic” que en 1989 se celebró en la frontera entre Hungría y Austria: de repente, y sin que las tropas soviéticas lo impidieran (¡Gracias Gorbachev!), miles de alemanes del Este pasaron a Hungría y de ahí a Austria y de ahí al lado libre del Muro de Berlín. El muro caía meses después, el 9 de noviembre, “del otoño del cambio”.

No quiero acabar hablando de algo tan sórdido como de la recesión (continua, sempiterna) en España: según Almunia, Comisario Europeo de Economía, en España, la crisis, por sus factores endógenos: construcción y desempleo en caída libre, durará un año más que en el resto de Europa, donde según, “The Conference Board”, ya se vislumbra la recuperación.

Prefiero acabar hablando del senador Edward Kennedy, último patriarca de la familia Kennedy, fallecido el 26 de agosto. Como muy bien dijo el Presidente Obama, en su funeral, “Kennedy ha sido uno de los políticos más importantes de los últimos cincuenta años”. No gobernó, como sus hermanos Jack, Presidente, y Bobby, Fiscal General. Pero tampoco murió asesinado. Durante 46 años sacó adelante muchísimas leyes a favor de los derechos civiles, de las minorías y de los desfavorecidos. Una de las últimas, una reforma de la inmigración, junto con John McCain y el Presidente George W. Bush, que desgraciadamente no pudo salir adelante, debido a la oposición republicana. (Y eso que McCain y Bush, creo, eran y son republicanos).

Se han publicado millones de páginas sobre Teddy Kennedy, últimamente, así que no diré lo obvio. Tan sólo destacaré su capacidad para hacer amigos, incluso entre sus oponentes políticos. Nancy Reagan, mujer del ex Presidente, en una carta muy sentida, explicó que su marido y Kennedy, a pesar de no estar de acuerdo en casi nada, eran muy amigos, y que la gente se hubiera sorprendido de saber el mutuo aprecio personal que se tenían. Bien por Reagan y bien por Kennedy. Descanse en paz.

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