La economía estadounidense crecerá este año un 2,7%, según el panel
de economistas que, mensualmente, entrevista The Wall Street Journal. La
tasa de paro acabará el ejercicio en el 7,9%: ahora está en el 8,2%,
tras siete meses de creación de empleo. Esos economistas prevén una
tendencia positiva en la economía norteamericana en los años 2013 y
2014: el producto interior bruto (PIB) rondará el 3% y el paro, el 7%.
Es un escenario criticado desde lo que en Europa denominamos izquierda y
derecha: a la izquierda le parece que la política económica de Barack
Obama es tibia en lo social y que debería haber más paquetes de
estímulo: económico, fiscal y monetario. Desde la llamada derecha se
sigue acusando a Obama de socialista o comunista.
La sociedad americana vive fundamentada en un pilar inamovible que
sigue atrayendo a millones de inmigrantes de todo el mundo: el sueño
americano. Este concepto cree firmemente en la igualdad de oportunidades
para todos, pero se opone al igualitarismo que predican las izquierdas.
El sueño americano va a ser el foco principal de atención de la campaña
electoral presidencial que acaba de arrancar. Eso sí, sin crecimiento
económico y generación de empleo, no hay sueño que valga. Ya hemos dicho
al principio que los datos macroeconómicos son positivos, tanto hoy
como cara al futuro. Ya los querríamos para Europa y para España.
Si el panel de economistas hubiera sido entrevistado por medios
liberales (New York Times, Newsweek, Time, Washington Post), la
denominada derecha pondría el grito en el cielo, acusando al medio de
falta de objetividad. Por eso, me alegro de que sea un diario
capitalista quien haga la encuesta y que medios europeos capitalistas
(Financial Times, The Economist) digan lo mismo. Recordemos que todos
los medios citados apoyaron a Obama en las elecciones de noviembre de
2008.
Hoy las cosas son, evidentemente, distintas. Lo raro sería que no
hubiera habido cambios en cuatro años. Obama será juzgado tanto por lo
que ha hecho como presidente como por su promesa de futuro. La reforma
sanitaria -hoy sujeta a lo que digan los tribunales-, la reforma
financiera, las operaciones de salvamento de sectores enteros de
actividad (seguros, automóvil, Wall Street, infraestructuras) y la
creación de 4 millones de puestos de trabajo. Un total de 33 millones de
personas que no tenían cobertura sanitaria, ahora la tienen. Obama
quiere que el 1% de los contribuyentes pague más impuestos, conforme a
la norma Buffett, que pide que los millonarios paguen más, para
financiar la Seguridad Social, Medicaid y Medicare, y potenciar el
crecimiento económico.
En política exterior, Obama ha apretado económicamente las tuercas a
Irán y a Corea del Norte, sin llegar a las manos, como quieren los
republicanos. Ha finalizado la guerra de Irak y a la de Afganistán le
quedan dos telediarios. A Obama no le tembló la mano al ordenar la
muerte de Bin Laden. Ha extendido un orden geopolítico multipolar con
una relación privilegiada con los países BRIC, especialmente con China:
amigo y enemigo, al mismo tiempo.
En este contexto, el índice de aprobación de la gestión de Obama es
ajustado: 47,3% le aprueban y 47,7% le rechazan. El Congreso,
republicano, sale peor parado: 79,3% desaprueba su gestión y 13% le
aprueba. El 61% cree que el país va en la dirección equivocada y el
33,5% está satisfecho. Así las cosas, y cuando el bando republicano ya
tiene, extraoficialmente, un candidato presidencial, Romney, ¿qué
pasaría si hubiera elecciones hoy? Obama ganaría, en voto popular, con
el 46,6% de los votos, versus Romney, con el 44,2%. La diferencia
(+2,4%) no es estadísticamente representativa: sería un empate técnico y
cualquiera de los dos podría ganar, si la elección fuera directa. Pero
en Estados Unidos la elección es indirecta y el resultado final no lo
dicta el voto popular (que se lo recuerden a Al Gore, versus George
Bush, en noviembre del año 2000), sino el llamado colegio electoral,
donde, hoy, Obama conseguiría 227 delegados y Romney, 170. Un total de
141 delegados quedarían en el aire, porque el voto de los independientes
será decisivo, en estas elecciones, que se dirimirán en el centro.
Obama tiene a favor una base electoral demócrata sólida. Ha recaudado
más dinero que Romney y tiene una organización nacional en todos los
estados, además de la mejor maquinaria electoral en internet jamás
conocida. Obama apuesta por las redes sociales y Romney por la
televisión/radio. En marzo, Obama recaudó 75 millones de dólares: 12
fueron a publicidad online y 3 millones a radio/televisión; Romney
consiguió 67 millones y destinó 14 a publicidad en radio/TV y 1 millón a
internet.
Más llamativo aun es que Obama invirtió 15 millones en contratar
personal para su campaña y Romney, solo 5 millones. Los dos candidatos
siguen lógicas distintas y sus campañas van a ser dirigidas y ejecutadas
de manera muy diferente. Para los expertos en consultoría electoral va a
ser una delicia estudiar una campaña tan inédita.
Un apunte final. Romney es candidato extraoficial porque Santorum se
retiró: Romney obtuvo 656 delegados y Santorum, 272. Sin embargo, la
diferencia en número de votos entre ambos es pequeña. Esto es un
problema para Romney que tiene que enamorar, dentro de su electorado, a
los más conservadores (fiscales y sociales) y a los evangélicos. Son
muchos millones de votantes que no se fían de que sus credenciales
conservadoras sean auténticas. Fuera de su terreno natural, Romney lo
tiene peor: entre población general, hoy, se le oponen el 51% de los
votantes registrados, el 57% de las mujeres y el 48% de los
independientes. Hay estados que deciden las elecciones (Ohio, Virginia y
Florida): hoy, en todos ellos, ganaría Obama en las elecciones
presidenciales. El 24 de abril sigue habiendo primarias republicanas
(Nueva York, Pensilvania, Delaware, Connecticut y Rhode Island). Ganará
Romney, frente a Gingrich y Paul. Pero ya hemos visto que estas
primarias internas son el menor de los problemas para Romney. Y pensar
que algunos daban por muerto, electoralmente, a Obama…
Publicado previamente en Cinco Días el 19 de abril de 2012
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