sábado, 28 de noviembre de 2009

“Alan Greenspan: the age of turbulence”: sesenta años de historia económica


Cuando Alan Greenspan publicó su segundo libro de memorias (“Alan Greenspan: the age of turbulence”), aún no había estallado la tormenta financiera, ni el credit crunch, ni la consiguiente crisis económica. El capitalismo estaba en “full swing”, a tope, reverberante, triunfante, sin un modelo económico alternativo que le hiciera competencia. El Producto Interior Bruto Mundial disparado, el crecimiento del empleo, desbocado, y los mercados financieros, funcionando eficazmente. Es en este contexto en el que Greenspan decide condensar, en un extenso volumen, sus sesenta años de experiencia en el mundo económico.

A Greenspan se le conoce, sobre todo, por sus casi 20 años como Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos. Como él mismo reconoce, desde ese puesto, tuvo acceso a información privilegiada, amén de poder consultar muchas y variadas fuentes. Para un economista voraz de datos, eso es un lujo asiático, un manjar exquisito, despierta una sana envidia formidable. Pero la historia “económica” de Greenspan comienza mucho antes. Cuenta sus experiencias como analista y como consultor de empresas. Es proveedor de información fiable, de datos. El muestra lo que hay: variables macro económicas, modelos de predicción y anticipación, explica qué va a pasar con la economía o con sectores de actividad económicos concretos. Pero otros toman las decisiones. Durante cuarenta años, Greenspan es proveedor de datos. Esto es fundamental para entender correctamente su papel en la Reserva Federal y su proceso mental en la toma de decisiones.

Para mí, esto es más importante que su conocimiento de los Presidentes o líderes internacionales a los que trató. Para Greenspan, es la psicología la que induce a las crisis económicas: si hay pánico entre la población general, la gente deja de consumir y, por tanto, las empresas dejan de producir. La consecuencia es clara: la economía se para. Me llama la atención la sincera forma en que Greenspan explica las cosas: “antes de que me trajeran las estadísticas económicas, yo siempre pedía encuestas, para saber la confianza de los Consumidores”. Todo buen economista maneja “hard data” (variables macro) y “soft dat`” (índices de confianza del consumidor). El inventó la categoría, como suele decirse, y acabó manejándola con maestría. Ayer (21 de noviembre de 2009), trabajando con el Servicio de Estudios de La Caixa, pude apreciar la misma (sabia) filosofía.

Una segunda lección aprendida por el autor y que nos transmite a los lectores: los humanos somos insaciables, siempre queremos más. Cuando conseguimos un cierto nivel de vida, de bienestar económico, casi automáticamente, lo damos por hecho y pasamos a otra cosa: ya conseguido ese objetivo, ahora quiero más. No consolidamos el terreno conquistado. Ansiamos más confort, más dinero, mejor vida, mejores vacaciones. Greenspan cree que la economía de libre mercado, el capitalismo, son las mejores formas de proveer a los ciudadanos esos “goodies”.

Pero a Greenspan se le fue la mano: desreguló demasiado los mercados y dio demasiada manga ancha a los bancos de inversión americanos. Permitió invertir a través de Internet sin control, sin límites, con exceso de información no contrastada. Extraños productos financieros fueron comercializados sin que nadie les hubiera dado el visto bueno, o estudiado su posible riesgo. Un año después de publicado su libro (por The Penguin Press, 2007), la prensa –y medio mundo- le exigía responsabilidades por la crisis económica. Newsweek publicaba su foto en portada y el titular decía: “Blame it on him!”, o “¡Cúlpele a él!”.

Greenspan ha reconocido que, habiéndose dejado llevar por el entusiasmo del triunfo del capitalismo, bajó la guardia, dejó hacer y pecó de dar demasiada libertad a “la mano invisible” de Adam Smith. Ha publicado una nueva edición de su libro con un capítulo dedicado a la crisis, en que entona su particular mea culpa.

Sin embargo, nada de esto, empaña, para mí, la gran aportación de su libro que, como todos los que me gustan, he leído dos veces: sesenta años de historia económica norteamericana y mundial condensada en un libro.

¿Qué más se puede pedir cuando te apasiona la economía?

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