Estados Unidos ha culminado 2014 con un crecimiento interanual
de 5%. En términos de Producto Interior Bruto. El consumo interno, la
inversión, las exportaciones han contribuido fuertemente: tanto demanda
interna como demanda externa.
El Banco Mundial –como otras instituciones internacionales: FMI,
OCDE, Comisión Europea- augura en su informe de enero de 2015, que
Estados Unidos será el principal motor del crecimiento económico
mundial. Los semanarios económicos y de negocios The Economist y
Business Week, de diciembre de 2014, sostuvieron la misma tesis.
A lo largo del período que abarca desde junio de 2009 hasta diciembre
de 2014, la economía norteamericana ha ido cogiendo fuerza, en términos
de crecimiento y de empleo. En 2014 ambos parámetros han empezado a
asemejarse a los de “la era Clinton”. En 2014 se crearon 3 millones de
empleos en Estados Unidos: el mejor dato desde 1999. La media mensual ha
sido de 224.000, aunque en noviembre fueron 353.000 y en diciembre
252.000. La tasa de paro se ha visto reducida hasta el 5,6%: es casi la
mitad de la que había en los inicios de la crisis, cuando el desempleo
llegó al 10,2%, y cada mes eran despedidos entre 800.000 y 900.000
personas, en la segunda mitad de 2008 y el primer semestre de 2009.
Casi todos los sectores de actividad económica han contribuido a la
creación de empleo, empezando por los 52.000 en servicios profesionales y
tecnologías de la información. Pero también los 48.000 de la
construcción o los 34.000 en servicios sanitarios. Ha aumentado el
empleo a tiempo completo (más de 400.000 trabajadores lo han
conseguido), aunque la tasa de participación sigue siendo relativamente
baja, del 62,7% y los salarios –mes sobre mes, de noviembre a diciembre
de 2014- han descendido el 0,2%, aumentando en el año el 1,7%.
Bien es cierto que la baja inflación y el fuerte descenso del coste
de la gasolina han puesto más dinero en los bolsillos de los
norteamericanos, aumentando su poder adquisitivo y capacidad de compra.
Es decir, que, aunque los salarios no han aumentado significativamente
en 2014 –durante los seis años de recuperación lo hicieron en un 4%,
versus un 8% de la época de Clinton-, los hogares estadounidenses
disponen de más dinero para consumir y ahorrar, debido a la fuerte
contención y bajada de precios en algunos casos.
La Reserva Federal (FED) tiene presiones para actuar. También las
tiene para que no actúe. The Wall Street Journal y Bloomberg hicieron a
finales de 2014 encuestas entre cien economistas, respectivamente,
acerca de la previsión de los datos de paro de diciembre y, en los dos
casos, se quedaron cortos: preveían una creación de empleo de 240.000
puestos de trabajo y no de 252.000. También pensaban que la tasa de paro
pasaría del 5,8% de noviembre al 5,7%, cuando la realidad fue mejor,
del 5,6%. Estos mismos economistas –cientos de ellos- anticipan que 2015
y 2016 serán buenos años para la economía norteamericana.
De ahí las presiones para que la Reserva Federal actúe. Ben Bernanke,
primero, y Janet Yellen, después, han buscado un crecimiento económico
anual del 3% y que la tasa de paro baje al 5,5%. Ambos objetivos van
camino de conseguirse. Y la FED tiene varios mandatos: asegurar el
crecimiento económico con creación de empleo, por un lado, y la
estabilidad de precios, por otro. Lo primero está encaminado, tras 6
años de crecimiento tenue, pero casi ininterrumpido. Y el objetivo de
inflación está controlado: por debajo del 2%, como quiere la FED.
Las medidas extraordinarias adoptadas por la Reserva Federal y por el
Gobierno estadounidense quizá empiecen a perder su sentido. Primero ha
sido el Quantitative Easing, de tal manera que aquel se ha ido
gradualmente, reduciendo la compra de deuda pública e hipotecaria; y
ahora podría ser el turno de los tipos de interés, que han estado en el
entorno del 0% durante seis años y, quizá, en la segunda mitad de 2015,
podrían empezar a subir de nuevo.
Los mercados de valores viven momentos de euforia, con el DJ
(Dow-Jones) en máximos históricos, al igual que el Nasdaq y el SP-500.
Por lo general, todos los índices bursátiles han alcanzado niveles
formidables en los últimos dos años. El mercado de la vivienda se ha
revitalizado de nuevo –con fuertes diferencias regionales, como muestra
el Índice Case Schiller-, y en Silicon Valley aparece un nuevo panorama
empresarial exitoso completamente inmerso en el entorno digital, nacido
en ese nuevo entorno, y que sigue la estela exitosa inaugurada por
empresas que ya generan muchos beneficios, como Amazon.com, Facebook,
Apple y Google.
Ya no se trata de lo que hicieron las famosas “dot.com” de 1999, 2000
y 2001, que arruinaron a tantos, y defraudaron grandes expectativas:
entonces, el mundo no eran digital, pero hoy, tres lustros más tarde,
los mercados de consumo, corporativo y de pequeñas y medianas empresas
(pymes), están plenamente inmersas en los modelos de negocio de
internet, las nuevas plataformas, la nube, el big data, la movilidad y
las redes sociales, como herramientas para ser más productivas y
competitivas. Las personas ya no pueden vivir sin la tecnología en
movilidad y en estar plenamente, siempre, conectados. La necesidad de
información actualizada es constante. Como explican Eric Schmidt y Jared
Cohen en “The New Digital Age”, Internet ha redefinido el futuro de las
personas, los negocios, la política y la concepción de la forma de
participar en la democracia por parte de los ciudadanos.
Crónica de la recuperación
A lo largo de estas páginas, hacedores de la política económica
norteamericana nos han ayudado a entender cómo Estados Unidos ha salido
de la recesión y se ha vuelto a reinventar. Lo hemos hecho de la mano de
Ben Bernanke (“The Federal Reserve and the Financial Crisis), desde la
Reserva Federal. También con su colega Timothy Geithner, como secretario
del Tesoro de 2009 a 2013 (“Stress Test: reflections on financial
crisis”). Michael Brunwald nos ayudó a comprender y valorar el paquete
de estímulo económico de febrero de 2009 por importe de 787 billones de
dólares que salvó la economía americana del abismo y evitó una Depresión
como la de 1929 (“The new, new deal”). El oráculo de la Reserva
Federal, Alan Greenspan, a quien ya acudimos en anteriores escritos, nos
ha servido para poner en valor la capacidad de predictibilidad de la
economía, cuando se hacen bien los deberes (“The map and the territory.
Risk, Human Nature and the Future of Forecasting”).
El premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, en “The Price of
inequality” –mucho más que el famoso Piketty en “Capital in the Twenty
First Century”- ha explicado muy bien las fuertes diferencias de
ingresos entre ricos y pobres que ha generado la crisis, y cómo la clase
media americana ha sido la gran sufridora de la recesión.
Para nosotros, el gran cronista de la crisis ha sido el ex asesor de
Bill Clinton, Alan S. Blinder, con su magna obra “After the music
stopped: the financial crisis, the response, and the work ahead”. Por
último, Thomas L. Friedman, junto a Michael Mandelbaum –“That used to be
us: how America fell behind in the world it invented and how we can
come back”- nos han enseñado que, desde los tiempos de la recesión de
2008 y 2009, cuando parecía que todo estaba hundido, y que América había
perdido su primacía económica en el mundo, hasta hoy, se ha recorrido
un trecho en el que el panorama ha cambiado radicalmente.
Es cierto, China ha jugado un papel esencial en estos años, y ha
procurado ejercer su influencia económica, política y geoestratégica en
el mundo, aprovechando que Estados Unidos atravesaba una recesión fuerte
y estaba perdiendo “vidas y dinero” (Geoffrey Parker) en Oriente Medio.
Nos lo ha recordado David Shambaugh en “China goes global”. Pero China
–lo anticipamos hace tres años, y lo publicamos para que no hubiera
duda- está experimentando una suave desaceleración de su crecimiento,
que irá a más, porque sus fundamentos económicos y políticos no
inclusivos son débiles (“Why nations fail. The Origins of Power,
Prosperity, and Poverty”, de Daron Acemoglu y James Robinson). Por
contraste, Estados Unidos está creciendo de nuevo con fuerza, y se
convierte en el motor económico del mundo.
Esta obra es una explicación de las raíces, de las causas, de los
fundamentos y de las consecuencias de la recuperación económica
norteamericana, de la que se pusieron las bases entre 2009 y 2012 y se
ha producido un proceso de afianzamiento entre 2012 y 2014. La siguiente
etapa, entre 2015 y 2016 serán de fuerte acelerón del crecimiento
económico y la creación de empleo. En estos años, ha sido un presidente
demócrata, Barack Obama, quien ha aplicado las curas necesarias para
volver a la senda de la prosperidad. Por eso hemos prestado atención a
su segunda victoria electoral, en noviembre de 2012: la victoria de un
presidente norteamericano –y su legado- no están asegurados si no
culminan dos mandatos, como le está sucediendo a Obama.
En los últimos seis años, la economía ha sido la primera preocupación
de los estadounidenses. Siempre lo es: en las duras, y en las maduras.
Lo llevan en la sangre. Por eso, en esta obra hemos prestado una
atención primordial a la economía, versus a otros escritos nuestros en
los que las relaciones internacionales o la política interior jugaban un
papel muy destacado.
2015 es el año de pistoletazo de salida de la carrera electoral hacia
la Casa Blanca. Habrá elecciones presidenciales en noviembre de 2016.
En su segundo libro de memorias, (“Hard Choices”), Hillary Clinton dice
que tiene una difícil decisión que tomar, sobre si se presenta a las
elecciones como candidata o no. Todas las encuestas la dan por ganadora,
al menos por el bando demócrata. En el campo republicano, hay muchos
potenciales candidatos: Jeff Bush, Marco Rubio, Ted Cruz, Mike Huckabee,
Mitt Romney, Rand Paul, y muchos más. Serán las elecciones más caras de
la historia, con candidatos gastando ingentes cantidades de dinero en
la campaña electoral, tanto en las primarias como en las elecciones
presidenciales.
Nadie sabe quién ganará, aunque todas las encuestas, hoy, dan por
ganadora a Hillary Clinton. Sea como fuere, la economía será objeto de
debate con toda certeza. Y esperamos, como ya hicimos en 2008 y en 2012,
estar muy cerca de los Estados Unidos para, como ahora, poder vivirlo y
escribirlo.
Publicado previamente en Cinco Días el 15 de enero de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario