En 2015 se inicia el final de la era Obama. Así sucede siempre en los
dos últimos años del segundo mandato de un presidente estadounidense.
Máxime si, como suele ser habitual, el poder legislativo es de signo
contrario, indicativo de que corren nuevos tiempos y que la población
está necesitada de un cambio. El propio Obama lo ha dicho en alguna
ocasión: “en 2008, yo era noticia fresca. Ahora ya no soy noticia”.
Bill Clinton gobernó sus dos últimos años con un Congreso
republicano. George Bush lo hizo con una Congreso demócrata. Obama
vuelve a revivir la era Clinton. Entre 2015 y 2016, período pre
electoral en Estados Unidos, porque en noviembre de 2016 habrá
elecciones presidenciales y, en 2015 los potenciales candidatos están
calentando motores y empezando a recolectar fondos. La de 2016 será, con
toda probabilidad, la campaña electoral más cara de la historia. Podría
haber, también, un duelo al sol, entre Hillary Clinton y Jeb Bush.
En 2015 y 2016, Obama tratará de conseguir dos objetivos: por un
lado, alcanzar los retos que se ha propuesto. Por otro, consolidarlos
–puesto que son continuidad de sus políticas de los seis años previos-
para que, parafraseando a Bill Clinton, Obama pueda constituir su propio
legado como presidente.
El primer reto que tiene Obama por delante es el de la aceleración
del crecimiento económico con fuerte creación de empleo. El presidente
quiere llegar a finalizar su mandato con crecimientos del PIB superiores
al 3% anual y pleno empleo (tasa de paro del 5%). Para ello, habrá de
aumentar la tasa de participación, especialmente entre los jóvenes y los
desanimados. Cada vez más, los autónomos serán protagonistas de la vida
del trabajo en Estados Unidos, como en el resto de Occidente. Lo
destaca The Economist en enero de 2015. Será menester subir los tipos de
interés paulatinamente (le corresponderá a la FED), al tiempo que se
produce la reducción de estímulos a la economía durante 2015.
El PIB americano que saldrá de la recuperación tendrá, por un lado,
fuerte demanda interna (cada vez más consumo privado y público e
inversión). Pero también habrá de haber exportaciones y será necesario
culminar los acuerdos de libre comercio, tanto el pendiente con la Unión
Europea (TTIP) como con los países de Asia Pacífico: es lo que Hillary
Clinton denomina el giro estratégico de Estados Unidos hacia Asia, tras
los fallidos intentos en Oriente Medio, por un lado, y la amenazadora y
creciente influencia de China en la región.
El gran riesgo para la recuperación económica americana es la
desaceleración en la zona euro, China, Brasil y Rusia. Y que todos
juntos, tiren de Estados Unidos para abajo, porque Estados Unidos no sea
capaz de tirar de ellos para arriba.
El legado del presidente no sería completo, si no se consolidan las
reformas iniciadas. La reforma de la sanidad arrancó con mal pie, pero
son ya muchos los millones de norteamericanos que se benefician de ella y
está siendo motor del crecimiento económico.
La reforma financiera, de la que ya hablamos en obras previas, debe
aún ser implementada. Quedar por aplicar la letra pequeña –desarrollo
normativo- del 40% de la ley Dodd Frank.
La reforma de la inmigración ni siquiera ha sido incoada (aunque una
versión bipartidista llegó a ver la luz en el Senado): a finales de
2014, Obama ha impedido la deportación de cinco millones de hispanos,
pero la realidad es que la ansiada reforma no avanza, debido a la falta
de acuerdo entre republicanos y demócratas. Estados Unidos tiene quince
millones de latinos viviendo y trabajando ilegalmente en el país. Su
peso demográfico es cada vez mayor y también el electoral. Los
republicanos temen un país diverso y muy distinto al heredado de sus
abuelos, y los demócratas ven una oportunidad en abrazar esa diversidad
de la que se nutren.
El aumento de los niveles de renta familiares a partir de 2015 habrá
de estar en la agenda de Obama en materia de política económica interna.
La salida de la crisis se ha saldado con aumentos de productividad
(gracias a las tecnologías de la información y congelación de salarios):
es tiempo, ya, de que los ciudadanos se beneficien de la recuperación
económica, con una mayor capacidad para ahorrar y gastar.
Las elecciones presidenciales de 2016 marcarán también en parte la
agenda del presidente, porque recibirá presiones de los contendientes
demócratas que ya se van preparando para la batalla electoral.
Desde un punto de vista sociodemográfico, Obama tendrá que lidiar con
tres grandes retos: las tensiones raciales, reducir la disparidad de
ingresos entre ricos y pobres, y asegurar la movilidad social o el
llamado “Sueño Americano”. Este tercer punto va a ser la gran baza
electoral de Hillary Clinton en 2016, recordando a los electores los
logros económicos conseguidos por su marido en los años noventa.
Desde un punto de vista político, para Obama no va a ser fácil
conseguir estos objetivos, porque va a tener enfrente a todo el poder
legislativo (Cámara de Representantes y Senado, en manos republicanas).
Por tanto, Obama tendrá que conjugar el gobernar por decreto ley, y el
llegar a compromisos con los republicanos, sabiendo que esto último no
le ha sido fácil en seis años de presidencia.
La política internacional, por último, es el reto en el que suelen
refugiarse los presidentes en sus dos últimos años de mandato. En
cualquier caso, hay problemas que requieren la atención real de Obama,
empezando por el restablecimiento de las relaciones con Rusia, tras los
enfrentamientos por Ucrania.
En Oriente Medio hay compromisos ineludibles. Primero, la retirada
con honor de guerras inconclusas, como Irak y Afganistán. Pero también
el conflicto en Siria, donde Obama se había autoimpuesto unas líneas
rojas que él mismo acabó saltándose, para no tener que involucrarse más
en la guerra civil que asola ese país. La aparición de ISIS, en Irak y
Siria, y los ataques en Occidente perpetrados por islamistas radicales
–como los terribles sucesos de Francia en enero de 2015- obligarán a
Obama a no desligarse del único lugar del mundo del que quería
marcharse. También habrá de involucrarse más con Pakistán, porque los
talibanes están no fuera, sino dentro de sus fronteras, y el armamento
nuclear pakistaní corre peligro: Norteamérica habrá de acudir en su
auxilio, y poner dinero y armas encima de la mesa.
Obama desea que Irán deje de ser un problema. A Estados Unidos no le
ha molestado que Irán y Hizbulá luchen contra el Estado Islámico (ISIS)
en Siria e Irak, pero a Israel –y, por tanto, a Estados Unidos- no le
hace ninguna gracia que Irán pueda convertirse en una potencia nuclear.
De manera que las negociaciones para que el país persa termine con su
programa de enriquecimiento de uranio continuarán durante 2015 y 2016.
El presidente de Irán, el más moderado de los últimos presidentes que ha
tenido el país, Hasán Rouhaní, tiene la presión de una población que no
quiere quedarse aislada del mundo, que siente la presión de los países
musulmanes sunníes (especialmente su enemigo Arabia Saudí) y que quiere
mejorar su nivel de vida, para lo que es menester levantar las sanciones
económicas internacionales al régimen iraní. Todo indica que Rouhaní es
un clérigo-político-presidente pragmático, que se esforzará por
alcanzar un acuerdo.
Mencionar Irán es sacar a colación el Acuerdo de Paz en Oriente
Medio, entre palestinos e Israel. Por ahora, tras los varios intentos
frustrados que muy bien narra Hillary Clinton en “Hard Choices”, es
altamente probable que Obama se tome un respiro en esta cuestión, al
menos hasta ver qué dilucidan las elecciones en Israel de 2015. El
actual primer ministro, Benjamín Netanyahu no tiene una especial buena
relación con Barack Obama, y sus enfrentamientos, aun suavizados ante la
opinión pública, son ya famosos. Probablemente, como ya hicieran George
Bush y Condolezza Rice, Obama intente muy al final de su mandato una
última iniciativa de paz auspiciada por Estados Unidos.
Por último, una cuestión simbólica: el inicio de una mayor
normalización en las relaciones con Cuba no significa mucho ni política
ni económicamente. Pero tiene una gran trascendencia histórica.
Publicado previamente en Cinco Días el 16 de enero de 2015
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