Si hay una característica virtuosa que define el espíritu
norteamericano es "resilience": fortaleza para soportar los golpes,
ánimo para seguir luchando, levantarse siempre, sacudirse el polvo y
tirar para adelante. Gracias a esa resilience, Estados Unidos
ha salido de muchas crisis de distinta naturaleza, mientras que sus
competidores, incapaces de tal perseverancia combinada con el genio
inventivo americano, se quedaban atrás.
En los años 80' muchos daban por muerta a Norteamérica, frente a la
exitosa Japón, reina de la electrónica de consumo y las tecnologías de
la información. Los famosos conglomerados japoneses desembarcaron en
Estados Unidos, comprando todo lo que se les ponía por delante. Sony
adquiría Columbia, icono del cine americano. Hasta Steve Jobs se
maravillaba del "Walkman" y lo definía como el mayor invento tecnológico
de todos los tiempos. El fundador de Apple llegó a plantear a Sony que,
en su compañía fabricante de ordenadores personales, utilizaran su
sistema operativo, el de Apple. Los japoneses, altivos, dueños del
mundo, dijeron que no. Japón se hizo con el Rockefeller Center, en Nueva
York y todo hacía indicar que el Imperio del Sol Naciente le daría la
vuelta a la tortilla de su humillante derrota en la Segunda Guerra
Mundial. La industria cinematográfica norteamericana, siempre haciéndose
eco de "los temas de moda de cada momento", lanzó películas en que se
manifestaba esa superioridad empresarial económica y empresarial
norteamericana: "La Jungla de Cristal" (Bruce Willis), "Sol Naciente"
(Sean Connery), entre otras.
Sin embargo, pocos años después, Estados Unidos salía de la "malaise"
de la que habló de manera ignominiosa el presidente Carter y, con el
liderazgo de Reagan, primero, y de Bill Clinton, esencialmente, después,
volvía a crecer y a pasar por la izquierda a Japón: El Imperio del Sol
Naciente iniciaba un período de dos décadas de estancamiento económico, y
sus empresas -muy especialmente las tecnológicas- estaban en franca
retirada. El "ipod" de Apple destronó al "Walkman" de Sony. Los
ordenadores Vaio de Sony ya no pertenecen a esta compañía, que los
vendió a un fondo de inversión que pierde dinero con ellos. Las tabletas
de Sony no son rentables, frente al líder de la categoría, el "ipad" de
Apple.
Sony, Panasonic, Sharp... todas están pasando a mejor vida, mientras
las empresas tecnológicas norteamericanas florecen y triunfan, como
Facebook, Google, Apple y Amazon. La movilidad, hoy, es el "todo
absoluto". Todas estas empresas, y las tradicionales del sector
tecnológico norteamericano, ganan dinero gracias a la movilidad. El
último caso ha sido Facebook, que anunció a finales de julio de 2014
beneficios más del doble de lo estimado por los analistas e ingresos
récord por noveno mes consecutivo: el 62% de sus ingresos publicitarios
ahora vienen de anuncios en teléfonos móviles y tabletas. Amazon anuncia
que lanza su propio teléfono móvil para no tener que depender de
Android (Google). Apple acaba de obtener beneficios formidables gracias,
esencialmente, a la venta de teléfonos inteligentes, más que ninguna
otra línea de negocios, incluída la de ipads.
Hay una lección en todo esto. Los norteamericanos viven en continuo
estado de paranoia y, como escribió en 1997, el presidente de Intel,
Andry Grove, "only the paranoids survive", solo los paranoicos
sobreviven. Esa paranoia es el secreto de su éxito: En los años 80' fue
Japón quien amenazó la primacía mundial norteamericana; Estados Unidos
reaccionó, como hemos visto, y Norteamérica vuelve a liderar en
crecimiento económico y empresarial. Para triunfar, Estados Unidos, un
país eminentemente competitivo por naturaleza, necesita un enemigo al
que batir: durante la Guerra Fría fue la extinta Unión Soviética, que
espoleó la carrera espacial y el desarrollo tecnológico: en los años
70', IBM o Kodak dominaban el mundo tecnológico y de la fotografía,
respectivamente, mientras los soviétivos apenas sabían lo que eran los
ordenadores personales. En consecuencia, la productividad norteamericana
aumentó exponencialmente, y el sistema soviético, viciado
económicamente en sus cimientos, se vino abajo.
El enemigo hoy es China, que junto con otros emergentes, quiere
disputar la primacía mundial a Estados Unidos. Ya hablamos de ello en
"Obama y el liderazgo pragmático" (2010) y "La Reinvención de Obama"
(2011). En 2008 había tratado el tema Fareed Zakaria, en "The Post
American World". China, convertida en la gran fábrica del mundo, gracias
a los costes de fabricación, hasta ahora baratos, pero cada vez más
equiparables a los de Occidente: la diferencia, antes abismal, es hoy de
un 15%. Es por ello, que las empresas estadounidenses vuelven a poner
énfasis en la manufactura local: un informe de Brookings Institution
enfatiza que la robótica, la impresión 3D y la tecnología digital están
transformando la fabricación norteamericana, versus la china que depende
fundamentalmente de la mano de obra.
Eso explica que muchos fabricantes estadounidenses estén llevándose
de nuevo la producción a casa: Walmart ha anunciado que va a vender 50
billones de dólares más de productos "made in America", durante los
próximos diez años y the Boston Consulting Group estima que un 30% de la
producción americana en el extranjero volverá a casa.
Bendita sea la competencia con los chinos, que ha hecho reaccionar a
Norteamérica y, como afirmó el presidente Obama en su Discurso de la
Unión de 2011: "It used to be us" o, lo que es lo mismo, los que tenemos
que liderar somos nosotros, los norteamericanos, y no los chinos.
Publicado previamente el 24 julio 2014 en mi blog de Cinco Días: EE.UU y Mercados Emergentes
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