En su segundo libro de memorias, "Hard Choices" (2014), Hillary
Clinton recuerda los enfrentamientos que ella y Barack Obama -ya unidos
tras las primarias demócratas que ganó Obama- tuvieron con el candidato
republicano, Mitt Romney a propósito del precio de la gasolina, que
había aumentando, "hurting the pockets of the American people", en el
verano de 2008. En Estados Unidos, el aumento del precio del petróleo
tiene un efecto inmediato en la inflación -por ser su principal
componente- y, en consecuencia, en el poder adquisitivo de las familias,
máxime si los salarios se mantienen estables o, peor aún, a la baja.
Es, también, tema sensible, electoralmente.
La cuestión energética no es nueva en Estados Unidos. El candidato
presidencial Barack Obama ya habló de ella en un discurso titulado "New
Energy for America" (4 de agosto, 2008) y, de nuevo, ya recien ganadas
las elecciones presidenciales, en "Remarks to the Global Climate Summit"
(18 de noviembre, 2008). El presidente Obama retomaba una temática
-"cantinela", mejor dicho, por manida-, que ya había propuesto el
presidente Richard Nixon en 1973, tras la primera gran crisis del
petróleo: la necesidad de que Estados Unidos alcance la llamada
"independencia energética". En sus discursos, Obama llamaba a
Norteamérica a no depender energéticamente de países que, no
necesariamente, tienen por qué compartir los ideales de democracia y
economía de libre mercado que fundamentan Estados Unidos, se trate de
Rusia, Venezuela, Irán, Irak o Arabia Saudí, todos ellos grandes
productores y exportadores de petróleo.
La cuestión tiene raíces históricas: tras la Guerra de Yom Kippur, en
octubre de 1973, los países árabes impusieron un fuerte embargo de
petróleo a Occidente, provocando aumentos generalizados de precios, con
la consiguiente alta inflación y, lo que es peor, en un momento de casi
nulo crecimiento económico. Es lo que se dio en llamar "Stagflation":
estacamiento económico e inflación disparada. Fenómeno del que hablan
extensamente los tres últimos presidentes de la Reserva Federal (FED) en
sus libros de memorias, dada la importancia económica del fenómeno y la
fuerte dependencia de Estados Unidos del petróleo: Paul Volcker en "The
triumph of persistence" (2012), Alan Greenspan ("The age of
turbulence", 2007, 2008 y 2009) y Ben Bernanke, en "The FED and the
financial crisis" (2013). El fenómeno de 1973 volvió a repetirse en
1979, con un segundo embargo de petróleo por parte de los países árabes.
En su discurso sobre el Estado de la Unión de enero de 2006, el
presidente George Bush dijo textualmente que "nuestra adicción al
petróleo (...), dependiendo de partes inestables del mundo", eran una
causa de preocupación: en consecuencia, era necesario conseguir la
independencia energética de Estados Unidos..., de nuevo. Cuando Barack
Obama llegó a Washington, en noviembre de 2008, no se hablaba de otra
cosa, en el contexto de las guerras de Irak y Afganistán, y en el de la
crisis financiera que acababa de estallar tras la quiebra de Lehman
Brothers; aunque, de todos es sabido, esta crisis tenía raíces más
profundas y saltó por los aires bastante antes, en el verano de 2007,
con el estallido de las hipotecas subprime y el inicio de la "Gran
Recesión".
En sus dos discursos ya citados de 2008, Barack Obama buscaba, como
sus predecesores (Nixon, Ford,Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush
hijo), la independencia económica de Estados Unidos. El primer paso
serio en esa dirección se dio en febrero de 2009 con la aprobación del
gran paquete de estímulo a la economía por importe de 787 billones de
dólares, a los que se sumaron otros 400 billones en septiembre de 2011.
Un 10% del total de esa inversión, se dirigió a energías alternativas,
energías verdes, energías renovables, renovación de la infraestructura
energética norteamericana -empezando por todas las instalaciones del
Gobierno Federal-, etc. Por tanto, "la nueva política" sobre el Cambio
Climático enunciado por la EPA (Environmental Protection Agency), ni es
nueva ni, por supuesto es una invención del vicepresidente Al Gore ("An
inconvenient truth", 2006): la magna obra económica de Michael Grunwald
("The new new deal", 2012), explica en detalle los componentes
energéticos y su derivada económica, del paquete de estímulo económico
de Obama.
La realidad es que, hoy, Estados Unidos ya ha superado a Arabia Saudí
como primer productor de petróleo del mundo y esto se ha producido con
Barack Obama. Bank of America hizo públicos los datos la segunda semana
de julio, según los cuales, con una producción de 11 millones de
barriles de petróleo al día, en la primera mitad del año, Norteamérica
supera tanto a Rusia como a Arabia Saudí en producción de petróleo,
aunque una gran parte de ella vaya destinada al consumo interno del
mercado americano, con la consiguiente bajada de precios para el
consumidor, y, también, a nutrir las reservas estratégicas de petróleo
de Estados Unidos.
La revolucionaria forma de extraer petróleo y gas, "from shale rock",
ha hecho que las predicciones de la Agencia Internacional de la Energía
(IEA), expongan que la producción de petróleo estadounidense aumentará
exponencialmente durante los próximos años, alcanzando su zénit en 2019
y, estabilizándose después en la década de 2020. Según el organismo con
sede en París, la primacía de Estados Unidos en la producción de
petróleo continuará durante los siguientes diez años, hasta que a
principios de los 2040, "otros países" (Rusia, Venezuela, Irán, Irak,
etc) volverían a alcanzar de nuevo a Estados Unidos.
Aunque, para entonces, Estados Unidos ya habría nutrido
suficientemente sus reservas energéticas estratégicas y, cuando menos,
en gas, tendría en sus manos la soñada independencia energética,
asegurada, durante, al menos los siguientes dos siglos, o, lo que es lo
mismo, durante los siguientes doscientos años, garantizando un futuro
mejor y más seguro -menos dependiente de Oriente Medio-, para las
siguientes generaciones de norteamericanos.
Publicado previamente el 16 de julio en el blog de Cinco Días EE.UU y Mercados Emergentes
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