jueves, 25 de junio de 2009

De líderes y partidos políticos… y de quién ganará las próximas elecciones generales…



Siempre me he planteado la cuestión del liderazgo desde un punto de vista pragmático. No conforme a lo que dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua (es decir, una definición) sino conforme a lo que la gente (los que votamos a los líderes políticos), entendemos por liderazgo.

Conforme a esa visión práctica del liderazgo, para mí, un líder político no es –per se- un hombre o una mujer que ocupa un puesto de responsabilidad importante en un Partido Político. Para mí, eso es, en política, ser un mero funcionario/a de la política (perdón por la reiteración).

Líder no es aquel (o aquella) que se cree que es líder “porque manda mucho en un partido político”, pero echa la mirada atrás y se da cuenta de que no le sigue nadie, que no arrastra, no atrae, no despierta pasiones.

Desde un punto de vista demoscópico, sociológico y electoral, un líder político es aquel que, con carisma, hace que los demás le sigan y, cuando llega el momento de la verdad (la urnas), le voten en unas elecciones.

Desde este punto de vista, en España pueden apreciarse enormes diferencias de liderazgo entre los dos grandes Partidos políticos, PP y PSOE. Veamos el porqué.

Liderazgo en el PP

En el caso del PP, nos encontramos, desde 1996 con un electorado que, en toda España, cara a una elecciones generales es básicamente fiel al Partido Popular: con un intervalo de votantes de unos 9,6 millones (parte baja del intervalo) y 10,3 millones (parte alta del intervalo), el PP puede vanagloriarse de que sus votantes acuden religiosamente a votar a su favor en las diversas elecciones generales.

Esto no quiere decir que los votantes del PP sean todos uniformes (y no me estoy refiriendo a las distintas familias políticas o facciones de poder dentro del partido): desde el punto de vista sociodemográfico (niveles de renta, nivel educativo, tamaño de hábitat, lugar de residencia, e, incluso, ideológicamente), hay diferencias notables entre los votantes del PP. Eso sí, insisto, suelen acudir a votar a favor de los populares “cada vez que suena la campana” electoral.

Lo sintomático de la cuestión es que esto es así, en el caso del Partido Popular, con independencia de quién sea su líder político y de cuál sea la valoración, en términos de la buena imagen que le otorgan los votantes del PP. Pondré algunos ejemplos para ilustrar lo que estoy afirmando.

Con José María Aznar al frente del Partido, los votantes del PP le otorgaban valoraciones muy altas en cuanto a buena imagen política. Esto continuó siendo así durante los ocho años en que fue Presidente del Gobierno y continua siendo así desde que dejó de ser el líder del partido, hace seis años, y hasta el día de hoy: desde 2004 hasta 2009, José María Aznar es el cuarto líder político mejor valorado por los votantes del Partido Popular (tras Alberto Ruiz Gallardón, Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy, por este orden).

No está mal para alguien que, hoy, ni siquiera se dedica a la política sino a sus negocios privados, aunque presida la Fundación FAES. Es de notar que el actual líder del PP, Mariano Rajoy, es el tercero de su partido “en el ranking de la buena imagen”.

De manera paralela, la valoración que, durante todos estos años, desde 1996 hasta el día de hoy, los votantes del PP dan al Partido es, en general muy alta: de manera casi ininterrumpida, por ejemplo, entre 2004 y 2009, los votantes y simpatizantes del PP, han calificado como buena o muy buena la labor política del PP, por encima de 80%, todos los meses, durante todos estos años. Y sigue siendo así a pesar de los presuntos escándalos de corrupción.

Recapitulo: el Partido siempre tiene muy buena imagen entre sus votantes aunque, al mismo tiempo, esos mismos votantes otorguen buenas calificaciones a su líder (José María Aznar) o no se las otorguen (Mariano Rajoy).

Parto de la base de que, siendo Mariano Rajoy, líder de su partido y previsible candidato a las elecciones generales de 2012, la consideración que le otorguen sus potenciales votantes debiera colocarle mejor que en un discreto tercer lugar, tras Alberto Ruiz Gallardón y Esperanza Aguirre; y tan sólo por delante de José María Aznar, quien, ya he dicho, no se dedica a la política.

Para mí, la conclusión es clara: el Partido Popular, como partido, como entidad política, ejerce más el liderazgo que sus propios líderes: les atrae a las elecciones fielmente, independientemente de quién sea el líder en cada momento. Quien atrae realmente a los votantes no es el líder, sino el partido en sí mismo. Si además, coincide que el líder tiene buena imagen (José María Aznar)… ¡pues feliz coincidencia!

Ya he dicho antes que los datos que, resumidamente, estoy comentando sobre el liderazgo del Partido Popular, aplican sólo a nivel nacional: a nivel local (Madrid, por ejemplo, con Alberto Ruiz Gallardón) o regional (Comunidad de Madrid, con Esperanza Aguirre) hay coincidencia total entre la buena valoración que los votantes del PP otorgan tanto a sus líderes como al partido. La excepción se produce sólo a nivel nacional.

Liderazgo en el PSOE

¿Sucede lo mismo en el Partido Socialista Obrero Español? Rotundamente no. En general, tanto líder como partido tienen muy buena valoración entre sus votantes. Esto ha sido así, desde los primeros tiempos de Felipe González (punto de arranque, octubre de 1982) y, casi sin interrupción, hasta el día de hoy. Sólo hubo brevísimas y muy contadas excepciones, de las que luego hablaré.

En el caso del PSOE, la valoración política de sus votantes durante sus casi 14 años de Gobierno (1982-1996) fue casi siempre muy buena, con muy buena imagen. Y, de manera paralela, la de Felipe González (carismático, atractivo, líder), también. Tan sólo con la recesión económica anterior (1993-1996), la buena valoración del PSOE se resintió un tanto y, ni siquiera le sucedió al PSOE como Partido ni a Felipe González como líder, sino al Gobierno que (perdón por la redundancia), entonces gobernaba: Gobierno que perdió las elecciones a principios de 1996 como consecuencia de una muy elevada abstención de votantes de izquierdas, lo que permitió a un PP con un número de votantes estables, alcanzar mayoría simple en el Congreso… y gobernar.

A Felipe González le sucedieron varios líderes de los que casi nadie ya se acuerda (Borrell, Almunia…), hasta que llegó José Luis Rodríguez Zapatero. Desde que Zapatero es Secretario General del PSOE, primero, y Presidente del Gobierno, después, hasta nuestros días, la buena imagen del partido (casi siempre muy alta entre sus votantes, que califican como buena la actuación del PSOE por encima del 80%) y la de su líder han ido parejas, de la mano, como en la época de Felipe González.

Tanto líder como partido (como los raíles del ferrocarril, en paralelo) tienen buena o muy buena imagen, en el PSOE, entre los votantes socialistas. Y así ha sido desde el año 2004, en que los socialistas ganaron las elecciones, hasta hoy.

Previsiones a futuro

¿Cambiarán las cosas como consecuencia de la crisis económica? ¿Volverán los votantes socialistas (como sucedió en las elecciones de 1996, tras tres años de durísima recesión, tres millones y medio de parados y una tasa de desempleo superior al 20%) a desencantarse con su partido, aunque sigan valorando favorablemente a su líder y a su partido? ¿Se volverán a abstener en unas elecciones generales?

Hoy, la tasa de paro alcanza casi el 18%. Las mejores previsiones (las más optimistas) hablan de una tasa de paro del 20,5% para el 2010 (cerca de cinco millones de parados). Según la OCDE y el Banco Mundial, el PIB español decrecerá en 2009 un -4,2%. Las previsiones para 2010 y 2011 no son nada buenas… (Y no cito las previsiones del Gobierno porque, aún siendo pesimistas, no son creíbles: a la experiencia me remito).

¿Se “enfadará” el votante socialista con su Partido en el Gobierno, aunque sienta simpatía por José Luis Rodríguez Zapatero, en el momento de ir a votar? Me temo que, para saberlo a ciencia cierta, habremos de esperar a las elecciones municipales de 2011 y a las generales de 2012.

Pero, al menos, hoy, ya tenemos suficientes datos históricos (de recesiones económicas y elecciones generales) previos en que, como si de una relación causa-efecto se tratara, la recesión ha propiciado un cambio de Gobierno.

Y esto, con independencia de quién sea el líder del Partido Popular y la valoración de buena o mala imagen que le otorguen sus votantes.

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