jueves, 26 de enero de 2012

Obama y lecciones de gestión empresarial

Existe una fascinación entre los líderes empresariales y directivos en España hacia los políticos que no tiene parangón en casi ningún otro lugar del mundo. En el caso de Francia, por poner un ejemplo cercano a nuestro país, es tal la facilidad del trasvase de directivos entre la empresa y la política que apenas hay distinción. También es verdad que el peso de la empresa pública en Francia es muy fuerte.

En Estados Unidos las cosas son muy distintas. Para empezar, hay un consenso generalizado en el país sobre que el capitalismo, la economía de libre empresa y de mercado, es la mejor manera de crear riqueza. El American Dream, como el propio nombre indica, es una invención estadounidense.

Como dice Bill Clinton en su último libro Back to work. Why we need a smart Government for a strong Economy, ese sueño consiste en que, si uno trabaja duro y sigue las normas, puede alcanzar el sueño de llegar a ser rico. En EEUU no está mal visto ser millonario y, frente a la envidia que caracteriza a los españoles, en América, el que llega arriba (el financiero Warren Buffett, el fundador de Microsoft, Bill Gates, y tantos otros) es un ejemplo para los demás.

Durante sus ocho años como presidente, Bill Clinton creó 23 millones de empleos, Ronald Reagan, 7,7, y George Bush hijo, 3,5. A Barack Obama, que heredó la peor recesión desde la Gran Depresión de 1929, todavía le queda un año de mandato hasta las elecciones presidenciales del 6 de noviembre y, casi con toda seguridad, superará por unos cientos de miles la cifra de creación de empleos de su antecesor.

Barack Obama tiene fama de tener un estilo de gestión reflexivo, consultivo, incluyente y decisivo. Bill Clinton era impulsivo, y se dejaba llevar por sus instintos. Era un hombre, un político, muy carismático. George Bush hijo solía delegar muchísimo, especialmente teniendo en cuenta que se rodeó de muchos hombres que habían trabajado previamente no sólo con su padre, también presidente, sino con otras administraciones republicanas, remontándose a la época de Nixon y Gerald Ford, entre 1974 y 1976: personas como Donald Rumsfeld o Dick Cheney, que con gran facilidad pasaban de ser consejeros delegados de una gran firma fabricante de armamento a convertirse en secretario de defensa o vicepresidente, por ejemplo.

'Pegados' al terreno

 

A Obama le gusta mucho tomarse su tiempo antes de decidir. Coincide con Clinton, y con Carter, en que necesita leer, estudiar informes sobre cualquier tema importante sobre el que ha de tomar decisiones: ya sea la economía o la seguridad nacional. El presidente es un hombre que escucha mucho, tantas opiniones de expertos como puede conseguir, especialmente si son personas pegadas al terreno. Es incluyente, porque admite opiniones diversas y hasta opuestas entre sí. Por último, sabe que en última instancia quien tiene que tomar las decisiones es él, y nadie más que él, y esto es algo a lo que no está dispuesto a renunciar.

Este comportamiento le ha causado algunos problemas, especialmente en dos ámbitos: en el económico y en el militar. Hay que tener en cuenta que Obama es un profesor de Derecho Constitucional que estudió en Columbia y en Harvard. No es ni economista ni ha servido en las Fuerzas Armadas. En materia económica, incluso antes de tomar posesión como presidente, Obama escogió a los mejores para formar parte de su equipo económico: a modo de ejemplo, un ex secretario del Tesoro con Clinton (Larry Summers, también decano de Harvard Business School), un ex presidente de la Reserva Federal con Ronald Reagan (Paul Volcker) y tantos otros.

Una cuestión que surgió desde el principio es que gente tan relevante exigía varias cosas: ser escuchados por el presidente, tener acceso directo a él y, sobre todo, que el presidente siguiera sus recomendaciones. Sobre lo primero, Obama no tenía –ni tiene- ningún problema, pero sí con las dos siguientes cuestiones. Esto provocó fricciones: gentes tan relevantes como Volcker o Summers querían imponer sus puntos de vista económicos al presidente. Obama no estaba dispuesto; como él mismo suele repetir con frecuencia: “En cada momento de la historia, sólo hay un presidente”.

Adicionalmente, Obama es un hombre que aprende fácil y rápidamente. Enseguida estuvo en disposición de opinar él mismo en materia económica. Esto terminó por hacer explotar a sus colaboradores. Tras año y medio en el cargo, sintiéndose despreciados, no suficientemente bien tratados y dejados de lado, casi todo el equipo económico de Obama fue dejando, por motivos personales su cargo. Incluso en su entorno más cercano, su jefe de gabinete, Rahm Enmanuel dejó la Casa Blanca para intentar ser alcalde de Chicago, cosa que consiguió. Todos los que abandonaron a Obama decían de él dos cosas: es demasiado inteligente y es demasiado arrogante. Cuántas veces ambas cosas van de la mano, en la vida en general, y en el mundo de los negocios en particular.

En lo que a los militares se refiere, hay que tener en mente que Obama es comandante en jefe. Cuando el general McChrystal, que había dirigido operaciones en Irak y Afganistán de forma brillante, vertió críticas y bromas ácidas sobre sus superiores militares en la cadena de mando a través de una entrevista en Rolling Stone, Obama no dudó en destituirle.

Muchas lecciones cabe extraer de la forma de gestionar de Obama: tan bueno es rodearse de colaboradores brillantes, como necesario es el saber gestionar bien a personas de mucho talento. Hay que ser consciente del lugar que se ocupa en la cadena de mando, aunque se sea presidente y comandante en jefe. Pero sin olvidar que los subordinados son también personas, y merecen el mejor trato posible como tales.

Publicado previamente en Diario Abierto enero 2011

martes, 17 de enero de 2012

New Hampshire o la "inevitabilidad"

“New Hampshire es el estado que le catapultará a la victoria en un corto espacio de tiempo”. La frase no es un titular de ningún diario norteamericano que anticipa los resultados de las primarias republicanas que se celebran hoy, 10 de enero de 2012, en el “Estado de Granito”. Se trata de John McCain, apoyando públicamente la candidatura de Mitt Romney. Lo curioso es que McCain no pronunció estas palabras en New Hampshire, sino en Carolina del Sur, el miércoles de la semana pasada, nada más celebrado el “caucus” de Iowa, que otorgó la victoria a Romney, por tan solo 8 votos de diferencia, respecto a su más inmediato seguidor, Rick Santorum. Al día siguiente de su pírrica victoria en Iowa, Mitt Romney viajó al muy conservador y protestante-evangélico-muy religioso estado de Carolina del Sur, donde se celebrarán, también, elecciones primarias el 21 de enero. Es en Carolina del Sur, donde Romney recibió el apoyo de McCain y el de la gobernadora del estado, Nikki R. Haley.

¿Por qué el salto desde Iowa a Carolina del Sur, ignorando New Hampshire, que es donde hoy se celebran las primarias republicanas? Porque hay dos fuentes de información que dan por inevitable la victoria del ex gobernador de Massachusetts. Por un lado, están los medios de comunicación: todos coinciden en la “inevitabilidad” de la victoria de Romney, hoy. Por otro, están las encuestas prelectorales, que otorgan el primer puesto a Romney por un ancho margen. Los sondeos diarios, entre el “caucus” de Iowa y las primarias de New Hampshire de hoy, dan un margen victorioso de 20 puntos porcentuales a Romney. 

La llamada “encuesta de encuestas” que realiza Real Clear Politics, resultado de la media aritmética de todas las encuestas realizadas en New Hampshire, cada día, en la última semana, dice lo siguiente: Romney gana hoy las primarias con un 40,2%, seguido por el libertario Ron Paul (20,8%), Rick Santorum (10,6%); John Huntsman (9,6%); Newt Gingrich (8,6%), y Perry (1%). 

Desde 1976, en el campo conservador, quien gana en New Hampshire, obtiene la nominación del partido como candidato oficial presidencial. Puesto que todas las encuestas dicen que hoy gana Romney, la unanimidad de los titulares de los medios de comunicación americanos es total: “Inevitabilidad de la victoria de Romney”. Inevitabilidad, porque todos los sondeos coinciden, con inapreciables diferencias: Romney supera al segundo (Ron Paul) por 19,4 puntos. ¿Por qué, por tan amplio margen? La respuesta está en una coincidencia de pareceres entre los electores de New Hampshire y Romney, y un rechazo generalizado del electorado del estado hacia los candidatos más conservadores. 

New Hampshire es el estado más liberal y menos religioso de Estados Unidos. Los republicanos del estado son los más moderados del espectro político conservador y eso explicaría que le otorguen a Romney una impresionante ventaja sobre sus rivales, porque ellos ven a Romney como un candidato republicano moderado y dan poca importancia al hecho de que sea mormón y no protestante o católico. Les importa más la economía, en un estado cuya tasa de paro, desde que comenzó la crisis, no ha bajado del 10% (en diciembre de 2011, la tasa de paro nacional bajó al 8,5%, al crearse 200.000 empleos netos, confirmando una tendencia positiva en la evolución del empleo, por sexto mes consecutivo). 

Además, la composición del electorado de New Hampshire es peculiar, para los estándares americanos generalizados: un 41% de los votantes registrados son “no declarados o independientes”: es decir, dicen no apoyar a ninguno de los dos grandes partidos. En este estado, el partido republicano permite a los “no declarados o independientes” participar en sus primarias. Entre un 35-40% de ellos acuden hoy a votar y dicen que apoyarán mayoritariamente a Romney. Un 30% del electorado son republicanos registrados, de los cuales acuden a las urnas el 62%, también a favor de Romney. El 29% son demócratas registrados.

Es comprensible que, en los dos debates electorales celebrados el pasado fin de semana, los candidatos que no son Romney hayan centrado en él sus ataques; la publicidad negativa de los contendientes ha orientado sus cañones al corazón de Romney. El mensaje más utilizado en esos anuncios en televisión ha sido el de acusar a Romney de moderado. Lo que no entiendo muy bien es cómo acusar a un candidato moderado, como Romney, de ser moderado, en un estado moderado con republicanos moderados, puede perjudicar a Romney y beneficiar a sus contrincantes más conservadores. Se me escapa la lógica de la estrategia.

A no ser que, lo que Santorum, Gingrich y Perry tengan en la cabeza no sea la inevitable pérdida de New Hampshire, sino que su objetivo sean las dos siguientes primarias, que se celebrarán en dos estados mucho más conservadores que New Hampshire: el 21 de enero en Carolina de Sur y en 31 del mismo mes, en Florida. Las credenciales más conservadoras de los candidatos y la religión decidirán quién gana en Carolina del Sur y en Florida. 

La realidad es que lo que se va a dirimir en las próximas primarias es quien inspira y domina el alma republicana. Se tratará de dar respuesta a la pregunta sobre qué pesa más: la gestión de la economía (Romney) o la religión y las cuestiones sociales (el resto). Cuando los republicanos diriman la cuestión, la palabra clave ya no será “inevitabilidad, sino electabilidad”: quién es el mejor candidato conservador para batir a Barack Obama en las elecciones presidenciales del 6 de noviembre.

Publicado en Cinco Días, el día 10/01/2012

martes, 10 de enero de 2012

El 'caucus' de Iowa es solo el principio

En este mismo diario, el año pasado, decíamos que, si las encuestas están bien hechas, conforme a la ficha técnica, y cuando se trata de estudios electorales se mide la evolución temporal para identificar tendencias y anticipar el resultado, lo habitual es acertar. Las matemáticas siguen siendo las matemáticas y 2 más 2 siguen siendo 4.

Estados Unidos se encuentra en campaña electoral presidencial. Extraoficialmente comenzó cuando, en abril de 2011, Obama anunció que se presentaba como candidato de su partido a las elecciones presidenciales del 6 de noviembre de 2012. En el campo republicano las cosas son más complejas: hay varios candidatos y casi todos están incumpliendo lo que Ronald Reagan denominaba el "undécimo mandamiento: nunca criticarás a un contrincante republicano".

Que Estados Unidos es hoy una nación más conservadora que hace tres años, cuando Obama ganó las elecciones en medio de la aclamación popular norteamericana y mundial, despertando simpatías y esperanzas, es un hecho cierto. La Norteamérica angustiada de hoy tiene el presidente con peores calificaciones desde 1948: el índice de aprobación de su gestión es el más bajo de todos los presidentes a estas alturas de su primer mandato: a 4 de enero de 2012, el 43% aprueba su gestión, frente al 48% que la desaprueba; ningún presidente, con estos datos, y con un índice de desempleo del 8,6% y crecimiento del PIB casi plano, ha vuelto a ganar elecciones. Obama, hoy, está peor que Jimmy Carter: la serie histórica de Gallup muestra que, en diciembre de su tercer año de mandato, Carter tenía un índice de aprobación del 53%; Reagan, del 54%; Bush padre, del 51%; Bill Clinton, del 51%, y Bush hijo, del 58%.

La gran ventaja para Obama es que la situación, en el campo republicano, es mucho peor. Según el semanario The Economist, en "Estados Unidos las elecciones se deciden en el centro". No es de extrañar, por tanto, que cuando enfrentamos electoralmente al presidente Obama con cualquiera de sus dos más probables contrincantes (tanto el más moderado, Mitt Romney, como el más conservador, Newt Gingrich), gane siempre Obama, por uno o por dos puntos porcentuales. Esto equivaldría a un -casi- empate técnico y tendríamos entre manos las elecciones más ajustadas en su resultado desde las presidenciales de 1960, en que Kennedy ganó a Nixon por solo 100.000 votos.

Si las elecciones de deciden en el centro, como sostiene The Economist, los republicanos deberían llamar a Houston, porque tienen un problema: la influencia arrolladora del Tea Party les ha hecho conservadores hasta el extremo, lo cual no les beneficia electoralmente. Según The Economist, que apoyó a Obama en 2008, "hoy, los candidatos republicanos deben situarse en la extrema derecha si quieren ser considerados por sus votantes". La defensora del Tea Party, candidata Michelle Bachmann, dice que solo lee libros religiosos protestantes-evangélicos, porque el resto de la literatura es basura; afirmó que el terremoto en Nueva York del pasado mes de agosto fue un castigo de Dios a los americanos, por haber votado a Obama. Rick Perry, exgobernador de Texas, como Bush, enseña en sus anuncios electorales a su hijo más pequeño, un crío, cómo se maneja un arma de fuego real. Ron Paul quiere acabar con el Estado y, por supuesto, con la política económica, lo cual supone, de paso, abolir la Reserva Federal. Con estos candidatos republicanos, los conservadores moderados y los independientes se arrojarán electoralmente, en noviembre, a los abrazos de Obama, cada vez más de centro.

Pues bien, según las encuestas -a pie de urna, que diríamos en España- sobre el primer enfrentamiento electoral oficial entre republicanos, en Iowa, en la noche de ayer a hoy, 4 de enero -horario español- (luego vendrán New Hampshire, Carolina del Sur y Florida, por este orden), entre republicanos que han de estar registrados, Mitt Romney y Ron Paul están casi igualados con un 24% y un 22% del voto conservador, respectivamente. Les sigue Rick Santorum, con un 19%. Conforme se celebra el caucus, The New York Times otorga probabilidades estadísticas de ganar a los tres candidatos en cabeza: a Romney le da un 40% de posibilidades, a Paul, un 34% y a Santorum, un 20%.

Sobre el papel, quién gane en Iowa es irrelevante. Iowa es un Estado que no representa sociológica ni sociodemográficamente Estados Unidos. Iowa es importante por su valor simbólico: es la primera cita electoral oficial republicana y atrae mucha atención mediática. Demuestra el interés del candidato por ganar, su capacidad organizativa y de recaudar fondos. Da pistas sobre qué piden a los candidatos las diversas familias electorales republicanas. Ha habido presidentes que, cuando eran candidatos, perdieron las elecciones de Iowa y luego gobernaron ocho años. Para Romney, ganar en Iowa, en cambio, significa un espaldarazo espectacular, porque es uno de los candidatos más moderados y más odiados por el Tea Party: en el campo republicano, es el más capacitado para sacar América de la crisis económica y enfrentarse a Obama con mínimas posibilidades de éxito. La victoria de Ron Paul es la ruptura del partido, por su pensamiento libertario, casi como si de un tercer partido político se tratara. Lo cual beneficiaría a Obama, como sucedió a Clinton con la aparición de Ross Perot, en 1992 y 1996. Rick Santorum en cabeza significa que el Tea Party y el conservadurismo más radical empiezan la campaña electoral con buen pie y dejan en mal lugar al aparato oficial del Partido Republicano.

La victoria de cualquiera de los tres candidatos en cabeza la noche del 3 al 4 de enero no significa nada definitivo: quedará aún mucho partido por jugar. Estas elecciones, tanto las primarias republicanas como las presidenciales del 6 de noviembre, van a ser las más complejas electoral, sociológica, económica y demoscópicamente desde las elecciones ya mencionadas que enfrentaron, en 1960, a Kennedy y a Nixon. La única manera de saber qué va a pasar es hacer un seguimiento diario de las encuestas, estudiar la evolución de la economía y tener la mente abierta para no creer, hoy, en la inevitabilidad de la victoria de un candidato, sea quien sea. Iowa es muy relevante, pero es solo el principio.


Publicado en Cinco Días, día 4 de Enero de 2012
Fotografía CBS