martes, 19 de noviembre de 2013

De la recuperación técnica a la real

España salió técnicamente de la recesión en el tercer trimestre del año, creciendo su PIB el 0,1%. Banco de España, INE, OCDE y servicios de estudios económicos nacionales e internacionales certifican que la economía española, aun decreciendo el -1,3% en 2013, está a punto de tocar fondo y de alcanzar un punto de inflexión, a partir del cual volver a crecer. Nuestro foco es la economía predictiva, anticipar qué va a suceder, e identificar tendencias futuras.

Diversas fuentes de información, desde el FMI a la Comisión Europea, prevén que, aunque España vuelva al crecimiento en 2014 –escenarios que varían desde el +0,2% del FMI al +0,8% de Funcas), las proyecciones a medio y largo plazo ofrecen un panorama con claroscuros: resumiendo, según esas previsiones, España tendría por delante cinco años de crecimiento que rondaría el 1% en PIB medio anual, con tasas de desempleo del 25% y una deuda pública que excedería el 100% del PIB. Además, hay que tener en cuenta matices de diversa naturaleza: desde las prudentes advertencias del ministro de Economía sobre que la recuperación debe todavía asentarse, al optimismo de la ministra de Empleo, quien sostiene que la economía española podría crear empleo, creciendo al 1%. Para CEOE, solo habrá recuperación cuando se genere empleo. Líderes empresariales con prestigio y autoritas, como César Alierta -Telefónica- e Isidre Fainé – La Caixa- afirman, con datos, que la recesión ha quedado atrás, aunque la recuperación no será para tirar cohetes. Son moderadamente optimistas y, al mismo tiempo, prudentes. Sabia actitud.

Nuestras grandes empresas son vanguardia, y un indicador de lo que está por venir. Si las exportaciones están empujando nuestra economía, estas compañías son ejemplo de internacionalización exitosa. Y, si sus resultados son mejores, al igual que su evolución en Bolsa –con una revalorización del IBEX 35 del 22%, en 2013-, todo hace prever que su ejemplo se extenderá a las pymes y la economía, en general; cuanto antes, mejor.

Las grandes empresas ya crean trabajo. En octubre, según la Seguridad Social, el empleo en las grandes empresas creció el +0,23% intermensual, con 11.300 trabajadores más. Algo similar sucede con la creación de empresas. La tasa de variación intermensual de grandes empresas inscritas en la Seguridad Social creció en octubre el +1,16%. Como destacaba, primero César Alierta, después Isidre Fainé y, más tarde, Ignacio Galán (Iberdrola), nadie duda ya que la economía española es “hoy, más productiva y competitiva que nunca”. La reducción de costes laborales (2008-2012) ha hecho que muchas compañías sean más productivas, y que hayan repercutido esa rebaja de costes en el precio final de sus productos, pudiendo venderlos de manera más competitiva en los mercados internacionales. Casi 140.000 empresas españolas exportan, lo cual es un record. Las exportaciones aportan positivamente al PIB y, por vez primera, el consumo interno está en positivo.

En cualquier caso, hacen falta más factores, para consolidar la recuperación, como el impulso de la demanda interna, tanto consumo de las familias como de la inversión, en empresas y en las Administraciones Públicas: en este último ámbito, además de su necesaria reforma, es menester exista inversión pública productiva, como sucede en Estados Unidos y Japón, que crecen al 2,8% y el 4,1%, respectivamente.
De entre los muchos parámetros que aún necesita España para crecer, dos son absolutamente imprescindibles. Por un lado, como ha destacado César Alierta, que las tecnologías de la información tengan más peso en el PIB y en la vida de las empresas. Por otro, que las pymes y la población general noten la recuperación, como ha puesto de manifiesto Isidre Fainé. Sus testimonios son muy útiles, porque ellos generan confianza y la sociedad española y los inversores les otorgan credibilidad, dentro y fuera de España.

Las pymes, -suponen el 99,88% del tejido empresarial y el 62,9% del empleo-, todavía no están experimentando las consecuencias positivas de la recuperación. En octubre, según Empleo, la tasa de variación intermensual de pymes inscritas en la Seguridad Social fue negativa (-0,20%): en el caso de las grandes empresas, por contraste, fue positiva. Algo similar sucede con el empleo: en octubre, las pymes destruyeron empleo (-0,44%, tasa variación intermensual), con 30.700 trabajadores menos. En cambio, las grandes empresas crearon empleo neto.

Existe una disociación entre los datos macroeconómicos de muchas fuentes de información, que empiezan a estar en positivo, así como el desenvolvimiento de las grandes empresas, que también es bueno, versus la realidad de las pymes y la de la propia ciudadanía, entendiendo por tal, a los casi 47 millones de personas que residimos en España.

Según datos del CIS de octubre, el 88,4% de los españoles consideran que la situación económica actual es mala. El 52,6% afirman que es “muy mala”. También, más del 80% de los españoles, piensan que la situación económica actual es peor que la de hace doce meses. El paro, con diferencia, sigue siendo la primera preocupación de los españoles (77,4%), seguida por los problemas de índole económica (32,7%). Cara al futuro, el 80% son pesimistas sobre la evolución de la economía el próximo año. Un dato: el 19% de los que hoy tienen trabajo, creen “bastante probable o muy probable”, que les despidan a lo largo de los próximos doce meses. No parece que, al menos en lo que a la economía se refiere, la población española viva un momento precisamente optimista. Tengamos en cuenta de dónde venimos: de seis años de crisis y de un nivel de paro con casi seis millones de desempleados.

Ya dijimos en estas páginas, a propósito de los Presupuestos Generales del Estado para 2014, que echábamos en falta modelos productivos para el crecimiento, como sí vemos en Estados Unidos, Japón o Israel. Ahora afirmamos que, en línea con las declaraciones de los más saben, como Alierta o Fainé, es menester acabar con la realidad dual de la recuperación económica a dos niveles, y que, de los números en positivo, se pase a un crecimiento económico sólido y sostenido, en que pymes y población sientan los efectos positivos, tangibles de la recuperación.

Publicado previamente en Cinco Días el 17 de noviembre de 2013

lunes, 11 de noviembre de 2013

PIB al alza en EEUU: tendencia ascendente y factores de crecimiento

El Producto Interior Bruto de Estados Unidos ha crecido un 2,8% en el tercer trimestre de 2013. El dato no es definitivo, como el Departamento de Comercio ha recordado en el comunicado del "Bureau" de Análisis Económico. El día 5 de diciembre sabremos con certeza cuánto creció la primera economía del planeta. El motivo de la revisión es que el anuncio de hoy se basa en datos parciales. Aun así, los datos de que disponemos nos permiten intuir el ritmo al que va creciendo la economía norteamericana. Especialmente, porque sabemos sus principales componentes y su comportamiento, tanto en este trimestre, como en los dos previos.

La tendencia es ascendente: en el primer trimestre, Estados Unidos creció casi el 2% (1,8%); en el segundo, se expandió el 2,5% y, ahora, el 2,8%. Los distintos paneles de economistas de diversas fuentes (tanto los de Business Week Bloomberg, como los de The Wall Street Journal) apostaban por un crecimiento del 2%. Se han quedado cortos por un 0,8%. Pensaban, y así lo expresaron, que los efectos del "Sequester", con la reducción del gasto público implícita, afectaría negativamente al crecimiento económico. La realidad es que los recortes del gasto público (-1,7% en su aportación al PIB) han afectado menos de lo estimado, al menos en este trimestre. Habrá que esperar al cuarto y último trimestre del año, para saber con certeza cuánto ha impactado, teniendo en cuenta que, en octubre, hubo un cierre parcial del gobierno (del 1 al 17 de octubre) y que 800.000 empleados públicos se fueron a sus casas sin cobrar. Esto habrá afectado al consumo, pero también es cierto que el último trimestre del año coincide con las campañas del gran consumo, desde Halloween a Navidad, cuando el consumo personal repunta con fuerza.

El consumo privado, entre julio y septiembre ha sido un componente que ha aportado al crecimiento económico, con un crecimiento del 1,5%, aún menor que en el trimestre anterior (+1,8%). En cambio, han sido las exportaciones (+4,5%) y la inversión en vivienda residencial (+14,6%) quienes más han impulsado el PIB. Las importaciones han decrecido. Y, al mismo tiempo, destaca que aumenta el nivel de renta disponible de los hogares (+4,5%), así como su tasa de ahorro (+4,7%). Cabe deducir que los consumidores son más cautos puesto que, aun cuando han aumentado el consumo, lo han hecho moderadamente, apostando en cambio por ahorrar más, a pesar de disponer de más nivel de renta y mayor poder adquisitivo. 

Aunque está pendiente aún el informe sobre la tasa de paro del mes de octubre -retrasado por el cierre del gobierno en la primera mitad de mes-, partíamos de un porcentaje de desempleo respecto a la población activa, del 7,2%. Es decir, hay once millones de norteamericanos buscando trabajo. Entre ellos, hay cuatro millones y medio que son considerados "parados de larga duración", porque llevan buscando trabajo, sin encontrarlo, durante un período de 27 semanas. En España, por poner las cosas en perspectiva, la tasa de paro es del 25,98%, son más de 5,9 millones los desempleados y dos millones lo son de "larga duración", porque están en esa situación desde hace más de dos años. Es verdad, las comparaciones son odiosas, que dice el refrán: especialmente, en este caso, puesto que, en Norteamérica, cualquier cosa que no sea pleno empleo tiene la consideración de desastre. Quizá por eso, porque se espera una tasa de paro del 7,2% o superior, los consumidores han decidido ser prudentes en sus gastos.

Vale la pena quedarse con la fotografía que nos ofrece el análisis longitudinal temporal: crecimiento económico medio trimestral desde junio de 2009, ininterrumpidamente, del 2,25%. Y, en lo que va de año, crecimiento con tendencia ascendente de trimestre en trimestre. Aunque los efectos del cierre del gobierno en octubre se dejarán notar y, quizá, el PIB no crezca más allá del 2,4% en el último trimestre del año, al menos puede verse una evolución positiva al alza que, de consolidarse a principios de 2014, pondría a la economía norteamericana en disposición de crecer en el entorno del 3%, como espera y desea la Reserva Federal, para reducir la tasa de paro al nivel del 6,5%.

Publicado previamente el 7 de noviembre de 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes

Consecuencias económicas y electorales del acuerdo en Estados Unidos

"Es hora de que el país mire hacia adelante". Con estas palabras, el presidente Obama quiso poner fin a la crisis vivida en Estados Unidos en las últimas dos semanas, con el cierre parcial del gobierno y la posibilidad de que Estados Unidos cayera en una suspensión de pagos, por vez primera en su historia. De hecho, tras firmar la ley que permite que el gobierno vuelva a disponer de fondos y que el límite del techo de gasto se extienda hasta el 7 de febrero, Obama ya ha puesto encima de la mesa sus prioridades para los próximos meses: quiere que se apruebe la reforma de la inmigración -promesa electoral- y que, para mediados de diciembre de 2013, republicanos y demócratas alcancen un acuerdo a largo plazo "sobre ingresos y gastos" que garantice que, durante los próximos diez años, el país no se gobierna "a golpe de crisis" y se acaba con la intertidumbre que atenaza las economía norteamericana y mundial cada vez que hay que aprobar un presupuesto anual o se acerca la fecha tope del techo de endeudamiento del Gobierno.

No hay que olvidar que ya son tres años en que se ha vivido una situación como la actual: en agosto de 2011, el Speaker of the House, John Boehner y el Presidente Obama alcanzaron un acuerdo en la undécima hora, en el último momento, para evitar el desastre. Ya entonces, la intertidumbre pasó factura a Estados Unidos: la agencia de calificación crediticia Standard & Poors rebajó un grado la triple A a la economía norteamericana. Ahora, tres años más tarde, ha sido Fitch quien ha puesto en vigilancia la calificación crediticia de Estados Unidos. En agosto de 2011 se acordaron los recortes de gasto público conocidos como "Sequestration" que, en caso de no haber acuerdo sobre el presupuesto y el límite de techo de deuda del gobierno federal, entrarían en vigor el 1 de marzo de este año. Como anticipamos a finales de 2012 en el diario Cinco Días, esos recortes entraron en vigor el 1 de marzo y, como consecuencia, tan solo en el ejercicio fiscal actual, casi 750.000 funcionarios han perdido su puesto de trabajo, se le ha restado medio punto (-0,5%) al crecimiento económico y programas esenciales del Gobierno -tanto sociales como en defensa- han sido recortados en su financiación. El acuerdo de la madrugada del 16 al 17 de octubre de 2013 no va a parar los recortes del gasto públicos iniciados con el Sequestration.

De hecho, a pesar del acuerdo alcanzado, una parte sustancial del mal, ya está hecho. El cierre parcial del gobierno -con cientos de miles de funcionarios sin trabajar ni cobrar- tiene efectos sobre el crecimiento económico. En el cuarto trimestre del año (T-4), el Producto Interior Bruto se verá mermado en un -0,3%, algo en lo que coinciden tanto S & P como las firmas de consultoría económica Macroeconomics Advisers y ADVICE Strategic Consultants. Las ganancias empresariales de firmas muy importantes en Wall Street se verán resentidas: más de 100 de las 500 empresas que componen el Índice S&P 500 ya han emitido profit warnings: es decir, avisan que ganarán menos debido al cierre parcial del gobierno durante los pasados dieciséis días. Puede que el Gobierno norteamericano no tenga un peso tan fuerte -en tamaño- como los gobiernos europeos, por ejemplo. Pero, en términos económicos, el gobierno estadounidense actúa como "multiplicador del crecimiento". Enteras industrias tienen una fuerte relación con el gobierno: las tecnologías de la información (Intel, Google, IBM, Microsoft, Hewlett-Packard, y tantas otras), la energía (petróleo, gas, electricidad, renovables), la gestión de infraestructuras, el turismo, las telecomunicaciones, la aviación y, por supuesto, DEFENSA (Boeing, Lockheed, entre otras). Si el gobierno no puede pagar nóminas, tampoco puede pagar proveedores y muchas de estas empresas son proveedoras del gobierno federal.

Todo este fiasco ha tenido un efecto directo en la confianza empresarial y en la de los consumidores. Las encuestas de la Reserva Federal y las del Tesoro dicen que la confianza de los empresarios -un índice que los economistas traducimos en algo tan concreto y tangible como la intención de las empresas de invertir- ha caído quince puntos desde que se inició la crisis actual. Y, tanto Gallup como la Universidad de Míchigan nos dicen que, en las dos primeras semanas de octubre de 2013, el índice de confianza de los consumidores ha caído casi 20 puntos, alcanzando su nivel más bajo desde el inicio de la crisis económica, y la quiebra de Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008. Que se resquebraje la confianza de los consumidores es esencial en una economía que, como la norteamericana, tiene un componente esencial en el consumo, porque supone el 71% de su Producto Interior Bruto. 

Una incertidumbre similar se ha extendido en el sector de la construcción y en el mercado inmobiliario. Uno de los síntomas de la recuperación económica iniciada en Estados Unidos en junio de 2009 -además del crecimiento económico y la creación de empleo-, ha sido el aumento del número de transacciones de compraventa de viviendas y que el precio de la vivienda no ha parado de aumentar a un ratio del 12-15% cada trimestre desde junio de 2009. En Estados Unidos, como indica el Índice S&P-Case Shiller, que aumenten tanto las transacciones como el precio de la vivienda es una buena noticia porque es síntoma de recuperación económica. Otra cosa es que, como han puesto de relieve los estudios del recién premio Nobel de Economía, Shiller, haya que evitar la formación de burbujas en la fijación de los precios de los activos, en este caso, concretamente los inmobiliarios, como ya defendió en 2003 en su obra "Irrational Exuberance".

La incertidumbre ha afectado a los inversores en deuda pública norteamericana. China tiene en sus manos casi 1,3 trillones de dólares americanos en deuda pública extranjera, que supone en torno al 22,9% del total de deuda emitida. Si Estados Unidos no hubiera podido pagar a los inversores, la huída de inversiones hubiera sido mayúscula. El problema es que la tan sola posibilidad de que esto hubiera podido suceder, ha tenido un efecto muy negativo en la reputación y el prestigio de la economía americana como "valor seguro y valor refugio en el que invertir", como también lo es el dólar. En la lucha por la primacía económica y geopolítica mundial, China se frota las manos. El primer ministro chino declaró que "ya es hora de que se acabe la primacía económica norteamericana". Como si estuviéramos en los tiempos de la guerra fría, entonces Moscú, ahora, Beijing quieren disputar a Estados Unidos el liderazgo mundial. La crisis derivada de la falta de acuerdo hubiera sido desastrosa, para la economía mundial, sí, pero como se deduce de las declaraciones de Le Kiang, "a río revuelto, ganancia de pescadores", siendo, en este caso, los chinos quienes pescan.

El acuerdo alcanzado por el Senado y la Cámara de Representantes supone que el gobierno federal dispondrá de fondos hasta el 15 de enero y la fecha límite para el techo de endeudamiento del gobierno -hoy, en 16,7 trillones de dólares americanos- se extiende hasta el 7 de febrero. Es decir, no se ha resuelto el problema de fondo, sino que se ha ganado tiempo para, durante los próximos meses, seguir negociando. El presidente Obama lo ha dejado claro: quiere que para el 13 de diciembre haya un acuerdo bipartidista entre republicanos y democratas para que, durante la próxima década, "la cuestión de los ingresos -impuestos- y el gasto público, esté encauzada". Gobierne quien gobierne, Estados Unidos no puede estar cada año al borde del precipicio, sea fiscal, presupuestario o de deuda. 

Sin embargo, ha habido acuerdo, aunque sea temporal y parcial. Los números son elocuentes: en el Senado han votado 81 senadores a favor y 18 lo han hecho en contra. Y hay que tener en cuenta que la mayoría demócrata en el senado es my exigua, lo que significa que muchos senadores republicanos han votado a favor del acuerdo. En la Cámara de Representantes, donde los republicanos tienen mayoría, han sido 285 los congresistas que han votado a favor y 144 lo han hecho en contra. Esto significa que ha habido disenso y división dentro de las filas republicanas. 87 congresistas republicanos han votado a favor; todos los demócratas (198) votaron a favor. 

La gran cuestión es porqué los republicanos -o una parte importante de sus miembros en ambas cámaras- han votado a favor del acuerdo. La respuesta hay que entenderla en clave electoral. Y, en noviembre de 2014 habrá elecciones de mitad del segundo mandato de Obama. Las encuestas -las haga quien las haga, es decir, con independencia del signo político- penalizan a los republicanos porque la población les culpa por su actitud y comportamiento obstruccionistas. Ejemplos: una encuesta reciente del diario The Wall Street Journal -no sospechoso de ser simpatizante del presidente Obama- da como resultado que "el 53% de los norteamericanos culpa a los republicanos de la actual crisis presupuestaria y de poner en riesgo la economía del país". El tracking diario de ADVICE Strategic Consultants dice que el índice de aprobación de la gestión del presidente Obama pasa por mínimos históricos: está en el 43,9%. Pues bien, el del Congreso (Senado y Cámara de Representarntes) es aún mucho peor: un escaso 10%, con el 85% de los norteamericanos afirmando que están muy insatisfechos con la forma en senadores y congresistas hacen las cosas.

Es verdad que la sociedad norteamericana está muy dividida y polarizada. Muchos están en contra de la reforma de la sanidad que lleva el nombre de "Obamacare", aprobada por el Senado, la Cámara de Representates y la Casa Blanca en marzo de 2010. Pero que una parte pequeña -aun muy influyente- del partido republicano, compuesto por miembros del Tea Party haya hecho de la anulación de la reforma sanitaria de Obama la piedra angular del apalancamiento para sacar adelante el presupuesto federal para 2014 y ampliar la fecha límite del techo de deuda es algo que ha pasado factura -y muy cara- a los republicanos. Con su sistema electoral indirecto mediante delegados, un partido político no gobierna en Estados Unidos si no tiene un mínimo del 45% del favor de los votantes. Hoy, la estimación de voto para el partido republicano es del 30%. Ciertamente no todos los republicanos salen mal parados. Es muy probable que "paguen justos por pecadores" y que republicanos moderados sean penalizados por los votantes. En cambio, la minoría que representa al Tea Party saldría beneficiada en elecciones primarias republicanas, porque sus votantes premiarán a los candidatos más radicales. Esto será bueno para ellos, pero no para la gran mayoría de políticos republicanos. Las perspectivas electorales para un candidato demócrata presidencial en 2016 mejoran sustancialmente. Y la reforma sanitaria de Obama está para quedarse.
 
Publicado previamente el 17 de Octubre de 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes