lunes, 11 de noviembre de 2013

Consecuencias económicas y electorales del acuerdo en Estados Unidos

"Es hora de que el país mire hacia adelante". Con estas palabras, el presidente Obama quiso poner fin a la crisis vivida en Estados Unidos en las últimas dos semanas, con el cierre parcial del gobierno y la posibilidad de que Estados Unidos cayera en una suspensión de pagos, por vez primera en su historia. De hecho, tras firmar la ley que permite que el gobierno vuelva a disponer de fondos y que el límite del techo de gasto se extienda hasta el 7 de febrero, Obama ya ha puesto encima de la mesa sus prioridades para los próximos meses: quiere que se apruebe la reforma de la inmigración -promesa electoral- y que, para mediados de diciembre de 2013, republicanos y demócratas alcancen un acuerdo a largo plazo "sobre ingresos y gastos" que garantice que, durante los próximos diez años, el país no se gobierna "a golpe de crisis" y se acaba con la intertidumbre que atenaza las economía norteamericana y mundial cada vez que hay que aprobar un presupuesto anual o se acerca la fecha tope del techo de endeudamiento del Gobierno.

No hay que olvidar que ya son tres años en que se ha vivido una situación como la actual: en agosto de 2011, el Speaker of the House, John Boehner y el Presidente Obama alcanzaron un acuerdo en la undécima hora, en el último momento, para evitar el desastre. Ya entonces, la intertidumbre pasó factura a Estados Unidos: la agencia de calificación crediticia Standard & Poors rebajó un grado la triple A a la economía norteamericana. Ahora, tres años más tarde, ha sido Fitch quien ha puesto en vigilancia la calificación crediticia de Estados Unidos. En agosto de 2011 se acordaron los recortes de gasto público conocidos como "Sequestration" que, en caso de no haber acuerdo sobre el presupuesto y el límite de techo de deuda del gobierno federal, entrarían en vigor el 1 de marzo de este año. Como anticipamos a finales de 2012 en el diario Cinco Días, esos recortes entraron en vigor el 1 de marzo y, como consecuencia, tan solo en el ejercicio fiscal actual, casi 750.000 funcionarios han perdido su puesto de trabajo, se le ha restado medio punto (-0,5%) al crecimiento económico y programas esenciales del Gobierno -tanto sociales como en defensa- han sido recortados en su financiación. El acuerdo de la madrugada del 16 al 17 de octubre de 2013 no va a parar los recortes del gasto públicos iniciados con el Sequestration.

De hecho, a pesar del acuerdo alcanzado, una parte sustancial del mal, ya está hecho. El cierre parcial del gobierno -con cientos de miles de funcionarios sin trabajar ni cobrar- tiene efectos sobre el crecimiento económico. En el cuarto trimestre del año (T-4), el Producto Interior Bruto se verá mermado en un -0,3%, algo en lo que coinciden tanto S & P como las firmas de consultoría económica Macroeconomics Advisers y ADVICE Strategic Consultants. Las ganancias empresariales de firmas muy importantes en Wall Street se verán resentidas: más de 100 de las 500 empresas que componen el Índice S&P 500 ya han emitido profit warnings: es decir, avisan que ganarán menos debido al cierre parcial del gobierno durante los pasados dieciséis días. Puede que el Gobierno norteamericano no tenga un peso tan fuerte -en tamaño- como los gobiernos europeos, por ejemplo. Pero, en términos económicos, el gobierno estadounidense actúa como "multiplicador del crecimiento". Enteras industrias tienen una fuerte relación con el gobierno: las tecnologías de la información (Intel, Google, IBM, Microsoft, Hewlett-Packard, y tantas otras), la energía (petróleo, gas, electricidad, renovables), la gestión de infraestructuras, el turismo, las telecomunicaciones, la aviación y, por supuesto, DEFENSA (Boeing, Lockheed, entre otras). Si el gobierno no puede pagar nóminas, tampoco puede pagar proveedores y muchas de estas empresas son proveedoras del gobierno federal.

Todo este fiasco ha tenido un efecto directo en la confianza empresarial y en la de los consumidores. Las encuestas de la Reserva Federal y las del Tesoro dicen que la confianza de los empresarios -un índice que los economistas traducimos en algo tan concreto y tangible como la intención de las empresas de invertir- ha caído quince puntos desde que se inició la crisis actual. Y, tanto Gallup como la Universidad de Míchigan nos dicen que, en las dos primeras semanas de octubre de 2013, el índice de confianza de los consumidores ha caído casi 20 puntos, alcanzando su nivel más bajo desde el inicio de la crisis económica, y la quiebra de Lehman Brothers a mediados de septiembre de 2008. Que se resquebraje la confianza de los consumidores es esencial en una economía que, como la norteamericana, tiene un componente esencial en el consumo, porque supone el 71% de su Producto Interior Bruto. 

Una incertidumbre similar se ha extendido en el sector de la construcción y en el mercado inmobiliario. Uno de los síntomas de la recuperación económica iniciada en Estados Unidos en junio de 2009 -además del crecimiento económico y la creación de empleo-, ha sido el aumento del número de transacciones de compraventa de viviendas y que el precio de la vivienda no ha parado de aumentar a un ratio del 12-15% cada trimestre desde junio de 2009. En Estados Unidos, como indica el Índice S&P-Case Shiller, que aumenten tanto las transacciones como el precio de la vivienda es una buena noticia porque es síntoma de recuperación económica. Otra cosa es que, como han puesto de relieve los estudios del recién premio Nobel de Economía, Shiller, haya que evitar la formación de burbujas en la fijación de los precios de los activos, en este caso, concretamente los inmobiliarios, como ya defendió en 2003 en su obra "Irrational Exuberance".

La incertidumbre ha afectado a los inversores en deuda pública norteamericana. China tiene en sus manos casi 1,3 trillones de dólares americanos en deuda pública extranjera, que supone en torno al 22,9% del total de deuda emitida. Si Estados Unidos no hubiera podido pagar a los inversores, la huída de inversiones hubiera sido mayúscula. El problema es que la tan sola posibilidad de que esto hubiera podido suceder, ha tenido un efecto muy negativo en la reputación y el prestigio de la economía americana como "valor seguro y valor refugio en el que invertir", como también lo es el dólar. En la lucha por la primacía económica y geopolítica mundial, China se frota las manos. El primer ministro chino declaró que "ya es hora de que se acabe la primacía económica norteamericana". Como si estuviéramos en los tiempos de la guerra fría, entonces Moscú, ahora, Beijing quieren disputar a Estados Unidos el liderazgo mundial. La crisis derivada de la falta de acuerdo hubiera sido desastrosa, para la economía mundial, sí, pero como se deduce de las declaraciones de Le Kiang, "a río revuelto, ganancia de pescadores", siendo, en este caso, los chinos quienes pescan.

El acuerdo alcanzado por el Senado y la Cámara de Representantes supone que el gobierno federal dispondrá de fondos hasta el 15 de enero y la fecha límite para el techo de endeudamiento del gobierno -hoy, en 16,7 trillones de dólares americanos- se extiende hasta el 7 de febrero. Es decir, no se ha resuelto el problema de fondo, sino que se ha ganado tiempo para, durante los próximos meses, seguir negociando. El presidente Obama lo ha dejado claro: quiere que para el 13 de diciembre haya un acuerdo bipartidista entre republicanos y democratas para que, durante la próxima década, "la cuestión de los ingresos -impuestos- y el gasto público, esté encauzada". Gobierne quien gobierne, Estados Unidos no puede estar cada año al borde del precipicio, sea fiscal, presupuestario o de deuda. 

Sin embargo, ha habido acuerdo, aunque sea temporal y parcial. Los números son elocuentes: en el Senado han votado 81 senadores a favor y 18 lo han hecho en contra. Y hay que tener en cuenta que la mayoría demócrata en el senado es my exigua, lo que significa que muchos senadores republicanos han votado a favor del acuerdo. En la Cámara de Representantes, donde los republicanos tienen mayoría, han sido 285 los congresistas que han votado a favor y 144 lo han hecho en contra. Esto significa que ha habido disenso y división dentro de las filas republicanas. 87 congresistas republicanos han votado a favor; todos los demócratas (198) votaron a favor. 

La gran cuestión es porqué los republicanos -o una parte importante de sus miembros en ambas cámaras- han votado a favor del acuerdo. La respuesta hay que entenderla en clave electoral. Y, en noviembre de 2014 habrá elecciones de mitad del segundo mandato de Obama. Las encuestas -las haga quien las haga, es decir, con independencia del signo político- penalizan a los republicanos porque la población les culpa por su actitud y comportamiento obstruccionistas. Ejemplos: una encuesta reciente del diario The Wall Street Journal -no sospechoso de ser simpatizante del presidente Obama- da como resultado que "el 53% de los norteamericanos culpa a los republicanos de la actual crisis presupuestaria y de poner en riesgo la economía del país". El tracking diario de ADVICE Strategic Consultants dice que el índice de aprobación de la gestión del presidente Obama pasa por mínimos históricos: está en el 43,9%. Pues bien, el del Congreso (Senado y Cámara de Representarntes) es aún mucho peor: un escaso 10%, con el 85% de los norteamericanos afirmando que están muy insatisfechos con la forma en senadores y congresistas hacen las cosas.

Es verdad que la sociedad norteamericana está muy dividida y polarizada. Muchos están en contra de la reforma de la sanidad que lleva el nombre de "Obamacare", aprobada por el Senado, la Cámara de Representates y la Casa Blanca en marzo de 2010. Pero que una parte pequeña -aun muy influyente- del partido republicano, compuesto por miembros del Tea Party haya hecho de la anulación de la reforma sanitaria de Obama la piedra angular del apalancamiento para sacar adelante el presupuesto federal para 2014 y ampliar la fecha límite del techo de deuda es algo que ha pasado factura -y muy cara- a los republicanos. Con su sistema electoral indirecto mediante delegados, un partido político no gobierna en Estados Unidos si no tiene un mínimo del 45% del favor de los votantes. Hoy, la estimación de voto para el partido republicano es del 30%. Ciertamente no todos los republicanos salen mal parados. Es muy probable que "paguen justos por pecadores" y que republicanos moderados sean penalizados por los votantes. En cambio, la minoría que representa al Tea Party saldría beneficiada en elecciones primarias republicanas, porque sus votantes premiarán a los candidatos más radicales. Esto será bueno para ellos, pero no para la gran mayoría de políticos republicanos. Las perspectivas electorales para un candidato demócrata presidencial en 2016 mejoran sustancialmente. Y la reforma sanitaria de Obama está para quedarse.
 
Publicado previamente el 17 de Octubre de 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes

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