domingo, 4 de octubre de 2009

Sesenta años de la República Popular China: una visión personal desde Toledo


“Para nosotros, Mao Zedong es como un abuelo de la patria, además de Fundador de la República Popular China”, nos dijo una historiadora china, mientras comíamos con una familia de Beijing, en uno de los pocos “hutong” que aún quedaban en pie, en Peking, antes de la celebración de las Olimpíadas de agosto de 2008.

En agosto de 2007, mi mujer y yo pasamos varias semanas recorriendo ciertas regiones de China. Reconozco que vi poca pobreza. Pero también es verdad, que sólo visitamos aquellas ciudades en que, oficialmente, viven 400 millones de chinos que, gracias a la convivencia (¿o coexistencia pacífica?) de economía de mercado y socialismo de partido único, salieron de la pobreza en las últimas décadas, y viven con estándares parecidos a los de la clase media europea o norteamericana. Parecidos estándares es sólo un forma de hablar.

Antes de ir a China, mi visión del país estaba fuertemente influenciada por muchas lecturas acerca de Mao. La última, de 2005, titulada “The unknown story, Mao”, de Jung Chang, autora de “Wild swans”, cisnes salvajes, o lo que es lo mismo, la historia de un siglo reciente de China, vista a través de tres generaciones de mujeres (abuela, hija y nieta). La despiadada, cruel e inhumana política de Mao, contada por Jung Chang me dejó fuertemente influenciado. Acaba su biografía del Gran Timonel afirmando que “un gran retrato de Mao sigue presidiendo la Plaza de Tiannamen”, dando a entender que los actuales gobernantes de China siguen al dedillo los dictados del Fundador del Estado Chino. Mala influencia, según Chang, cuya madre y abuela fueron literalmente destrozadas por la Revolución de 1949 y la Revolución Cultural de los años sesenta, respectivamente.

Dos años más tarde, en agosto de 2007, lo que sabía de China estaba impregnado de lecturas económicas y financieras, acerca del país asiático: “China shakes the world, the rise of a hungry nation”, de James Kynge, periodista de Finantial Times. Este fue mi libro de cabecera, antes de ir a China: Capitalismo; economía de mercado. Fondos soberanos chinos invirtiendo en el exterior y financiando la deuda, pública y privada, americana; grandes malls comerciales; marcas de lujo en coches, joyería y ropa. Cierto que, cuando visité China aquel verano, no visitamos las paupérrimas provincias del interior, pero sí pudimos cenar en los restaurantes de moda de Shanghai y ver desde ellos el skyline del distrito financiero, con algunos de los edificios más altos del mundo. Me impresionó.

Vi tal poderío económico y tantas ganas de comerse el mundo (“the rise of a hungry nation...!”) que compré media docena de cursos para aprender a hablar chino mandarín desde el inglés. Al volver a España supe que media docena de amigos tenían a sus hijos estudiando mandarín, “pensando en el futuro”. ¿En qué futuro?

En el futuro que describe el autor económico británico Martin Jacques en su muy recientemente publicado, “When China rules the world: the rise of the Middle Kingdom and the end of the western world”. Pensé que Martin Jacques exageraba, pero su colega británico de Harvard, Niall Fergusson, autor de la mejor (en mi subjetiva opinión) historia del capitalismo, “The ascent of money”, afirma que “the rise of China may well prove to be the defining economic and geopolitical change of our time”.

Sesenta años se cumplen ahora del nacimiento de la República Popular China. No voy a juzgar si, como sostiene Jung Chang, Mao sigue inspirando las políticas del actual presidente Chino, Hu Jintao. Pero sí sé que, muchos otros y yo, estamos estudiando chino. Y mi familia no proviene de la Ciudad Imperial de Pekin, sino de otra Ciudad Imperial, Toledo, sita en Castilla, centro geográfico de España.

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