jueves, 12 de marzo de 2015

2015 y el futuro de la economía norteamericana

Estados Unidos ha culminado 2014 con un crecimiento interanual de 5%. En términos de Producto Interior Bruto. El consumo interno, la inversión, las exportaciones han contribuido fuertemente: tanto demanda interna como demanda externa.

El Banco Mundial –como otras instituciones internacionales: FMI, OCDE, Comisión Europea- augura en su informe de enero de 2015, que Estados Unidos será el principal motor del crecimiento económico mundial. Los semanarios económicos y de negocios The Economist y Business Week, de diciembre de 2014, sostuvieron la misma tesis.

A lo largo del período que abarca desde junio de 2009 hasta diciembre de 2014, la economía norteamericana ha ido cogiendo fuerza, en términos de crecimiento y de empleo. En 2014 ambos parámetros han empezado a asemejarse a los de “la era Clinton”. En 2014 se crearon 3 millones de empleos en Estados Unidos: el mejor dato desde 1999. La media mensual ha sido de 224.000, aunque en noviembre fueron 353.000 y en diciembre 252.000. La tasa de paro se ha visto reducida hasta el 5,6%: es casi la mitad de la que había en los inicios de la crisis, cuando el desempleo llegó al 10,2%, y cada mes eran despedidos entre 800.000 y 900.000 personas, en la segunda mitad de 2008 y el primer semestre de 2009.

Casi todos los sectores de actividad económica han contribuido a la creación de empleo, empezando por los 52.000 en servicios profesionales y tecnologías de la información. Pero también los 48.000 de la construcción o los 34.000 en servicios sanitarios. Ha aumentado el empleo a tiempo completo (más de 400.000 trabajadores lo han conseguido), aunque la tasa de participación sigue siendo relativamente baja, del 62,7% y los salarios –mes sobre mes, de noviembre a diciembre de 2014- han descendido el 0,2%, aumentando en el año el 1,7%.

Bien es cierto que la baja inflación y el fuerte descenso del coste de la gasolina han puesto más dinero en los bolsillos de los norteamericanos, aumentando su poder adquisitivo y capacidad de compra. Es decir, que, aunque los salarios no han aumentado significativamente en 2014 –durante los seis años de recuperación lo hicieron en un 4%, versus un 8% de la época de Clinton-, los hogares estadounidenses disponen de más dinero para consumir y ahorrar, debido a la fuerte contención y bajada de precios en algunos casos.

La Reserva Federal (FED) tiene presiones para actuar. También las tiene para que no actúe. The Wall Street Journal y Bloomberg hicieron a finales de 2014 encuestas entre cien economistas, respectivamente, acerca de la previsión de los datos de paro de diciembre y, en los dos casos, se quedaron cortos: preveían una creación de empleo de 240.000 puestos de trabajo y no de 252.000. También pensaban que la tasa de paro pasaría del 5,8% de noviembre al 5,7%, cuando la realidad fue mejor, del 5,6%. Estos mismos economistas –cientos de ellos- anticipan que 2015 y 2016 serán buenos años para la economía norteamericana.

De ahí las presiones para que la Reserva Federal actúe. Ben Bernanke, primero, y Janet Yellen, después, han buscado un crecimiento económico anual del 3% y que la tasa de paro baje al 5,5%. Ambos objetivos van camino de conseguirse. Y la FED tiene varios mandatos: asegurar el crecimiento económico con creación de empleo, por un lado, y la estabilidad de precios, por otro. Lo primero está encaminado, tras 6 años de crecimiento tenue, pero casi ininterrumpido. Y el objetivo de inflación está controlado: por debajo del 2%, como quiere la FED.

Las medidas extraordinarias adoptadas por la Reserva Federal y por el Gobierno estadounidense quizá empiecen a perder su sentido. Primero ha sido el Quantitative Easing, de tal manera que aquel se ha ido gradualmente, reduciendo la compra de deuda pública e hipotecaria; y ahora podría ser el turno de los tipos de interés, que han estado en el entorno del 0% durante seis años y, quizá, en la segunda mitad de 2015, podrían empezar a subir de nuevo.

Los mercados de valores viven momentos de euforia, con el DJ (Dow-Jones) en máximos históricos, al igual que el Nasdaq y el SP-500. Por lo general, todos los índices bursátiles han alcanzado niveles formidables en los últimos dos años. El mercado de la vivienda se ha revitalizado de nuevo –con fuertes diferencias regionales, como muestra el Índice Case Schiller-, y en Silicon Valley aparece un nuevo panorama empresarial exitoso completamente inmerso en el entorno digital, nacido en ese nuevo entorno, y que sigue la estela exitosa inaugurada por empresas que ya generan muchos beneficios, como Amazon.com, Facebook, Apple y Google.

Ya no se trata de lo que hicieron las famosas “dot.com” de 1999, 2000 y 2001, que arruinaron a tantos, y defraudaron grandes expectativas: entonces, el mundo no eran digital, pero hoy, tres lustros más tarde, los mercados de consumo, corporativo y de pequeñas y medianas empresas (pymes), están plenamente inmersas en los modelos de negocio de internet, las nuevas plataformas, la nube, el big data, la movilidad y las redes sociales, como herramientas para ser más productivas y competitivas. Las personas ya no pueden vivir sin la tecnología en movilidad y en estar plenamente, siempre, conectados. La necesidad de información actualizada es constante. Como explican Eric Schmidt y Jared Cohen en “The New Digital Age”, Internet ha redefinido el futuro de las personas, los negocios, la política y la concepción de la forma de participar en la democracia por parte de los ciudadanos.

Crónica de la recuperación
A lo largo de estas páginas, hacedores de la política económica norteamericana nos han ayudado a entender cómo Estados Unidos ha salido de la recesión y se ha vuelto a reinventar. Lo hemos hecho de la mano de Ben Bernanke (“The Federal Reserve and the Financial Crisis), desde la Reserva Federal. También con su colega Timothy Geithner, como secretario del Tesoro de 2009 a 2013 (“Stress Test: reflections on financial crisis”). Michael Brunwald nos ayudó a comprender y valorar el paquete de estímulo económico de febrero de 2009 por importe de 787 billones de dólares que salvó la economía americana del abismo y evitó una Depresión como la de 1929 (“The new, new deal”). El oráculo de la Reserva Federal, Alan Greenspan, a quien ya acudimos en anteriores escritos, nos ha servido para poner en valor la capacidad de predictibilidad de la economía, cuando se hacen bien los deberes (“The map and the territory. Risk, Human Nature and the Future of Forecasting”).

El premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, en “The Price of inequality” –mucho más que el famoso Piketty en “Capital in the Twenty First Century”- ha explicado muy bien las fuertes diferencias de ingresos entre ricos y pobres que ha generado la crisis, y cómo la clase media americana ha sido la gran sufridora de la recesión.

Para nosotros, el gran cronista de la crisis ha sido el ex asesor de Bill Clinton, Alan S. Blinder, con su magna obra “After the music stopped: the financial crisis, the response, and the work ahead”. Por último, Thomas L. Friedman, junto a Michael Mandelbaum –“That used to be us: how America fell behind in the world it invented and how we can come back”- nos han enseñado que, desde los tiempos de la recesión de 2008 y 2009, cuando parecía que todo estaba hundido, y que América había perdido su primacía económica en el mundo, hasta hoy, se ha recorrido un trecho en el que el panorama ha cambiado radicalmente.

Es cierto, China ha jugado un papel esencial en estos años, y ha procurado ejercer su influencia económica, política y geoestratégica en el mundo, aprovechando que Estados Unidos atravesaba una recesión fuerte y estaba perdiendo “vidas y dinero” (Geoffrey Parker) en Oriente Medio. Nos lo ha recordado David Shambaugh en “China goes global”. Pero China –lo anticipamos hace tres años, y lo publicamos para que no hubiera duda- está experimentando una suave desaceleración de su crecimiento, que irá a más, porque sus fundamentos económicos y políticos no inclusivos son débiles (“Why nations fail. The Origins of Power, Prosperity, and Poverty”, de Daron Acemoglu y James Robinson). Por contraste, Estados Unidos está creciendo de nuevo con fuerza, y se convierte en el motor económico del mundo.

Esta obra es una explicación de las raíces, de las causas, de los fundamentos y de las consecuencias de la recuperación económica norteamericana, de la que se pusieron las bases entre 2009 y 2012 y se ha producido un proceso de afianzamiento entre 2012 y 2014. La siguiente etapa, entre 2015 y 2016 serán de fuerte acelerón del crecimiento económico y la creación de empleo. En estos años, ha sido un presidente demócrata, Barack Obama, quien ha aplicado las curas necesarias para volver a la senda de la prosperidad. Por eso hemos prestado atención a su segunda victoria electoral, en noviembre de 2012: la victoria de un presidente norteamericano –y su legado- no están asegurados si no culminan dos mandatos, como le está sucediendo a Obama.

En los últimos seis años, la economía ha sido la primera preocupación de los estadounidenses. Siempre lo es: en las duras, y en las maduras. Lo llevan en la sangre. Por eso, en esta obra hemos prestado una atención primordial a la economía, versus a otros escritos nuestros en los que las relaciones internacionales o la política interior jugaban un papel muy destacado.

2015 es el año de pistoletazo de salida de la carrera electoral hacia la Casa Blanca. Habrá elecciones presidenciales en noviembre de 2016. En su segundo libro de memorias, (“Hard Choices”), Hillary Clinton dice que tiene una difícil decisión que tomar, sobre si se presenta a las elecciones como candidata o no. Todas las encuestas la dan por ganadora, al menos por el bando demócrata. En el campo republicano, hay muchos potenciales candidatos: Jeff Bush, Marco Rubio, Ted Cruz, Mike Huckabee, Mitt Romney, Rand Paul, y muchos más. Serán las elecciones más caras de la historia, con candidatos gastando ingentes cantidades de dinero en la campaña electoral, tanto en las primarias como en las elecciones presidenciales.

Nadie sabe quién ganará, aunque todas las encuestas, hoy, dan por ganadora a Hillary Clinton. Sea como fuere, la economía será objeto de debate con toda certeza. Y esperamos, como ya hicimos en 2008 y en 2012, estar muy cerca de los Estados Unidos para, como ahora, poder vivirlo y escribirlo.

Publicado previamente en Cinco Días el 15 de enero de 2015

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