miércoles, 16 de julio de 2014

El consumo interno no despega en Estados Unidos..., y por qué

La FED (Reserva Federal norteamericana) ha decidido finalizar su programa de "quantitative easing" (compra de deuda pública e hipotecaria) en octubre de 2014. La Reserva Federal empezó a apoyar a los mercados en 2008, cuando parecía que -especialmente, tras la quiebra de Lehman Brothers el 15 de septiembre de aquel año- Wall Street se venía abajo. El banco central estadounidense ha estado reduciendo paulatinamente la compra de bonos desde septiembre del año pasado -10 billones de dólares menos cada mes- y realizará la última compra en octubre de 2014, por importe de 15.000 millones de dólares. Desde que se inició el programa, hasta su finalización, las tres rondas de QE (quantitative easing) habrán supuesto un balance de 4,4 trillones de dólares o, lo que es lo mismo, cuatro veces más que el coste económico de la guerra de Iraq entre 2003 y 2013, por utilizar una comparación ("The 1 trillion dolar war", del premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz).

La FED ha tomado estas decisiones porque entiende que se están cumpliendo los objetivos para los que dichos programas fueron diseñados: primero, la tasa de desempleo se acerca ya al 6%. Segundo, el crecimiento económico, a final de año, alcanzará el 3%, en términos PIB. Tercero, la inflación ronda el objetivo del 2%; es decir, la Reserva Federal ha impulsado el aumento de los precios, en un esfuerzo por estimular el crecimiento económico. Y, fruto de este mayor crecimiento, la FED espera que aumenten los salarios de manera que aumente la capacidad de adquisitiva de los hogares norteamericanos y, en consecuencia, se estimule el consumo. La creación de 272.000 empleos nuevos al mes en el último trimestre va en esta línea, aunque los salarios todavía no han respondido en la misma medida que la creación de empleo.

La inflación aumentó en mayo el 1,8%, comparado con el mismo mes del año anterior, el mejor dato desde octubre de 2012, y el que más se acerca al objetivo de la FED de un aumento de los precios del 2%. "Adjusted for inflation", que se dice en inglés, el consumo cayó por segundo mes consecutivo. Tras seis años de lenta recuperación económica (2% de crecimiento medio del PIB entre 2009 y 2013, versus el 3% de recuperaciones previas), los norteamericanos se han vuelto más cautos en sus gastos.

El aumento de los precios en mayo se ha traducido en que se ha encarecido el carrito de la compra y, sobre todo, la gasolina, que en Norteamérica es un artículo de primera necesidad. Según el CPI (Consumer Price Index) del Departamento de Trabajo, el precio de los alimentos aumentó el 0,5% en mayo respecto a abril. Y los precios de la gasolina están en su máximo histórico en seis años, teniendo en cuenta que ya estamos en verano, cuando el consumo de gasolina aumenta.

El Departamento de Comercio hizo público su informe sobre el consumo interno el pasado 26 de junio: en mayo, la compra de ropa decreció el 0,9% respecto a abril (ya ajustados los precios a la inflación); las comidas fuera del hogar se redujeron en un 0,4% y la asistencia a las salas de cine se derrumó el 10,3%. Hay que tener en mente que el consumo en Norteamérica supone el 70%  del PIB,  y que su crecimiento medio en los últimos seis años ha sido análogo al del Producto Interior Bruto: 2,2% cada trimestre, versus el 3% de la recuperación de 1993-2000. Los salarios han aumentado el 2,5% cada año desde 2009, comparado con el 4,3% de los años del boom inmobiliario (2001-2007).

Si hubiera que seguir al pie de la letra la famosa obra de Piketty ("El Capital en el siglo XXI"), estaríamos verdaderamente observando esa fuerte divergencia en la evolución de ingresos de que habla el economista francés. Las rentas más altas se han visto beneficiadas por la subida de la bolsa y los precios de las casas. Son los menos. En el extremo opuesto, una inmensa mayoría de la fuerza laboral no ha visto un aumento significativo de sus salarios. Según el último estudio de ADVICE Strategic Consultants, "el 49% de los consumidores estadounidenses necesitaría un aumento del salario antes de decidir salir de compras", lo que se traduciría en que, primero, muchos viven con lo justo para pagar los gastos familiares y no les queda mucho excedente para consumir más allá de lo necesario e imprescindible, y, segundo, que ha aumentado el ahorro familiar en un entorno de incertidumbre. Otro estudio de RCB Cappital Markets llega a las mismas conclusiones: "el consumidor tiene el dinero en el bolsillo, pero no la confianza de salir a la calle y comprar".

El índice de confianza económica de Gallup del 8 de julio se mantenía en el -16, inalterable desde principios de junio. De hecho, el índice de gasto del consumidor de la propia Gallup indicaba que los norteamericanos gastaron de media 91 dólares en junio, versus 98 dólares del mes anterior. Y esto en un contexto de fuerte creación de empleo.

Hay una conclusión clara: esta es una recuperación económica con fuerte creación de puestos de trabajo, pero no de aumento del poder adquisitivo de la fuerza laboral, puesto que las empresas optan por aumentos de productividad vía contención salarial, al tiempo que el consumidor se ha vuelto más cauto, tras haber aprendido las lecciones del pasado.


Publicado previamente el 14 de julio en el  blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes  

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