Las últimas predicciones económicas del Fondo Monetario Internacional
y de OCDE son muy consistentes. Ambas indican que España inicia en 2013
una década de estancamiento económico. Los cinco primeros años, España
verá cómo el Producto Interior Bruto (PIB) sigue decreciendo y la tasa
de desempleo continúa aumentando.
Tan solo en 2013 prevemos un millón más de parados. La tasa de
desempleo, como porcentaje de la población activa (datos Encuesta
Población Activa o EPA) aumentará dos puntos. La fuente del aumento del
paro será doble: EREs de las Grandes Empresas Españolas y EREs de las
filiales de multinacionales con directa presencia en nuestro país,
debido a un aumento de la fiscalidad: pudiendo pagar menos en Irlanda,
no tiene sentido paguen más en España.
El déficit público, que tanto preocupa al Gobierno español, seguirá
por encima de lo establecido y pactado con Bruselas, tanto en 2012 como
en 2013. A falta de nuevos ingresos por aumento de actividad, el
Gobierno español optará por intentar recaudar más impuestos. E,
inevitablemente, el Gobierno pedirá formalmente el rescate de nuestra
economía por parte de Bruselas.
Para las personas corrientes, la gran mayoría de la población
general, recuperación económica es sinónimo de tener empleo, pagar la
hipoteca y el resto de deudas, y poder ser expansivo en el consumo; si
es posible, también, ahorrar un poco. Esto no sucederá, en España, hasta
dentro de diez años: cinco, de decrecimiento, y cinco de estabilización
o crecimiento plano. En este escenario están de acuerdo todos los
bancos de inversión norteamericanos, los mismos que, en Estados Unidos
suponen el 56% del PIB.
Falta un modelo productivo
Los problemas de España son estructurales y, por tanto, no son
solubles en el corto plazo: ausencia de modelos productivos, con
excepción de la construcción y el turismo muy barato. Sin ellos, es
impensable recolocar a seis millones de personas o el 26% de la
población activa.
El porcentaje de deuda pública sobre PIB alcanzará en los próximos
doce meses el 90%. Según los economistas Reinhart y Rogoff ("Crecimiento
en tiempos de deuda"), cuando una economía alcanza esos niveles de
deuda pública (suma de todos sus déficits que, en España, se multiplican
por el número de administraciones, más la deuda de los hogares y las
empresas), en el caso de que se esté creciendo, se verá abocada a un
exiguo crecimiento del PIB del 2% y luego el estancamiento unida a la
inflación. En otra palabra, la vuelta a los peores años setenta
–suponiendo que los hubo mejores, puesto que la década vivió dos
recesiones, ambas consecuencia del aumento de los precios del petróleo,
en 1973 y en 1979: toda una década perdida.
En países que, como Estados Unidos, Francia, Alemania o, incluso
Italia, sí tienen modelos productivos propios y boyantes, un crecimiento
del 2% es muy beneficioso. En el caso norteamericano, por ejemplo, la
economía ha crecido una media aritmética mensual del 2,2% entre junio de
2009 y diciembre de 2012. Se han creado 6 millones de puestos de
trabajo en el sector privado. Se doblarán las exportaciones en dos años
y, como consecuencia, se crearán otros cinco millones de puestos de
trabajo americanos. Algo parecido, pero en menor escala veremos en
Alemania, Francia o Italia.
El caso de Reino Unido y los países anglosajones –la Common Wealth,
el antiguo imperio británico- es distinto al del resto del mundo: ni
Canadá, ni Australia, ni Nueva Zelanda, ni India..., han experimentado
la recesión. Estados Unidos la sufrió, y mucho, entre agosto de 2007 y
junio de 2009. Desde entonces, Estados Unidos no ha parado de crecer.
Además, en el caso norteamericano, todo lo que baje del pleno empleo (en
Estados Unidos, el 4% de paro) es un desastre.
Los estadounidenses no entienden que España tenga un paro estructural
del 8% en épocas de bonanza, que equivale a dos millones y medio de
personas. Menos aún el 26%... Teniendo en cuenta que la población, la
demografía, en España varía poco –excepto como efecto de la inmigración,
que incorporó siete millones de personas al mercado laboral entre 1999 y
2010, según el INE-, el mercado laboral cambia poco. Pero aumenta el
número de parados.
En España no tenemos vibrantes Silicon Valleys (tecnologías de la
información), Wall Street (entidades financieras), Nuevo México – Los
Álamos (I + D), Boston y el MIT (formación, educación, TIC, etc.).
Empresas pequeñas
En España hay un puñado de empresas grandes –pequeñas, para los
estándares mundiales-, y unas cuantas filiales de multinacionales que
inventan y fabrican fuera de España: inventan en su casa matriz
(occidental) y fabrican muy barato en países emergentes. En realidad a
estas segundas empresas les importa poco si tienen filiales presentes en
España; sus operaciones son de ventas y marketing, y esto lo pueden
hacer desde Irlanda, Londres, París o Berlín.
La globalización es un fenómeno, en sí mismo, positivo. Pero, en un
momento de desaceleración económica como el actual, países como España
dejan de ser productivos y son altamente no competitivos, por contraste
con los países BRIC, por ejemplo.
Las tecnologías de la información ayudan en un estadio inicial pero,
como escribió Keynes, la automatización que eleva de nivel a muchos
trabajadores, deja sin empleo a muchos más empleados. La lógica es
aplastante: ¿cuántos puestos de trabajo hay en la cúspide, donde se
piden o requieren o necesitan altísimas cualificaciones profesionales?
La respuesta es sencilla: muy pocos. Si España tuviera treinta pujantes
sectores de actividad, con fabricación propia, como los países fuertes
de Europa, Estados Unidos, India, China, Brasil y Rusia, o la gran
mayoría de los países anglosajones, la perspectiva sería más positiva
para España. No es el caso.
Cada vez menos españoles
Por último, la demografía juega en contra de España. Cada vez somos
menos españoles. Los inmigrantes empiezan a irse de España y vuelven a
sus países de origen, ante la ausencia de trabajo y perspectiva de
futuro. En los últimos catorce meses, un millón de inmigrantes ha dejado
España.
La evolución demográfica es tan negativa como preocupante. Cada vez,
menos personas continúan trabajando, para mantener a una creciente y
envejecida sociedad, que requiere pensiones y cuidados sociales. En 2036
habrá una primera quiebra del sistema, que se salvará temporalmente con
parches (reducción del sector público, menos prestaciones sociales,
aumento de impuestos, etc.), para volver a caer en 2050, ya sin remedio.
De esto, ya "amenazó" Naciones Unidas, en su informe de 1 de enero de
2000. Hemos tenido doce años para poner remedio, pero no se ha hecho
nada. Da igual el color del partido en el Gobierno: la demografía
trasciende ideologías y es "cuestión de Estado": ni las derechas ni las
izquierdas han hecho nada para aumentar la demografía en España.
Lo que se puede hacer
La falta de modelos productivos propios; la globalización, la
tecnología, la deuda y la evolución demográfica son letales para España.
A la inversa, sería distinto: con modelos productivos propios; inmersos
en la globalización siendo productivos y competitivos; el uso de las
TIC de manera intensiva e inteligente y no para jugar a videojuegos; la
reducción de la deuda y el aumento de la demografía..., darían una
resultante mucho más positiva para España.
Pero esto no se improvisa; lleva consigo uno..., o dos ciclos
económicos, el conseguirlo: cuatro años para poner los fundamentos;
cuatro años de implementación de modelos productivos nuevos; cuatro años
de creación de productos y servicios que se puedan vender, de manera
competitiva en los mercados internacionales, que no son Andorra,
Portugal y Gibraltar. Y, todo ello, acompañado de un cambio de valores y
principios; un cambio social profundo donde se premie el trabajo
esforzado, se favorezca al generador de riqueza, y no se le mire de
reojo y con envidia: no se le penalice, por tanto; un país donde, cada
vez más, los jóvenes quieran ser empresarios en vez de funcionarios.
A corto plazo, pueden hacerse solamente dos cosas: dejar hacer
–libérrimamente-, a las empresas que triunfan, como Telefónica, La
Caixa, Santander, Abertis, Novartis, Ferrovial, HP, Microsoft, El Corte
Inglés, Mapfre, Caser, Sanitas...; también a Iberia, que tiene un plan
de reestructuración propio de su sector, y al que el mismo Gobierno que
transforma lo propio (Bankia, Paradores, Renfe o la SEPI), le pone
trabas -que no son propias de una economía de libre mercado- a la
aerolínea.
Y, al mismo tiempo, el que tenga dinero, que lo ahorre como Dios le
dé a entender. O lo invierta. El mundo, la economía global, crecerá en
los próximos cinco años entre el 3,5 y el 4% en PIB. España, no. Vienen
tiempos duros y hay que apretarse el cinturón.
Publicado previamente en el Confidencial Digital el 21 de diciembre del 2012
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