En la medida en que el crecimiento económico y del
empleo, y otros indicadores, no se sitúen por debajo de nuestras expectativas,
y la inflación no supere ciertos límites, seguiremos impulsando nuestro
programa de reformas”, explicó el primer ministro chino, Li Keqiang, a líderes
provinciales del partido, en la segunda semana de julio de 2013.
Por ahora, los datos que conocemos de la economía china se
mantienen dentro de los parámetros establecidos por el gobierno. El crecimiento
económico (en términos de Producto Interior Bruto) del segundo trimestre de
2013, fue del 7,5%, que es el objetivo establecido para el conjunto del
ejercicio. El trimestre previo vio un crecimiento del 7,7% y, en 2012, el PIB
aumentó el 8%. Los datos muestran que la economía china se está desacelerando.
Lo anticipamos desde ADVICE Strategic Consultants en Cinco Días en el año 2012: si se confirma el objetivo de
crecimiento para 2013, se tratará del peor año de la serie histórica desde
1990.
Los desequilibrios de la economía china, de que tanto hemos
hablado, se ponen cada vez más de manifiesto, y son la causa de la
desaceleración. China había apostado fuertemente por las exportaciones, en las
dos últimas décadas: sin embargo, se han reducido el 3,1%, en el segundo trimestre
del año, debido a una menor demanda de productos y servicios de Estados Unidos
y la Unión Europea.
En la primera mitad del año se han creado siete millones de
puestos de trabajo nuevos, aunque el departamento de estadísticas chino solo
provee datos referidos a los empleos generados en las ciudades, optando por ignorar
lo que sucede en las zonas rurales, de las que solo dice que “se sigue
produciendo un éxodo progresivo de trabajadores del campo a las ciudades”.
Hasta ahora, el patrón de crecimiento chino se apoyaba en la
producción industrial y en la inversión, fundamentalmente. La primera creció el
8,9% (la previsión era el 9,1%) y la segunda aumentó el 20,2%, versus las
expectativas del 20,2%: cuando hablamos de la segunda economía del mundo, con
más de mil trescientos millones de personas, las décimas cobran un enorme
significado y relevancia. La construcción de barcos y la producción de acero,
esenciales para componer el índice de producción industrial chino, vieron una
progresiva desaceleración, que se remonta a los dos últimos trimestres de 2012.
En cambio, el consumo privado, en el mercado doméstico,
aumentó hasta el 13,3%, aun cuando se redujo la renta disponible de los hogares
–una vez más, en las ciudades-, hasta el 6,5%, desde el 9,7% del mismo período
del año anterior (2012). Una de las razones más relevantes que explican por qué
aumenta el consumo, aunque los individuos han visto cómo disminuye su poder
adquisitivo, está en el hecho de que, en China, no todos consumen por igual. El
mercado del lujo es el segmento que más ha crecido, pero afecta relativamente a
unos pocos, aunque sean cientos de miles de personas: empresarios, funcionarios
del partido, militares y personas cercanas al régimen. El Gobierno prevé que
los mayores crecimientos en la demanda, provengan del consumo de “comida y
coches”.
Posiblemente, cuando el presidente chino y secretario
general del partido comunista (Xi Jinping) dice que quiere corregir los
desequilibrios en la economía, también está pensando en que cambien los
patrones de consumo. En su caso, que el aumento de la demanda de coches y
comida se aplique a las masas, y no solo a unos cuantos privilegiados. Aunque
se trate de un supuesto igualitario paraíso comunista en el que, parafraseando
a George Orwell “The Animal Farm”, todos son
iguales, pero unos más iguales que otros.
Publicado previamente en mi Blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes
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