Como Obama dejó claro el 28 de agosto en Washington, “aún queda
mucho por delante, para que se haga realidad el Sueño del doctor King
(MLK)”. Especialmente en lo que a los derechos de los latinos se
refiere, en Estados Unidos. Y los millones de trabajadores mal pagados,
que reciben 7,5 dólares por hora. Aun así, hay más optimismo: el índice
de confianza de los consumidores alcanzó en agosto su máximo histórico
en los últimos cinco años y medio (81,5), el más alto desde enero de
2008. El dato se basa en la mayor confianza de los americanos en que –en
los próximos meses- aumenten los salarios y la contratación.
Lo mismo les sucede a los empresarios. El índice de confianza de las
pyme americanas que elabora The Wall Street Journal, muestra el 29 de
agosto, el punto más alto desde hace seis años, con 104,2 puntos este
mes, versus 93,7 en el mes de julio. El 73% de las pyme americanas
esperan aumentar facturación en 2014 y un 54%, el beneficio. Otros
estudios (el índice trimestral de optimismo económico de las pyme que
elaboran Wells Fargo y Gallup, y el de la Federación Nacional de
Negocios Independientes) muestran resultados similares en agosto: pymes y
grandes empresas están más optimistas sobre el presente y el futuro de
“sus” economías. El precio de la vivienda sigue aumentando (12,1%, el
último mes), según el índice de Standard & Poor/Case Shiller. La
economía creció más de lo esperado, en el segundo trimestre de 2013: el
2,5%.
La cuestión está más complicada en el frente internacional, con
Estados Unidos y Reino Unido preparándose para atacar a Siria con
misiles. La aquiescencia de Rusia va a ser esencial, pero las relaciones
entre Estados Unidos y Rusia no atraviesan su mejor momento. En abril
de 2009, en Praga, Obama y el entonces presidente de Rusia Dimitri
Medvedez firmaron un acuerdo de reducción de armas nucleares (un tercio,
por ambas partes), que Cámara de Representantes y Senado ratificaron en
diciembre de 2010, justo después de la debacle demócrata en las
elecciones de mitad de mandato de ese año, y antes de que tomara
posesión en el nuevo Congreso (el némero 113 de la Republica), de mayoría
republicana en la Cámara de Representantes, y totalmente
obstruccionista hacia las políticas de Obama; lo que explica por qué la
Reforma de la Inmigración sigue parada, a pesar de haber sido aprobada
en el Senado, gracias a la mayoría simple demócrata en la cámara alta:
la reforma de la Inmigración será prioridad para Obama a la vuelta de
sus vacaciones.
Si es que Obama ha disfrutado de vacaciones en absoluto. Puesto que
“las crisis”, este verano, se le multiplican, tanto en el frente interno
como en el internacional. Hablábamos de Rusia: el actual presidente
ruso, Vladimir Putin, ha dado asilo durante un año a Snowden, quien ha
dado a conocer al mundo muchos de los espionajes llevados a cabo por la
CIA y la NSA. Obama, quien en rueda de prensa el 9 de agosto dijo que
hace tiempo había querido poner en marcha programas de supervisión y
transparencia de esos espionajes, canceló la cumbre bilateral con Rusia
prevista para septiembre de 2013. No que a Putin le importe, porque
cara a su popularidad interna, le viene bien mantener abierto el
enfrentamiento con el “enemigo americano”. En cambio, a Obama no le
interesa que sigan produciéndose filtraciones sobre los programas de
espionaje norteamericanos: el 21 de agosto de 2013, The Wall Street
Journal, en su edición estadounidense, publicaba que la Agencia de
Seguridad Nacional (NSA) tiene acceso al 75% de todo el tráfico en
Internet en Estados Unidos, incluidos los contenidos de los correos
electrónicos de los norteamericanos.
El uso de los drones para aniquilar talibanes y líderes de Al Qaeda
se está convirtiendo en cuestión de debate nacional, al menos entre los
medios de comunicación, puesto que la economía sigue siendo, con creces,
no solo la primera preocupación de los americanos, sino también, el
primer parámetro por el que miden el índice de aprobación de la gestión
del presidente. Y, en este punto, Obama, en agosto de 2013, atraviesa su
peor momento. Según las encuestas de Gallup del 20 de agosto, el índice
de aprobación del presidente está en la media del 45%, su punto más
bajo desde enero de 2009, cuando tomo posesión.
Obama teme encontrarse con que los republicanos veten su presupuesto
para el año que viene en septiembre, forzando un cierre del gobierno
federal y un posible “default” o imposibilidad del gobierno de hacer
frente a sus obligaciones financieras. Jack Lew, secretario del Tesoro,
dijo el 28 de agosto que el límite de endeudamiento del Gobierno (16,7
trillones de dólares norteamericanos) se alcanzaría a mediados de
octubre de este año y que los conservadores quieren utilizar como moneda
de cambio para matar “Obamacare”. En cambio, los republicanos no se
oponen a que Obama siga dando ayuda económica a los militares de Egipto
que, mediante un golpe de estado, han depuesto al gobierno islamista,
pero elegido democráticamente, de los Hermanos Musulmanes, presidido por
Morsi (en paradero “desconocido”).
A nadie interesa un gobierno islamista radical en Egipto. Ni a
Estados Unidos, ni a Israel, que teme que los acuerdos de paz de 1979 se
conviertan en papel mojado, ni a los regímenes de Arabia Saudí, Bahrain
o los Emiratos Árabes Unidos. Todos están prestando ayuda económica a
los militares que dirige el general Sisi, presidente interino. El
secretario estadounidense de defensa, Chuck Hagel, ha dicho que “la
capacidad de influencia de los Estados Unidos en Egipto es limitada”.
Obama ha criticado la dureza con que los militares han tratado a los
Hermanos Musulmanes (900 muertos, también muchos policías) y ha
cancelado unas maniobras militares conjuntas. La cuestión es que llama
mucho la atención saber a quién alegra que los Hermanos Musulmanes
gobiernen en Egipto y pretendan crear un estado teocrático bajo las
leyes del Islam. Varios medios de comunicación (Financial Times, WSJ)
han denunciado la masacre de cristianos, que suponen el diez por ciento
de la población egipcia. Irán, Hamas y Hizbolá han dejado claro que
apoyan a los Hermanos Musulmanes.
Los tres están comprometidos con la destrucción de Israel. Y todo esto sucede cuando palestinos e israelíes están a punto de comenzar, después de tres años, negociaciones sobre cómo llevar a cabo negociaciones para culminar el inicio de un nuevo Proceso de Paz. El Proceso aún no ha comenzado, porque ha habido enfrentamiento armado entre las partes, varios palestinos han resultado muertos, y la mesa de negociación todavía no ha sido activada. Israel ha devuelto a sus familias a 26 presos palestinos, muchos de los cuales tenían delitos de sangre: 26 son pocos, comparados con los más de mil que Israel dejó libres en los Acuerdos de Paz de Oslo, de 1993. Aunque lo peor no es eso, sino que, a poco de decir que se va a sentar a negociar, Israel anuncia que va a construir mil nuevos asentamientos, en Jerusalén Este, precisamente donde los palestinos querrían instalar la capital de su estado, si es que finalmente lo consiguen.
En Siria, al igual que sucedió en Libia, Obama tiene poco que hacer,
al menos desde el punto de vista militar, más allá de atacar con
misiles. Ni el presidente, ni la opinión pública, quieren enviar tropas,
como ya hiciera Bush, por motivos distintos, en Irak y Afganistan.
Quizá pueda encontrar el presidente un mínimo signo de esperanza en
Irán, donde un nuevo líder, Hasan Rohuani, abre la mano para negociar
con Estados Unidos, acerca de la “cuestión nuclear”. Todo sea que un
ataque de Estados Unidos a Siria no provoque una reacción de Irán,
Hizbulá y Hamás contra Israel, y el conflicto se extienda a todo Oriente
Medio.
Publicado previamente el 29 de agosto en mi Blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes
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