“El
motivo de que los tipos de interés continúen siendo bajos es que la economía
está débil y la inflación está controlada”. De entre las muchas virtudes del
presidente de la Reserva Federal norteamericana, destacaría dos: primero, que
es un erudito, historiador culto y amante de los matices; segundo, que es buen
comunicador y se hace entender. No así su predecesor, Alan Greenspan, a quien
gustaba hablar mediante jeroglíficos difíciles de desentrañar: hubimos de
esperar a que publicara su formidable libro de memorias (The Age of Turbulance,
2008) para que supiéramos lo que realmente tenía en la cabeza. Bernanke acaba
de publicar una obra sencilla (The FED and the financial crisis, 2013) en que
repasa la historia de la institución que preside, y sus dos mandatos: espolear
el crecimiento económico y el empleo, y controlar la inflación. Otro presidente
de la Reserva Federal, Paul Volcker, ha explicado recientemente en “The triumph
of persistence” (2012) cómo se puede, desde la FED, conseguir estos dos objetivos.
Si algo
tienen en común los últimos tres presidentes de la Reserva Federal, es lo
acertado de sus políticas económicas y monetarias. Bernanke es firme defensor
de que las políticas monetarias apoyen las políticas económicas nacionales.
Algunos, como Japón recientemente, lo están haciendo para impulsar el
crecimiento económico, y otros, como China, manipulan artificialmente el tipo
de cambio de su moneda, para favorecer sus exportaciones.
En sus
declaraciones ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes
y del Senado (Capitol Hill) del 17 de julio, Bernanke ha vuelto a poner énfasis
en que no es cierto que la FED vaya dejar de lado la política de estímulos
mediante la compra de bonos. Una vez más, el presidente de la FED ha explicado
que sus políticas “se acomodarán a la marcha de la economía”. No es verdad, ha
dicho Bernanke, que “nuestra política esté predeterminada”, lo cual es un gran
alivio, puesto que la política económica y monetaria norteamericana suele ser
ajena a los vaivenes ideológicos: en cambio, es pragmática, porque busca la
eficacia. Así lo hicieron Volcker, Greenspan y Bernanke durante las tres
últimas décadas.
Bernanke
es consciente de que la economía aún no está cogiendo velocidad de crucero. En
el último mes (junio) se crearon 195.000 empleos netos y, sin embargo, la tasa
de paro permanece en el 7,6%. El crecimiento del primer trimestre de 2013, en
términos de Producto Interior Bruto, fue del 1,8% y, quizá, sea del 1% en el
segundo trimestre del año. Es un crecimiento anémico. Y una gran parte de los
nuevos empleos generados lo son a tiempo parcial, lo cual obliga al trabajador
a seguir buscando trabajo y, si puede, mantener varios empleos al mismo tiempo.
En Norteamérica, con una economía muy orientada al desarrollo de la sociedad
del conocimiento, los parados de larga duración (más de seis meses en situación
de desempleo), quedan fácilmente obsoletos y solo con mucha dificultad son
readmitidos en el mercado de trabajo.
La FED
tiene varios objetivos, que quiere ver cumplidos antes de cambiar sus
políticas: primero, que el crecimiento económico oscile entre el 2,8% y el 3%.
Segundo, que en el corto plazo, el desempleo se sitúe en el 7% y, en el medio
plazo, en el 5,6%. Tercero, que la construcción y el mercado inmobiliario se recuperen
(casi) permanentemente.
Al
mismo tiempo, Bernanke tiene el ojo puesto en los bancos: por un lado, tal y
como establece la reforma financiera Dodd-Frank de julio de 2010, quiere
aumentar los requerimientos de capital de los bancos; segundo, es consciente de
que, con tipos de interés bajos, muchas entidades financieras están asumiendo
grandes riesgos, y financiando operaciones con recursos propios, elevando en
demasía su apalancamiento. Bancos como Goldman Sachs y JP Morgan Chase son
radicalmente contrarios a las recetas de Bernanke, y se oponen a elevar las
exigencias de capital, y a que se cercene su capacidad de asumir riesgos,
puesto que en este terreno consiguen altas rentabilidades.
Por
último, Ben Bernanke es consciente de que el gobierno debe controlar el gasto
público y que no debe excederse el límite de gasto, como ya se hizo en agosto
de 2011 para evitar un “default” –que el gobierno no fuera capaz de asumir sus
obligaciones financieras-. Al mismo tiempo, el presidente de la Reserva Federal
reconoce que el famoso “sequester” ha restado ya 0,7% al PIB en 2013 y que, de
no haber sido así, la tasa de paro ya habría descendido al 7%, como anticipamos
desde ADVICE Strategic Consultants en las páginas de Cinco Días en marzo de este
año.
Habrán
de transcurrir tres años, hasta que Bernanke vea cumplidos sus objetivos, tanto
de crecimiento, como de empleo: la fecha clave es 2016, año electoral
presidencial.
Publicado el 17 de julio 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes
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