El
presidente Obama no pasa por su mejor momento demoscópico, en términos de
popularidad ante la opinión pública. Vive, de hecho, en su momento más bajo, si
echamos un vistazo al índice de aprobación de su gestión: el 49,5% de
norteamericanos le suspenden, frente al 45% que le aprueban. El saldo neto es del -4,5%. Desde una
perspectiva europea, ya quisieran muchos políticos del Viejo Continente que, al
menos, el 45% de la ciudadanía, le dieran un aprobado a la manera en que
gobiernan y manejan “la cosa pública”.
Desde
que fue reelegido, Obama ha gastado mucho capital político en varios frentes:
en el ámbito nacional, sacar adelante una amplia legislación para controlar el
uso de armas de fuego. También, la ley de inmigración, ya aprobada en el
Senado, pero “colgada”, pendiente de un hilo, en la Cámara de Representantes, debido
a la recalcitrante oposición de un reducido -pero poderoso-, grupo de
republicanos, que ha decidido oponerse a cualquier medida que quiera sacar
adelante la Casa Blanca: incluso, y aun a costa de que, el no aprobar la ley
que legalizaría a 15 millones de hispanos, es algo que penalizará fuertemente,
en las urnas, a los republicanos, y les convertirá en un partido marginal, desde
el punto de vista sociológico y electoral. Como ya dijimos, hasta el presidente
George W. Bush ha apoyado la causa del presidente Obama, en materia de
inmigración.
En
política internacional, las crisis de Siria y Egipto también han pasado factura
al presidente. En el caso de Siria, los norteamericanos se oponen a una
intervención directa –con tropas en el terreno-, como piden los republicanos:
de hecho, si los estadounidenses aterrizaran
en Siria, el problema ya no sería Bashar Al Asad, sino Hizbulá en el Líbano, y
la Guardia Revolucionaria de Irán, puesto que ambos apoyan el régimen de
Damasco. Por lo que a Egipto se refiere, para los norteamericanos el embrollo
egipcio es un jeroglífico imposible de descifrar y entender.
Muchos
estadounidenses pensaban que, con la caída de Mubarak –aliado de Estados Unidos
durante tres décadas-, América apoyaba la democracia en Egipto. Resulta que
hubo elecciones libres y, -sorpresa-, quien ganó fue un partido islamista
radical, los Hermanos Musulmanes, hoy expulsados del poder por los militares –los
mismos que trabajaban con Mubarak- y apoyados por casi la mitad de la población,
que quieren un gobierno más secular.
La realidad
es que, en el caso sirio y el egipcio, Obama está actuando de una manera que no
es obvia para el pueblo americano. Como publican David E. Sanger en “Confront
and conceal. Obama’s secret wars and surprising use of American power” (Crown,
2012), y David Corn en “Showdown” (Morrow, 2012), Obama ha hecho un uso mucho
más sutil del poder militar Americano, que su predecessor (Bush hijo). Lo
cual, no ha evitado que hayan estallado escándalos en las manos del presidente,
como la muerte del embajador americano en Benghazi (Libia) o el espionaje de la
Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
Y, aunque todas estas cuestiones han afectado negativamente
a la imagen del presidente, ninguna de ellas es la fundamental. La primera
preocupación de los americanos es la economía, con un 23%. La segunda es el
paro, con el 19%. Después, hay cuestiones como la Sanidad, la Inmigración o el
Control de Armas de Fuego, con porcentajes que oscilan entre el 5% y el 8%. El
índice de confianza económico de Gallup para la cuarta semana de julio es del
-12%, doce puntos menos que hace un mes; es decir, hay una mejora evidente. Un
52% de los estadounidenses creen, hoy, que la economía evolucionará a peor y el
43% piensan que mejorará.
Obama, como otros presidentes demócratas antes que él (FDR y
Bill Clinton, muy especialmente) y algún republicano, como Ronald Reagan, sabe
que donde debe poner más énfasis es en la economía. Como ha dicho hoy en
Illinois, “buenos empleos y crecimiento económico, son los fundamentos para la
prosperidad de la clase media americana y la consecución del Sueño Americano”.
El presidente inicia el 24 de julio en el Knox College de Illinois, una serie
de charlas y conferencias en las que va a exponer su visión para la economía en
su segundo mandato. Nos parece que Obama lleva muchos años en la Casa Blanca,
pero no debe olvidarse que fue elegido por segunda vez en noviembre de 2012.
Roosevelt pasó a la historia como el presidente que sacó
América de la Gran Depresión, ganó la Segunda Guerra Mundial, y puso los fundamentos
de la primacía americana desde 1945 hasta nuestros días (“American Caesars”,
Nigel Hamilton, Yale, 2011). Clinton
sigue siendo uno de los presidentes más populares de América porque creó
200.000 empleos mensuales a lo largo de sus dos mandatos (1993-2001). Obama
quiere seguir la estela de ambos, FDR y Clinton. En lugar de irse de
vacaciones, el presidente va a recorrer el país explicando su visión económica
para los próximos cuatro años, con especial foco en la creación de empleo de
calidad, innovación, tecnologías de la información, telecomunicaciones,
Internet de alta velocidad, infraestructuras, manufactura y educación. Dos de
las frases más fuertes y relevantes del presidente, hoy en Illinois, han sido
que “América es una nación orientada a los negocios”, y “la base de nuestra
prosperidad ha de ser el fortalecimiento de la clase media”.
El punto de partida de Obama no es malo: desde que tomó
posesión por vez primera (enero de 2009) y, especialmente en los últimos 40
meses, el sector privado ha creado 7,2 millones de puestos de trabajo netos. En
el último mes, junio, se generaron 202.000 empleos (cifra revisada al alza
respecto a la inicialmente anunciada de 195.000).
Nos proponemos seguir de cerca las explicaciones de la
visión económica del presidente Obama, incluso en vivo y en directo, en su
propia tierra, Norteamérica. Empezando hoy, en Knox College, Illinois.
Publicado el 24 de julio de 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes
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