miércoles, 18 de septiembre de 2013

Hillary Clinton, Presidenta, 2016

Empiezo por el final: las probabilidades de que Hillary Rodham Clinton sea candidata demócrata presidencial en 2016 aumentan cada día exponencialmente. He escrito mucho sobre esta materia durante la segunda mitad de 2012 y la primera mitad de 2013. Tuve dudas, como muchos, pero cada vez más esas dudas se están disipando; paulatinamente, tengo más claro que Hillary está seriamente considerando presentarse a las elecciones presidenciales norteamericanas y, esta vez sí, para ganarlas. 

Pasé de incrédulo a creyente cuando el fin de semana del 9 de agosto de 2013, el PAC (Political Action Committee) denominado “Ready for Hillary”, organizó un acto con famosos y millonarios a favor de su candidatura. Ya conocía otros dos PAC a favor de Hillary con los que estoy en contacto hace mucho tiempo. Pero “Ready for Hillary 2016” es muy especial, porque con independencia de que recauda fondos para su campaña electoral, está compuesto por muchas de las mujeres que han acompañado a Hillary en los últimos veinte años y, cuando fue Primera Dama (1993-2001), tuvieron su propio espacio físico en la Casa Blanca y se les denominó “Hillaryland”.

La senadora de Missouri Claire McCaskill había sido una ferviente creyente en la causa de los Clinton a finales de los años ochenta y primera mitad de la década de los noventa. Pero cuando estalló el escándalo de “Mónica”, McCaskill se alejó de Bill y de Hillary. Durante las primarias demócratas de 2007 y 2008, esta senadora “traicionó” a los Clinton y dejó de apoyarles para pasarse al bando de Barack Obama. Incluso, llegó a decir que “no confiaría en Bill Clinton si estuviera cerca de mi hija”, en alusión al apetito sexual del presidente, famoso durante décadas por sus devaneos extramatrimoniales. Hoy, cuando Hillary pudiera ser caballo ganador –el partido conservador o republicano, el GOP, tiene una fuerte crisis de identidad, de valores y principios, con demasiadas corrientes enfrentadas en su seno y, lo que es peor, va en contra de las tendencias demográficas de Estados Unidos- y a su partido no se le conocen otros candidatos, McCaskill vuelve a casa, es decir, al seno de los Clinton, formando parte de ese PAC.

La trayectoria profesional de Clinton es impresionante. La sigo de cerca desde que su marido ganó las elecciones presidenciales de noviembre de 1992, arrebatando la presidencia –y un segundo mandato- a George Bush padre. Recuerdo que aquella noche yo estaba en la fiesta que organizaba la Embajada norteamericana en España, escuchando feliz la canción-lema de la campaña electoral de los Clinton: “Don’t stop thinking about tomorrow”. Han pasados dos décadas, pero lo recuerdo como si fuera hoy. Clinton venía de “Hope” (esperanza), de un estado del sur, Arkansas, hijo de una familia pobre y desestructurada. La presidencia de Bill Clinton generó más riqueza que ninguna otra en todo el siglo XX: crecimiento medio del PIB del 3,5% y 22 millones de empleos creados en ocho años. Los tres últimos presupuestos federales de Clinton (1998, 1999 y 2000) arrojaron superávits que Bush hijo aprovechó para llevar a cabo bajadas de impuestos que Obama ha mantenido hasta muy recientemente, con la excepción, en el último presupuesto, del famoso “1%, o los que ingresan más de 200.000 dólares al año individualmente o 250.000 en pareja”.

No voy a escribir ahora sobre la presidencia de Bill Clinton, y tampoco sobre la trayectoria y logros de Hillary. He dedicado 20 años de estudio a esta formidable pareja: le leído miles de periódicos y
revistas y algo más de 400 libros. Ahora, cuando preparo mi tercer volumen sobre el presidente Obama (los primeros fueron “Obama y el liderazgo pragmático”, Profit, 2010; y “La Reinvención de Obama”, LID, 2011), me encuentro leyendo no menos de cuarenta volúmenes sobre Hillary (y sobre Bill).
Es inevitable. Un poco más arriba, escribí sobre “lo que se comenta en Washington”, entre la clase política norteamericana. En cambio, lo que se refiere a Hillary afecta a toda la nación americana y a prácticamente todo el planeta. Recuerdo que, cuando finalizaba y firmaba en Amán (Jordania), mi primer libro sobre el presidente Obama, en enero de 2010, leí una encuesta de Gallup sobre las mujeres más populares e influentes del mundo: una vez más Hillary Clinton aparecía la primera en ambos rankings. 

Voy a reiterar algo que ya escribí hace años: en su momento (2007 y 2008) apoyé la candidatura de Clinton y, cuando Obama se convirtió en candidato presidencial, me volqué por completo en Obama. Escribí largo y tendido sobre el acuerdo –tanto lo público como lo privado- entre Obama y Clinton. Obama se hizo cargo de las deudas de la campaña electoral de Clinton (10 millones de dólares); Clinton formaría parte del Gobierno de Obama, en caso de victoria y, en el futuro, Clinton recibiría el apoyo de Obama. Todo se ha cumplido al pie de la letra: por tanto, me alegro de haberlo publicado hace cuatro años, antes de que sucediera.

Clinton fue una excelente primera dama, cuando su marido fue presidente. Es cierto que voy a evitar entrar en toda polémica sobre su figura. Muchas mujeres conservadoras no la apoyan, porque difieren de sus puntos de vista. Muchas mujeres liberales no perdonan a Hillary que, cuando estalló el escándalo de las infidelidades del presidente en la Casa Blanca, “no le diera la carta de despido para no poner en peligro sus aspiraciones presidenciales”. En su libro de memorias “Living Memory”, Hillary da la siguiente explicación: “además de mi marido, era mi presidente”. Posiblemente, sus palabras no se entiendan desde una perspectiva europea: pero sí son comprensibles desde los ojos norteamericanos, donde el patriotismo (amor a la Patria) es un valor muy fuerte. 

Durante sus ocho años en la Casa Blanca, Hillary procuró sacar adelante una Reforma de la Sanidad incluso más radical que la de Obama de marzo de 2010, que provee cobertura sanitaria a 30 millones de norteamericanos que hoy no tienen ninguna. La forma y el fondo de aquella reforma le costaron al partido demócrata las elecciones de mitad de mandato de 1994, en que arrasaron los republicanos, tomando por vez primera en 60 años el control de la Cámara de Representantes. Como Primera Dama, Hillary luchó por los derechos humanos y por los derechos de las mujeres (“los derechos de las mujeres son derechos humanos”, dijo en Pekín en 1995, dando una fuerte patada en el trasero a los dirigentes comunistas).

Hillary pasó ocho años como “senadora junior por Nueva York”, familiarizándose con todo lo relativo con las fuerzas armadas norteamericanas, puesto que formó parte de la Comisión del Senado que se encarga
de dichos asuntos. Mientras tanto (2000-2008), su marido puso en marcha de manera exitosa y  floreciente la “Clinton Global Initiative”, un think tank de alcance mundial donde se dan cita millonarios, políticos, estadistas, banqueros, expertos en tecnologías de la información…; se discute y se buscan soluciones a problemas, como el hambre en el mundo, el acceso al agua y la vivienda en África y muchos países del Tercer Mundo: escribo estas líneas cuando Bill Clinton se encuentra en África intentando solucionar algunos de estos problemas en Tanzania. Ha publicado tres libros francamente buenos: el primero, de memorias, y los otros dos (“Giving” y “Back to work”) expresan sus ideas sobre el mundo del trabajo, los negocios, la economía y la beneficencia.

Hillary Clinton ha desempeñado un buen papel como secretaria de estado. Es anecdótico, pero ha viajado a más países que ningún otro secretario de estado antes que ella (130) y recorrido más kilómetros que ningún otro. Aunque tiene ideas propias, ha sido muy comedida en cuestiones de política internacional, sabiendo que ella tiene que expresar las ideas del presidente Obama. Quizá por eso, dejó las negociaciones concretas de temas espinosos en manos de diplomáticos expertos como George Mitchell (Oriente Medio) y Richard Holbroke (Irak, Afganistán). Algunos, como el director de Foreign Affairs han criticado a Clinton porque “no se haya mojado en asuntos complejos, para no comprometer su futura candidatura presidencial”. No digo que no, pero tampoco ha evitado Clinton ningún conflicto: China, Corea del Norte, Irán, Afganistán, Irak, Pakistán, Oriente Medio (Israel y Palestina), Rusia, etc. No voy a entrar en detalle en ninguno de estos temas porque estoy preparando un extenso libro sobre la materia.

Una periodista libanesa que ha seguido de cerca a Clinton durante sus cuatro años en Foggy Bottom (The
Building, la sede de la secretaría de estado estadounidense, en Washington), Kim Ghattas, ha publicado recientemente un libro sobre Clinton al frente de la política exterior americana: “The Secretary”, y la propia Hillary, entre conferencia y conferencia (por la primera cobró 750.000 dólares), escribe su segundo libro de memorias, que abarca el período 2000-2012; es decir los ocho años como senadora por Nueva York y los cuatro como secretaria de estado.

Si cabe, es más interesante, aun, la perspectiva electoral. Jamás se había publicado tanto sobre las elecciones en Norteamérica como en 2008 y 2012. Sobre las elecciones de 2008, históricas no porque se usaran las redes sociales, sino porque resultó victorioso un afro americano, ya he leído más de 200 libros. Y, sobre las elecciones de 2012, que también ganó Obama, ya he detectado casi cuarenta títulos. Lo más llamativo de estas obras es que resaltan el cambio radical electoral y demográfico que se ha producido en Estados Unidos en estos años y que alumbran un cambio de ciclo iniciado en 2008 que continuará en 2016: en otras palabras, si Obama no lo hace del todo mal, la victoria demócrata en 2016 estará asegurada. Y, si se presenta Hillary Clinton, volverá a ser una elección histórica, al convertirse en la primera mujer presidente y comandante en jefe de Estados Unidos (“Barack Obama and the new America: the 2012 election and the changing face of politics” de Larry Sabato; “After Hope and Change”, de James Caeser; “Collision 2012: Obama vs Romney and the future of elections in America”, de Dan Baltz: todos libros publicados en el segundo trimestre de 2013).


Publicado previamente el 14 de agosto de 2013 en mi Blog de Cinco Días EE.UU y mercados emergentes

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