miércoles, 18 de septiembre de 2013

Lo que se comenta en Washington ahora

Los entornos políticos de Washington son un microcosmos que tienen poca relación con lo que sucede, se dice o se piensa en el resto de Estados Unidos. Políticos, lobistas, analistas y periodistas componen un
ecosistema aislado del resto de la capital del país y, sobre todo, de los 311millones de norteamericanos. Eso sí, son un círculo de poder e influencia nacional e internacional de primer orden. Quizá por este motivo, a esta burbuja compuesta por unos pocos miles de personas, ha impresionado tanto que un medio de comunicación tradicional como The Washington Post sea adquirido por el magnate de internet y fundador de Amazon. En realidad, no es cierto que el nuevo orden se haya comido una columna vertebral del viejo orden: desde 1995, cuando vendía libros a través de Internet desde su garaje, Bezos entendió que Internet era un canal adicional de venta, aunque, eso sí, extremadamente barato para el consumidor, porque elimina el margen de la intermediación.

La forma en que los nuevos medios de comunicación digitales han difundido mundialmente los escándalos sobre el espionaje norteamericano, difundido por Bradley Manning y Edward Snowden, también han causado sensación en Washington. El poder político seguramente hubiera podido actuar, con la ley en la mano, para evitar la publicación en medios de comunicación, de secretos oficiales, acudiendo a argumentos como la necesidad de preservar la seguridadnacional. Y, aun así, The Washington Post desveló el escándalo del Watergate que acabó con la presidencia de Nixon, y tanto ese diario como The New York Times publicaron los “papeles secretos del Pentágono”, sobre la Guerra de Vietnam.

Hoy, el debate en la clase política es si –y cómo- se puede actuar legalmente contra medios de comunicación en Internet sobre los que es muy difícil ejercer un control. En el mejor de los casos, Washington ha demostrado que quizá pueda actuar contra los filtradores de las informaciones, como le ha sucedido al soldado Bradley Manning, condenado por un tribunal militar a 90 años de cárcel (inicialmente, 136 años) por filtrar a Wikileaks 700.000 documentos oficiales sobre el comportamiento del ejército y las agencias de inteligencia americanas en las guerras de Irak y Afganistán. Sin embargo, Snowden sigue viviendo libérrimo en Moscú, donde finalmente el presidente ruso, Vladimir Putin, le ha concedido asilo político: el presidente Obama, no sorprendentemente, ha dicho sentirse “decepcionado” por la decisión rusa, añadiendo que, desde que él es presidente, los rusos han mantenido un comportamiento propio de la Guerra Fría, derivado de una mentalidad que no ha cambiado desde la finalización de la Guerra Fría en noviembre de 1989. 

Versus lo que se comenta, dice o escribe en Europa, o incluso lo publicado por algunos medios de comunicación norteamericanos que han encargado encuestas entre población general sobre la materia, entre la clase política en Washington no hay debate sobre si hay que elegir entre mayores libertades y seguridad nacional. Desde los atentados del 11 de Septiembre de 2001, la clase política norteamericana optó por defender a las personas, aun a costa de la libertad. Cierto, el presidente Bush invadió dos países, desatando
las guerras de Irak y Afganistán, mientras que Obama ha puesto fin a esas dos guerras; con el primero, tuvo lugar la tortura, que Obama dio por terminada, pero si Bush abrió Guantánamo, ciertamente, Obama no la ha cerrado y, si bien el presidente demócrata ha evitado la guerra, también es verdad que ha multiplicado por 1.000 el uso de drones o aviones letales no pilotados. Con Bush hubo espionaje y con Obama también. Para la clase política norteamericana estas son cuestiones de estado, y no de partido, por lo que trascienden las estrechas líneas de la izquierda y la derecha.

Algunos especulan sobre, si con Bush, hubiera habido guerra con Irán, para evitar que consiga desarrollar armas nucleares con las que aniquilar el estado de Israel, como claman los líderes políticos iraníes. Es un
futurible que solo se habría resuelto de haber continuado Bush en la presidencia –cosa imposible, legalmente- cuatro años más. Obama ha preferido optar por el incremento de las sanciones económicas, con el apoyo de Naciones Unidas y el concurso de China y Rusia. Desde principios de julio, los iraníes
tienen un nuevo presidente, Hassan Rohuani, que promete bastante más que sus predecesores. Rohuani es un clérigo educado en la ciudad santa iraní de Quom,que ha estado vinculado al poder, desde los inicios de la Revolución de los Ayatolás del año 1979. Es un hombre que sabe cómo siente el iraní de la calle, la gente corriente: son muchos millones de personas a quienes preocupa la economía, el trabajo y la calidad de vida; los tres están hoy maltrechos, fruto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. Por eso, Rohuani parece querer poner menos énfasis en la ideología y más en la necesidad defortalecer y mejorar la economía. Para lo cual, el nuevo presidente iraní sabe que necesita que Occidente levante el pie del acelerador de la presión sobre el país. Y ése es el motivo de que –desde que fue elegido hace menos de un mes- Rohuani haya dicho, hasta en tres ocasiones, que quiere negociar con Occidente y, sobre todo, con Estados Unidos. En Washington hay bastante expectación sobre cómo evolucionan las relaciones con Irán, puesto que, en los últimos doce años, muchos han sido los momentos de tensión, que podrían haber acabado en una intervención militar norteamericana. 

También hay buenas vibraciones en Washington sobre la reanudación del Proceso de Paz en Oriente Medio. Lleva tres años estancado, desde que, en 2010, Obama y Hillary Clinton pusieron presión en Israel sobre
los puntos centrales de la negociación: fronteras, dos estados, estatus de Jerusalén y asentamientos. Los israelíes, con Netanyahu, no estuvieron dispuestos a ceder en nada, y tampoco Hillary Clinton –quizá pensando en su posible candidatura presidencial en 2016, cuando necesitará el apoyo del lobby judío
norteamericano- quiso poner excesiva presión sobre Israel. Hoy, con John Kerry en la secretaría de estado, parece que se dan las circunstancias ideales para que, en Washington, se reanuden las conversaciones entre Israel y Palestina. Almenos, el gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina, están
dispuestos a hablar. Queda pendiente que Hamás, que gobierna en Gaza, se sume al acuerdo. La última vez que se vio en Washington una predisposición al acuerdo fue en el año 2000, con las negociaciones de Camp David impulsadas por Bill Clinton, que acabaron en nada, debido a la obstinación de Yasser Arafat.

Oriente Medio está muy presente en Washington este verano. 20 embajadas norteamericanas han sido cerradas, debido a que Al-Qaeda podría querer atentar contra intereses estadounidenses en países musulmanes de Oriente Medio: Jordania, Siria, Egipto, Yemen, Arabia Saudí, etc. Más aún, las comunicaciones que los servicios de espionaje norteamericanos han interceptado al líder de Al-Qaeda, Al-Zawahiri (egipcio, y segundo de a bordo con Bin Laden), dejan claro que este verano los terroristas islámicos podrían atentar contra turistas estadounidenses en todo el mundo. Los ataques en Libia de septiembre de 2012 que acabaron con la vida del embajador norteamericano en Benghazi, ya pusieron
de manifiesto que la amenaza de Al-Qaeda sigue vida, a pesar de la muerte de Osama Bin Laden en mayo de 2011. Su asesinato cerca de la capital de Pakistán, añadió tensión a las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán, ya de por sí bastante estresadas, debido al uso de los drones norteamericanos en tierra pakistaní. Obama va a intentar recuperar esas relaciones, poniendo énfasis en la diplomacia que dirige Kerry. 

Lo que sucede en Egipto no deja de resonar fuertemente en Washington, a quien los medios de comunicación occidentales acusan de hipocresía: primero –y durante 30 años-, Washington apoyó el régimen militar de Mubarak, porque mantenía a los islamistas bajo control. Hubo elecciones libres tras la Primavera Árabe y, para sorpresa de muchos –que ignoran la realidadsocial en los países árabes- ganaron los Hermanos Musulmanes. Tras un año de gobierno del presidente Morsi, los militares (de Mubarak) han dado un golpe de estado, apoyados por egipcios secularistas como Ali El Baradei, que han apartado del poder a los Hermanos Musulmanes. Aquí hay dos cuestiones –y lo decimos, habiendo visitado varias veces buena parte de los países árabes y de Oriente Medio: los árabes tienen la fuerte sensación de que, desde Occidente y muy especialmente desde Norteamérica, se apoya la democracia en Oriente Medio, siempre y cuando quien gane las elecciones sean partidos no islamistas, sino secularistas; y, en segundo lugar, cada vez que hay elecciones libres, ganan los islamistas. Por eso no hay elecciones libres en Jordania o en Arabia Saudí,con el apoyo explícito de Estados Unidos. Ya hubo elecciones libres en Palestina, en 2007, y casi arrasaron los terroristas de Hamás, para escarnio de George Bush y Condolezza Rice, que impulsaron aquellos comicios. 

En Washington, hoy, hay bastante precaución sobre cómo proceder en Egipto: los senadores Graham y McCain han visitado Egipto, en estos días primeros de agosto, para pedir a los militares que devuelvan el poder a la democracia. Y, precisamente eso es lo que dicen los militares egipcios que están haciendo…

Dentro de las fronteras estadounidenses, lo que se comenta en Washington tiene fuerte sabor nacional: se especula con el nombre del nuevo presidente de la Reserva Federal (FED), en sustitución de Ben Bernanke. Obama ha dado pistas de que su elección será entre Larry Summers (ex secretario del Tesoro con Bill Clinton y ex presidente del Consejo Económico del presidente Obama) y la vicepresidenta actual de la FED, Janet Yellen. El presidente anunciará su decisión este otoño y el nuevo presidente de la FED tomará posesión en enero de 2014. 

Al mismo tiempo, Obama ha pospuesto hasta enero de 2015 la entrada en vigor de la Reforma Sanitaria que lleva su nombre, “Obamacare”, porque las empresas dicen que no están preparadas para proveer de seguro médico a los empleados. Los congresistas y senadores republicanos, con tal de “matar”esa ley, están dispuestos a bloquear el nuevo presupuesto para 2014, que empieza a discutirse ahora –lleva desde finales de marzo en el horno- y habrá de ser aprobado en otoño. Como en años anteriores, los republicanos prefieren un cierre temporal del gobierno, o que éste no pueda hacer frente a sus obligaciones financieras, con tal de bloquear cualquier iniciativa de Obama: “obstruccionismo” es el lema de los republicanos en Washington, como explica en su obra reciente (“The Center holds”, junio de 2013), Jonathan Alter. Esto no
es nuevo, porque todos los veranos, desde 2009, vivimos la misma situación, hasta que la Casa Blanca y los republicanos alcanzan un acuerdo para elevar el techo de gasto –endeudamiento- del gobierno federal, y aprueban un nuevo presupuesto. En los primeros años de la presidencia de Obama, esta situación
parecía insostenible; hoy es “business as usual”, porque los republicanos nos tienen acostumbrados con su comportamiento. Lo curioso es que el candidato presidencial republicano en 2012, Mitt Romney, haya llamado la atención a sus correligionarios para que se comporten de manera responsable y no provoquen un
cierre temporal del Gobierno: “hay que tener en cuenta las consecuencias del día después; que los soldados no puedan cobrar, se cierren los hospitales o el FBI deje de funcionar”.

Los republicanos tienen un fuerte debate interno, que se refleja en los medios de comunicación, sobre cómo reinventarse para seguir siendo un partido de referencia nacional. La evolución demográfica de Estados
Unidos va en contra del partido republicano (GOP) y pesos pesados del partido (Chris Christie, gobernador de New Jersey y Rand Paul, senador de Kentucky) debaten agriamente entre sí sobre cómo ganar el apoyo de los ciudadanos. Los demócratas –a quienes apoyan latinos, afroamericanos y asiáticos- están ajenos
a estas cuestiones y ponen énfasis en la economía, puesto que las encuestas dicen que economía y empleo son las dos prioridades de los estadounidenses.

Como dijo Obama a The New York Times en una entrevista de finales de julio: “he decidido hablar de economía, al menos una vez por semana; si no, otros temas de menor interés para el público acaban dominando el debate político”. En Estados Unidos, todo lo importante, siempre, se reduce en una palabra: economía.

Publicado el 9 de agosto de 2013 en mi Blog en Cinco Días EE.UU y mercados emergentes

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