martes, 17 de septiembre de 2013

Sociología, Economía y Política de Estados Unidos a mediados de julio de 2013

Durante cinco años, los índices de aprobación del presidente Obama, entre norteamericanos, han sido positivos: ni la polémica reforma sanitaria ni la reforma financiera le hicieron mella; de hecho, ambos programas fueron llevados a cabo en su primer mandato (2009-2012) y, a pesar de ello, Obama fue reelegido en noviembre de 2012 para un segundo mandato.

Sin embargo, entre abril, mayo y junio de 2013, la imagen del presidente Obama se ha resentido en Norteamérica. A mediados de julio de 2013, le aprueban el 44,6% y le suspende el 49,8%. Tiene, por tanto, un saldo negativo acerca de la percepción de su gestión como presidente, del -5,2%. Algo similar le sucede en los dos puntos fuertes de la política de Obama: economía y relaciones internacionales. Las encuestas de julio de 2013 valoran negativamente al presidente en ambos aspectos.

En cuanto a la economía, el 51% de los americanos piensa que dentro de un año su situación económica será peor que la actual, versus el 45% que opinan que, en doce meses, su calidad de vida mejorará. Dos de cada tres norteamericanos creen que el país se dirige “en la incorrecta dirección”, es decir, que el país está siendo mal dirigido. Solo el 30% creen que la nave económica norteamericana sigue un rumbo adecuado, como de hecho indican los datos: crecimiento económico, empleo, mercados de valores (bolsa, con todos los índices en positivo), construcción y vivienda, todos  en positivo.

Las relaciones internacionales admiten más matices y división de opiniones, porque el 40% están a favor de las políticas de Obama y el 35% están en contra. Unos dicen que Estados Unidos no debería intervenir militarmente en Siria; tampoco vender armas a los rebeldes contra Bashar Al Asad. Otros dicen que Obama debería impulsar el cambio democrático en Egipto, en vez de apoyar a los militares. Muchos creen que Estados Unidos debería ser más duro con Corea del Norte, versus los que piensan que Obama debería sentarse a negociar con Irán, ahora que un presidente menos radical acaba de ser elegido.

Lo que a todos preocupa es China. No solo porque sigue teniendo 1,264 trillones de deuda pública americana (el 26% del total o, si se tiene en cuenta solo la deuda pública que está en manos de inversores privados, excluido el gobierno, ese porcentaje alcanza el 47%), sino porque sigue queriendo disputar a Estados Unidos el papel de primera potencia económica del mundo. Las previsiones de Goldman Sachs, que anticipaban que en 2016 China alcanzaría en PIB a Estados Unidos (no en producto interior bruto per cápita) no se cumplirán, por mucho que Estados Unidos crezca sólo el 2,2% en 2013 y China alcance el 7%. La cuestión es que, para Norteamérica, ese crecimiento, siendo moderado, es suficiente, mientras que en el caso chino, pasar del 8% al 7%, significa poner de manifiesto los fuertes desequilibrios de su economía.

Los chinos están embarcados en una “guerra de ciberespionaje”, por la que organizaciones vinculadas al ejército (“The Comment Group”) espían los ordenadores del Pentágono, la CIA y empresas tecnológicas y medios de comunicación (Wall Street Journal y the New York Times, por ejemplo). Este espionaje ha sido objeto de conversaciones y disputas entre Barack Obama y el presidente chino, Xi Jinping durante todo el año 2013 y, en julio de este año, es el tema central de un encuentro sino-americano del máximo nivel.
Como hemos sabido por las revelaciones de Edward Snowden, también Estados Unidos ha espiado a países amigos y enemigos, al igual que lo hacen Rusia, China, Reino Unido y Francia, entre otros. El Gobierno americano no ha actuado solo, y tampoco lo ha hecho al margen de la ley. Las “Patriotic” y Surveillance” Acts, o Leyes Patriótica y de Vigilancia, permiten que los jueces den cobertura legal a las actuaciones del Gobierno: un total de 550 millones de personas han sido “espiadas en sus comunicaciones”. Siempre teniendo en cuenta que la Seguridad Nacional es lo que estaba en juego o, en otras palabras, evitar atentados terroristas y localizar a sus potenciales autores.

El Gobierno americano ha contado con la colaboración de empresas tecnológicas, operadoras de telecomunicaciones, conglomerados de Internet y redes sociales y los ISP o proveedores de acceso a Internet: Microsoft, Google, Facebook, Apple, Verizon, Yahoo y otras muchas empresas han colaborado con las autoridades: la CIA, la NSA o el FBI. Durante meses, la población general americana no ha penalizado al presidente Obama por ordenar llevar a cabo dichas escuchas; solo recientemente, en la primera mitad de julio, por un mínimo margen estadístico, son más los que no están de acuerdo con Obama –en este punto-, que los que le apoyan. El motivo es sencillo: Obama fue elegido presidente porque prometía “hope and change”, esperanza y cambio; un tipo de política muy diferente de la de su predecesor, George W. Bush. Esto le dio estatura moral y legitimidad: cuando propios y extraños se han dado cuenta de que Obama –como presidente, como comandante en jefe-, actúa de manera parecida a la de Bush, muchos en la izquierda se han llevado las manos a la cabeza. En cambio, Obama está haciendo todo lo posible por avanzar su agenda más liberal, en cuestiones morales, como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el control de armas de fuego.

Esto explicaría una posible electoral demócrata si se celebraran hoy elecciones legislativas, que no tendrán lugar hasta noviembre de 2014. Hoy, al menos, en julio de 2013, los demócratas ganarían a los republicanos por un estrecho margen del +2,4%. Por supuesto, este dato hay que “cogerlo con pinzas”, porque aún falta mucho tiempo para que se celebren esas elecciones. Más aún, históricamente, el partido del presidente no suele ganar esas elecciones de mitad de mandato. Las excepciones más notables en el último siglo, las consiguieron los demócratas con Bill Clinton en 1998 y los republicanos con George Bush en 2002. En el primer caso, Clinton presidía un país en plena expansión económica, y, en el segundo, Bush tenía el apoyo de toda la nación tras los atentados del 11 de Septiembre de 2011.

En cualquier caso, son muchos los que están calentando motores, cara a las elecciones legislativas de 2014 y a las presidenciales de 2016. En el primer caso, los republicanos tienen que poner su casa en orden y, aparentemente, solo un hombre como Marco Rubio –senador por Florida- parece ser capaz de hacerlo, devolviendo a los republicanos su tan necesaria conexión con la actual realidad económica, política y social americana: los republicanos se apoyan en un electorado conservador, blanco y envejecido. Han dejado fuera al 15% de hispanos, el 13% de afroamericanos, y el 8% de asiáticos. Los estudios internos del partido republicano que ha conocido ADVICE Strategic Consultants, dicen a las claras que los republicanos necesitan conectar de nuevo con la sociedad si no quieren convertirse en un partido minoritario, sin posibilidades de gobernar.

En el campo demócrata, destaca Hillary Clinton: quienes la apoyan ya han puesto en marcha la maquinaria electoral, con un Political Action Comittee (PAC), compuesto por expertos de las dos campañas presidenciales de Obama. Clinton prepara su tercera biografía, centrada ésta en su paso por la Secretaría de Estado. Y no para –emulando a su marido- de dar conferencias por todo el país, cobrando por cada una no menos de 200.000 dólares. En una ocasión,  en abril de 2013, ingresó 750.000 dólares por una conferencia. A este ritmo, en 2016 tendrá suficiente dinero como para financiar una exitosa campaña presidencial, en el caso de que decida anunciar su candidatura a presidenta.

Publicado previamente en Mi Blog de Cinco Días EE.UU y Mercados Emergentes

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